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Espacio felino

19.1.25

 

A Erwin Schrödinger le había desaparecido su gato y nunca llegó a saber si estaba vivo o muerto.



Calabaza frita

12.1.25

 

Mientras la mujer cortaba, a duras penas, trozos de carne vegetal anaranjada para meterla en la olla, la niña en un descuido introdujo el boletín de sus notas escolares. Y al padre le supo a gloria aquella comida.



La metamorfosis

5.1.25


Existen días que, cuando me levanto, tengo la extraña impresión de no reconocerme. No es que me haya cambiado el color del pelo o el timbre de la voz. Es más, si me miro al espejo me reconozco en todos los detalles de mi aspecto físico y, a pesar de ello, percibo una sensación distópica que zahiere mi alma. ¿El alma? ¿He dicho el alma? Eso es, siento como si una presencia inidentificada me hubiera robado mi sentido humano. Una especie de sustancia inmaterial infiltrada en mis células y en cada uno de mis órganos, pulsión, parpadeo y molestia sentimental. Algo informe que me ha colonizado y por lo que sospecho en qué me he convertido. Lo sé porque distingo, inequívocamente, cuando es otra máquina la que me habla desde su inteligencia artificial.



El narrador plúmbeo

29.12.24

 

—Érase una vez…

—¿Otra vez?

—¿Otra vez qué?

—Érase una vez…

—Sí, otra vez, érase una vez…

—Eso ya lo sé que érase una vez, pero no sé si era la misma vez u otra.

—Y colorín colorado, este micro se ha terminado.



Espectral

22.12.24

 

Al mirarse no encontró su reflejo. Y no, no es que fuera vampiro. Simplemente estaba ante un espejo invertido.



Chupasangres

15.12.24

 

Dorotea arrastraba a diario su carrito de la compra por un itinerario invariable. Nadie la vio nunca comprar nada en ninguna tienda o comercio del barrio. Su vecina Adriana recelaba de ella y sospechaba que algo se traía entre manos. Bajo aquella apariencia de mujer distraída y solitaria, latía algún asunto turbio. Un día se plantó delante de Dorotea interrumpiendo su camino y la interrogó sobre el contenido del carrito. Ella, con una tierna sonrisa, le contestó: «cabezas». La palabra le rebotó dentro como si fuera un eco, mientras veía como se alejaba la mujer. ¿Cabezas?, sería una asesina en serie que mutilaba los cuerpos y los transportaba hasta un vertedero, pensó. Y de inmediato corrió tras de Dorotea para pedirle más explicaciones. «¿Cómo que cabezas?», la interpeló. «Sí, hija, cabezas de ajo, porque no sé si te has enterado de que, con la llegada del buen tiempo, ha comenzado la temporada de vampiros y están por todos lados».



Humor negro

8.12.24

 

Estaba muerto de risa cuando el forense contó el chiste de su fallecimiento.



Genios

1.12.24


Miró el móvil. Le pareció un objeto frío y sin vida. En su pantalla oscurecida se reflejaba el paisaje del horizonte que entraba por la ventana. Ningún mensaje, ninguna llamada, sonido, alerta, requisitoria de su atención. En ese lapso de tiempo que le percibió demasiado extenso, comenzó a inquietarse. Después se sintió calmado y pensó que, como caja de Pandora, de allí salían todos sus males. A continuación, observó unas manchas sobre la superficie azabache y frotó con un paño de fieltro tres veces. Lo que sucedió, seguidamente, tenía muchas similitudes con lo narrado en un cuento oriental. Fue entonces que una voz casi humana le dijo: «despierta Aladino».



La mirada desigual

24.11.24

 

Se asomó al balcón y la vio pasar fascinado de que siempre fuera ella pero cada día era distinta.



Paradojas

17.11.24

 

Decidió suicidarse porque nadie leía su novela y su muerte se convirtió en un superventas.



'Speed ramping'

10.11.24

  

Fue un frenazo brusco que no esperaba del coche que estaba delante. Todo pareció detenerse en ese instante y la realidad se congeló. Cada detalle de la escena se fotografió presintiendo el desastre en plena quietud. En ese momento alguien se acercó y me dijo: «Oiga, no se puede estar parado en mitad del tiempo».



