Corral

30.9.05


El cacareo político cada vez es mayor. Insoportable.

Siesta

29.9.05


Me cuenta un conocido que ha aprendido, tras el almuerzo, a echar la siesta mientras ve los anuncios de televisión. Me dice que como la publicidad cada vez se parece a sus sueños, al despertar es como si viera cumplidos sus deseos. Supongo que debe ser así y algunas mujeres cambiarán a sus ‘hombres’ porque no saben manejar la lavadora; otras se reirán mientras se demuestra que ‘ellos’ saben hacer dos cosas a la vez: el café y multiplicar la tabla del uno. Habrá madres que puedan quitar de la cabeza a sus hijas las tonterías que aprenden en televisión con un desparasitador y padres que hagan la comida y frieguen los platos. También como hay una edad para todo, la hay para tener una determinada marca de automóvil.

Mochilas

22.9.05







Los he visto esta mañana. En sus ojos había un temblor que ya no recordaba. Una sensación de desamparo ante el mundo lleno de rostros y ambientes desconocidos; un miedo transfronterizo. En las pesadas mochilas que cargaban sus espaldas: libros de texto, cuadernos, lápices de colores y un bocadillo. 

Ahora, pasado el tiempo, pienso que a la escuela habría que ir con un solo libro en la cartera, ese que se titula ‘El cuento de la vida’ y volver a casa con la lección bien aprendida sobre las trampas del deseo, el amor y desamor, el descuento del tiempo, el ilógico destino humano, la enfermedad y la vejez, la especulación de la fe. Regresaríamos sabios, aunque eso sí perderíamos el sentimiento ingenuo.

Frase

21.9.05



El escritor David Leavitt señaló: «Los que tienen inclinaciones artísticas alquilan cámaras de vídeo, hacen sus películas y declaran que el lenguaje escrito pronto se degradará, pues sólo sirve como vehículo de nostalgia.» ¿Habrá pensado alguien que vivimos un mundo de puro efectismo, decadente y resignado?



Oficio

9.9.05



Trabajo como Ángel de la Guarda a turno corrido de veinticuatro horas y no tengo vacaciones. Mi contrato es eterno. No estoy afiliado a ningún sindicato ni adscrito a ningún convenio colectivo y mi jefe es divino, aunque no me paga nada. 

Mi labor consiste en ver sin tocar, oír sin hablar, guardar sin proteger, predecir sin avisar, soportar sin sufrir; percibir los sentimientos sin sentir. 

Estoy cuando despierta el día del que va a trabajar, junto al suicida en el momento antes de colgarse en el vacío, al lado del niño que gime tras dieciséis horas de trabajo, cuando grita la parturienta, en el paroxismo de dos cuerpos amándose, en la oscuridad del insomne, cerca del viejo solitario que se arropa con recuerdos, atento a quien ríe despreocupado y en el miedo infantil por el distanciamiento maternal. 

Oigo los pensamientos del asesino antes de matar, miro cómo oculta el ‘dinero negro’ el mafioso, me acerco al presidente de una nación cuando piensa su poder y al magnate cuando se siente todopoderoso. 

Escucho el golpe sordo de un cuerpo cuando cae al suelo desde un andamio, la agonía del enfermo, el pensamiento de aquel que llaman loco, la bofetada en la cara a una mujer, el dolor de un amante abandonado y la amargura de la violada. 

Sé del absurdo deambular del toxicómano, del fanatismo del terrorista, de la impotencia del parapléjico tras un accidente y del dolor de la misma muerte. También estoy al corriente de la emoción del enamorado y del que se sabe alegre. 

Y nada puedo hacer si no pasar como un ángel.

Amigos

3.9.05

«Ninguna amistad soporta un dosis exagerada de franqueza», escribió en cierta ocasión el filósofo Émile Cioran. De ser cierto este axioma debería reconsiderar todas las relaciones amistosas mantenidas hasta ahora.

Paseo


Caminaremos por la suave arena del rebalaje como si el tiempo no existiera. Te contaré cosas de cómo siento el mundo en un largo paseo mientras las olas bañan nuestros pies descalzos. La sensación de arena húmeda en la planta de los pies provoca momentos de sinceridad, nos desnuda de fingimientos y no impele a contar intimidades y sueños nunca confesados. Esta arena seguirá aquí cuando no estemos nosotros. El infierno no existe y en el cielo seremos todos ángeles. Los huesos se acortan con el tiempo por eso las personas mayores son más bajas. Los peces no duermen porque no tienen cama.


