A Raúl le habían diagnosticado aquella mañana un cáncer de pulmón. Quiso saber la verdad en toda su crudeza. El doctor le contó que la metástasis estaba muy avanzada y que el final era inevitable y no muy lejano. La primera pregunta que pasó por su cabeza fue «por qué a mí», a la que siguieron otras interrogantes no menos amenazadoras.
Horas después otra noticia terminó por perturbarle el día. Era el único acertante de un sorteo de lotería y le correspondían diez millones de euros.
Raúl no entendía qué broma le gastaba el destino. Recordó que al conocer su diagnóstico pensó «por qué a mí dos veces». Y pensó que las desgracias nunca vienen solas, porque detrás de un día malo puede venir otro peor.