Entierro

3.11.24


La flor de la orquídea cayó sobre la mesa y observó cómo la ingeniería de su belleza quedó muerta. Las hormigas cargaron con su cadáver.



La lectora

27.10.24

 

Pasó la página de la tarde de otoño que le pareció triste y melacólica. En la siguiente, más concentrada, leyó la noche. Las sucesivas estaban llenas de sueños y se recreó en ellas porque le resultaron llamativas, con escenas que protagonizaba y con simbolismos que no sabía interpretar. Hasta que llegaron las inquietantes pesadillas que le aterrorizaron. Por fin, casi al final de su lectura, llegó al amanecer y todo le resultó luminoso, lleno de bonitos colores que la animaron. Cerró el volumen y al colocarlo en el estante se encontró encajonada entre dos libros.



Esencias

20.10.24

 

La soledad le acompañó toda la tarde. Cogidos de la mano pasearon por el parque y se conmovieron con la puesta de sol. Subieron al mirador y en el quiosco de bebidas tomaron un tentempié. Contemplaron la ciudad iluminada al fondo y escucharon su ruidoso concierto. Entonces se miraron a los ojos, con esa ternura que se miran los enamorados. Él, le propuso que le hiciera compañía esa noche y a ella le resultó imposible cambiar de nombre.



Cumplidora

13.10.24

  

—Hoy cumplo años.

—¿Cuántos?

—Los que el tiempo quiere.



Aromas

6.10.24

 

—¿A ti te duelen los días?

—Sí, algunas veces, cuando huelen a tristeza.

—¿Y cómo es ese olor?

—Como la tierra mojada por la lluvia pero emanando desde el interior.



Listezas

29.9.24

 

Hizo un pacto con dios y otro con el diablo y a los dos los engañó.



Niños previsores

28.7.24

  

Vivíamos muy asustados desde que nos explicaron que llegaría el día del Juicio Final para hacernos un cuestionario sobre nuestras vidas. Desde ese momento nos preguntábamos cómo sería estar haciendo cola en el cielo y nos preocupaba que, con tanta gente la cosa iría para largo, así que decidimos tener preparado un kit de supervivencia para pasar el rato.



Voz narrativa

21.7.24


«Eres idiota», le espetó el lector (y pensó puede que sí o puede que no) y sorprendido el autor de este cuento volvió a escuchar: «¡Qué cuento tan ridículo! Cómo se te ocurre decir esto». Momento en el que estuvo a punto de abandonar la tarea que se traía entre manos, porque no estaba dispuesto a que le faltaran el respeto a su trabajo. «Quieres centrarte en contar una buena historia y no divagar con estas memeces que escribes», lo escuchó expresar desde el otro lado del libro aún sin publicar. Se turbó y dudó en seguir escribiendo estas líneas porque le desconcertaba la idea de que, desde el universo paralelo de la lectura, un intralector le estuviera coartando su creatividad con esas expresiones que escuchaba. Llegó a pensar que se trataba de esas voces interiores que se le aparecen a quienes escriben y andan mezclándose en la cabeza entre el monólogo y el diálogo. Así que trató de centrarse en lo que quería plasmar y que no era otra cosa que una narración sobre gatos. «Te leo y no salgo de mi asombro, ¿de verdad vas a tratar sobre felinos domésticos y holgazanes? ¿no tienes una ocurrencia peor?», (y mientras lo oía reír, de manera instintiva, quiso indicarle: dímela tú). Entonces paró en seco y dejamos de escribir los dos.

La piedra verde

14.7.24


Abrió su mano y le mostró algo que parecía una pequeña piedra. «¿Sabes qué es?», le preguntó. «Parece un trozo de cristal». Era un vulgar, desgastado y olvidado fragmento de vidrio recogido de la orilla del mar. «Visto así nada tiene de particular pero si lo devuelves donde fue encontrado, será un guijarro verdusco entre millones de grises y comunes granos de arena, esos que buscan los niños cuando juegan en la playa. Su colorido y singularidad la distinguirá del resto y su rareza llamará la atención».

Tras escuchar la disertación le dijo que dónde quería llegar. «Si quieres escribir trata de ser como esa materia vidriada, a merced de las olas, y haz que se distinga tu voz entre las interminables y monótonas arenas», le explicó.