Escuché contar a mis mayores que, en las primeras décadas del siglo veinte, una mujer fue acusada y condenada por arrojar a la acequia a un hijo recién nacido. Antes de ingresar en prisión fue paseada en un carro por las calles del pueblo para que, ante la vista de todos, sirviera de escarnio su crimen. El momento fue aprovechado por muchas personas para apedrear a la rea.
Una variación moderna de ese atavismo son los populares programas de la llamada telebasura.