Hubo un tiempo que los niños crecieron con los cuentos orales de sus mayores, la lectura de libros y las grandes aventuras cinematográficas. Luego llegó la televisión y la población infantil comenzó con el pragmatismo de la imaginación. Los héroes y sus aventuras, la magia y sus efectos, llegaron diseñados y envasados. Ahora se convierten en protagonistas de espectáculos infames que los avejentan.
Tanta prosperidad arruina este mundo.