(Elvira, 8 años)

Renovación del DNI

2.9.05


Tras fijarme que tenía caducado el Documento Nacional de Identidad desde hace veinte años, he tomado la drástica decisión de renovarlo. Sobre todo porque no acababa de reconocer al tipo de la foto. Un examen de conciencia ciudadana me encaminó hacia la Comisaría de Policía.
−Buenas.
−Dígame.
−Es aquí para renovar el carné.
−Sí.
−¿Qué hace falta?
−Dos fotografías y el carné antiguo.
−Tome.
−¿Es usted Juan Pérez Martínez?
−No estoy seguro.
−¿Cómo dice?
−Que a veces siento que no soy esa persona.
−Un poco de seriedad, eh.
−Es por mi enfermedad.
−¿Está usted enfermo?
−Sí. Tengo un trastorno bipolar serio.
−¿Eso que es?
−Que unas mañanas me siento bien, como el del anuncio del donut, y otras todo lo contrario. Por eso no sé si soy yo u otro.
−Pero ¿usted cambia de apellidos durante el día?
−No.
−Pues entonces usted es este.
−Vale, si usted lo dice.
−¿Es hijo de Juan y Juana?
−De Juana sí, porque me crió, pero de Juan no sé.
−¿Cómo que no sabe?
−Es que yo tengo varios padres.
−A ver, explíquese.
−Sí porque a mi madre le hicieron varias transfusiones sanguíneas durante el embarazo.
−Eso no cuenta. Su padre es Juan y ya está.
−¿Vive en la calle del Agua número 7?
−No, se llama calle Sequía, le han cambiado el nombre; como no llueve.
−Oiga me está usted impacientando.
−Disculpe, es por culpa de mi falta de identidad que caducó hace veinte años.
−Ya veo. Ande, deme el dedo índice de la mano derecha.
−Ese no. ¿No le importa que sea el de la izquierda?
−Me parece que usted y yo vamos a acabar mal. Muy mal.
−No se ponga usted así, hombre. Se lo digo porque el derecho, como lo utilizo mucho para señalar, lo tengo un poco gastado e igual las dactilares salen un poco cubistas.
−¿Acaso tengo cara de tonto? ¡Traiga acá el dedo ahora mismo o se lo corto!
−Vale, no se me irrite que igual le afecta el síndrome scriba infensus.
−Quiere dejar de decir chorradas de una vez. Y ahora deme el pulgar.
−Sabía usted que gracias a que el pulgar se opone a los otros cuatro dedos hemos podido evolucionar. Sin él ni usted ni yo sería lo que somos.
−Me tiene harto. Son 6 con 45 euros.
−Ah, pero hay que pagar por tener identidad.
En ese momento observé como la cara de aquel hombre enrojeció hasta un color rojo sanguina. Parecía que sus ojos se le iban a salir y dejó de respirar. Inmediatamente cayó al suelo. Dijeron que era un infarto. Entonces otro señor se me acercó y me dijo:
−Vuelva usted mañana.
Pero no he vuelto, a fin de cuentas prefiero ser un sujeto no identificado.

La vuelta al 'cole'

1.9.05


Después del maestro, al frente sobre la tarima, el resto de la clase estaba por ocupar su puesto en el aula. En primera línea los listos, los que querían llamar la atención, los pelotas, los concentrados, la minoría selecta y aquellos otros que no veían bien la pizarra. En medio la tropa, los tímidos, los del apellido en mitad del abecedario, los compañeros siameses, las sociedades afines y los intereses comunes. En las esquinas los marginados, los desplazados y, junto a la puerta, los que querían escapar pronto de aquella realidad. Al final, los que armaban jaleo, los que no daban golpe, los vagos y maleantes, los insurrectos, los inconformistas, los repetidores, los que persistían en sus errores, los rebeldes y los que se aburrían. No sé cómo me las apañaba todos los años para terminar en la última fila.Y sigo igual, si no qué hago ahora escribiendo este blog mientras paso las páginas de mi tiempo.