Lo malo de acudir a un centro hospitalario es la sensación de fragilidad que sientes cuando comienzas a encontrarte gente conocida gravemente enferma.
Mientras pensaba en esto vi que salía con un volante médico en las manos. Se acercó hasta mí y sin mediar palabra me dijo: «Me van a ingresar en la morgue. Me han diagnosticado que estoy muerto».