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Improductivos
30.5.23
Vida inútil
12.11.19
Mientras esperaba junto a un recinto deportivo, los he visto salir de un cementerio cercano, las manos recogidas en la espalda, las cabezas gachas, los pasos calmos y la conversación salpicada de silencios. Pareciera que el único horizonte de sus vidas es la muerte. Morir cuando la vida ya no es útil. Durante muchos años les hicieron creer que eran importantes para la sociedad, que su esfuerzo en el trabajo era de una gran utilidad para todo el mundo. Acabada su vida eficiente, al igual que ocurre con esos motores y máquinas que tienen una duración determinada, nada parece tener sentido, más cuando, desde el principio, les hicieron creer que en el trabajo estaba su salvación. Y aún sin ser cierto, solo les queda morir como el último cumplimiento a su experiencia productora.
Tiempo gastado
13.11.17
Esencialidad de la existencia: resolver las mañanas a golpe de trabajo y compromiso. Las tardes con ocasos de sol y paseos largos. Y las noches con remedios oníricos. Calculo que la resolución de mi vida pasa por una ecuación muy simple: despejar la incógnita del tiempo gastado.
Pigricia
10.3.11
De quien ejerce la ociosidad puedes esperar el regalo de parte de su tiempo, más poco o nada de quien sólo se ocupa en trabajar.
Currantes
30.4.07
Hay quien vive para trabajar y hay quien trabaja para vivir. Los primeros pueden hacer caso omiso a este comentario. El resto, comprometido con la causa, puede festejar la fecha.
Lunes
20.3.06
Ante los lunes suelo recordar lo que decía Diógenes Laercio: «Un hombre debe vivir tan cerca de sus superiores como cerca del fuego; ni tan cerca que se queme, ni tan lejos que se hiele». Entonces sé que estoy preparado para ir a trabajar.
Etiquetas: Diógenes Laercio, lunes, trabajo
Aplaudidores
5.7.05
Nunca he visto aplaudirle a quien trabaja en el campo cuando termina su jornada, ni al pescador cuando baja de su barco, tampoco al minero cuando sube de la mina. No he visto ovacionar al albañil cuando baja de su andamio, ni reverenciar al mecánico cuando termina su jornada con las manos grasientas. Ni he visto sacar a hombros a los profesionales sanitarios que curaron una enfermedad mortal, ni pedir autógrafos a las personas que investigan y que inventaron una nueva vacuna. Así igual con las amas de casa, las cuidadoras de mayores, quienes atienden al servicio de limpieza, los que enseñan, los seres humanos solidarios, los preocupados por el medio ambiente, quienes se dan a los demás.
Entonces por qué echan chispas las manos del público cuando termina su actuación un roquero multimillonario, un futbolista afamado o un escritor que recibe un premio de cuantiosa factura.
Dominical
17.4.05
Me llamo Fina, tengo tres hijos. Me casé muy joven embarazada y ahora trabajo en una empresa de limpieza en la que también lo hace mi marido. Hoy domingo me he levantado temprano. Todos duermen. Al ir a lavarme la cara he notado que un puntito negro afeaba mi piel. Mientras me revisaba el cutis he pensado que no estoy tan mal para mis veinticinco años.
Me he preparado un café cargado y me he sentado en el sofá para desayunar tranquila mientras veo la tele. De repente un anuncio me ha hecho sentirme mal. Una chica, que podría tener mi edad aunque mejor cuidada porque debe ser modelo, ha hecho igual que yo delante del espejo y tras mirarse durante unos segundos ha aparecido un rótulo que decía: «Mientras unos se miran al espejo, 40 millones se mueren de hambre». Manos Unidas.
Me he sentido mal. He agachado la cabeza y he comenzado a leer en una revista. La reina de Jordania «debe hacer hueco en su apretada agenda para coger el jet y visitar Nueva York, Roma y París. Allí la esperan con expectación los directores de las marcas más exclusivas, que se disputan el honor de contribuir a su fondo de armario: Ralph Lauren».
Me he sentido peor.
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