Fueron a ver las luces de aquel sitio tan popular. Viajaron por el reclamo de la fama que había adquirido la ciudad. «¿Dónde nos escapamos este fin de semana?», preguntó el padre. «¿Qué os parece si vamos a visitar ese lugar tan famoso por sus luces de Navidad?», indagó la madre entusiasmada. Noelia frunció su ceño adolescente. «Viajar tan lejos para mirar una chorrada», protestó, mientras su hermano menor gritó un exaltado ‘¡bien!’.
La familia tras hacer los
preparativos se dirigió hacia el destino elegido. «Según he leído, son más de
cien millones de leds las que encienden», explicó el padre. «Anda, qué
exagerado», le contradijo Noelia, que prosiguió con sus protestas: «Y seguro
que hay cien millones de bobos asombrados mirando, incluidos nosotros». «No
empecéis a discutir otra vez», terció la madre, en tanto que el pequeño estaba
interesado en saber si habría algún video juego sobre la iluminación navideña de
aquel sitio.
Tras alojarse en un hotel
céntrico y descansar del viaje, el manto del atardecer hizo que el enjambre de bombillas
comenzara a emitir un brillo apabullante y cegador. La luz fragmentada en
colores entró por cada poro del ambiente, manchando cada objeto y cada ser vivo
de una gelatinosa luminosidad.
Hipnotizados caminaron hacia el
corazón de una deslumbradora atmósfera atraídos por el magnetismo de la
luminotecnia, hasta quedar ensimismados por el caudal refulgente que fluía.
Noelia se desprendió de las gafas
de realidad virtual y con desabrido ademán dijo: «Otro año más no contéis
conmigo para jugar a estos juegos que fabrican para los que no han dejado de
creer en la ridícula navidad».
Por todo lo leído tienes la sensación que son otras voces las que escriben por ti.
—Un antiguo proverbio chino dice que el corazón del hombre tiene la edad de la mujer a la que ama —le confesó.
—Y el corazón de la mujer tiene todas las edades —le respondió ella.
Cada vez que me equivoco comienzo a contar de nuevo. Es por ello que nunca paso del cero.
El piloto automático que nos conduce en nuestras rutinas cotidianas nos pierde adrede para que nos encontremos a solas.
Siempre es satisfactorio que alguien se complazca con tu escritura, pero antes que por mí, me alegro por el gozo sentido de quien lo lee.
«Poca gente cree en lo que hago y, eso, más que desconcertante o desolador, me produce una leve sonrisa y un impulso para seguir adelante».
No me atrevo a decir que soy feliz y, sin embargo, me alegro con cada cosa sencilla que me es dada.
Quien lee un poema no debe buscar al poeta, tiene que buscarse a sí mismo en esa voz.
Encerrarse en la escritura, a modo de un gusano en un capullo de seda. Y salir transformado por las palabras.
Una llave pequeña abre una puerta grande, pero una llave grande no abre una puerta pequeña. Así actúa el pensamiento humano.
Cada aforismo en un clavo que el conocimiento martillea contra la madera de la ignorancia.
Cuando comienzas a aceptar a las personas tal como son, es cuando las quieres verdaderamente.
Estamos pendientes de tantas cosas a la vez que terminamos por ensimismarnos en nosotros mismos.
Todo el mundo cantaba, bailaba y saltaba frenéticamente en aquel concierto salvaje de rocanrol menos él. El monolito no se movió ni una pizca en las tres horas que duró el espectáculo.
La vida, ese artefacto, donde todo se tuerce hasta que se vuelve a enderezar y a torcer y arreglar...
La vida nos atropella con frecuencia y con la misma asiduidad debemos levantarnos.
Solo se dan finales felices en la infancia, el resto del tiempo los cuentos siempre terminan mal.
Buscar un hueco imposible en la escritura, ese espacio vacío desocupado por todas las grandes genialidades de la literatura, algo insólito de encontrar.
Expresar en voz alta el pensamiento anómalo es a lo que te puede llevar la escritura.
Sobre todo, se trata de escribir –ni mal ni bien– lo que no está escrito, aquello silenciado o lo no dicho. La escritura es pura invención y fantasía.
Lo mediocre llena el éxito presente. Las grandes creaciones se adelantan o se atrasan a su tiempo.
Perdí la autoestima por mi escritura a los treinta años. El desarraigo estimula mucho más la creatividad que el apego.
El lenguaje, igual que el hierro incandescente que aguanta una torsión, se puede retorcer para alcanzar bellas formas, aunque siempre exista el riesgo de romperlo.
—Hay muchas maneras de quererse y esta es una de ellas —le confesó.
—¿Cómo?
—Sin saberlo.
—No te enteras de nada; siempre estás en las nubes —le reprochó.
Libertad es disponer de tu tiempo para hacer lo que quieres y no a lo que estás obligado.
Afirmaba Cioran que «ninguna amistad soporta una dosis exagerada de franqueza». Tampoco ningún afecto permite no querer a alguien como es.
Los adoradores del ocaso, con sus súplicas, detuvieron el sol antes de ponerse y lograron arrebolar sus pupilas. Desde entonces llevan fuego en la mirada.
Al corredor de bolsa, el ladrón le preguntó: «¿La bolsa o la vida?» Y el bróker respondió: «Mi vida es la bolsa».
Con el tiempo te conviertes en un fantasma que mira al cielo para ver si viene lluvia.
No leas, no pienses, no camines: la inmovilidad es la enfermedad terminal de este siglo.
Existen personas que viven anuladas porque han sido víctimas de su propio personaje.
Si ves citado un aforismo tuyo sin la autoría, piensa que es como un hijo que se ha hecho mayor y, marchándose de casa, ya pertenece al mundo.
Me he ido quitando de todo menos de vivir, es el único vicio que me va quedando.
La abuela de Caperucita Roja, harta de que el lobo se la comiera cada vez que contaban el cuento, hizo una reclamación al Colegio Oficial de Narradores. En la misma reclamó una cierta dignidad como personaje popular y, por tanto, el pago de una pensión como cualquier persona del colectivo de la tercera edad, una dieta sana —no solo tarta y leche—, ser beneficiaria de los viajes de Imserso, la prestación de atención geriátrica y médica y, sobre todo, demandaba una nieta más espabilada que no la confundiera con un lobo en camisón.
En la memoria permanece, anclada, la esencia de lo sentido mientras se desvanece aquello que fue querido.
¿Por qué tanto empeño en conocer la verdad cuando lo importante es reconocer la mentira?
Un papel o un lienzo en blanco, un bloque de mármol, todo lo no comenzado espera con paciencia la belleza en la obra creada.
No somos espectadores de la vida, ella nos contempla como actores principales.
A veces me pregunto si interrogarme tantas veces por lo que no seré no es una forma de auto aniquilación.
Somos aforistas sin saberlo, apenas transformamos un pensamiento fugaz en una cita.
No podemos elegir dónde nacemos, sí dónde moriremos, porque el derecho a morir es más fundamental que el de nacer.
