𝙀𝙡 𝙖𝙘𝙞𝙖𝙜𝙤 𝙙𝙚𝙢𝙞𝙪𝙧𝙜𝙤
25.11.19
En mi juventud abusé de leer a Cioran. Me desintoxiqué con la vida, pero vuelve algunas noches y me riega con sus ideas: «Concebir un pensamiento, un solo y único pensamiento, pero que hiciese pedazos el universo». Entonces invoco su fantasma de filósofo urbano para que me alumbre en este aherrumbrado mundo de silogismos, y como el demiurgo dispone que sus personajes vuelvan a vivir su propia historia, me alerta: «Desear la gloria es preferir morir despreciado que olvidado». No tengo por más que administrar su dictamen aciago hasta el olvido.
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2 apostillas:
Hasta los profetas de la derrota huyen escaldados del olvido y prefieren la lucha cruenta del desprecio frente a la templanza bonancible del espeso olvido que nunca acaba de cubrir del todo a quienes crearon su arte en el silencio y sin vocación de llegar a los otros.
Estuve en el cementerio de Montparnasse en Paris junto a la tumba de Cioran y vi que conservaba su sexappeal todavía. Había un buzón donde los visitantes podían dejar sus mensajes para el filósofo más lúcido y artificialmente desesperanzado de la era contemporánea. Eso sí, Cioran admiraba la cultura española por haberse hecho necesariamente en la derrota. La derrota, el estado natural del héroe.
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