Calima
20.3.22
El cielo descargó una inesperada lluvia anaranjada coloreando la urbe de albaricoque maduro. El polvillo rubicundo tiñó las calles, los árboles, los coches y penetró en las casas anegando con sigilo todas las dependencias, impregnando cada rincón y objeto con una película de limaduras de mandarina.
Bajo el cielo leonado el asfalto parecía alfombrado de caléndulas, los edificios torres bermejas, las fuentes surtidores melifluos y los parques cuadros donde se fundían ocres, caquis y cobrizos.
Los habitantes comenzaron, primero a respirar y, luego, a masticar aquel aire azafranado que se les coló por la nariz y por los ojos, y los fue pintando de un tono zanahoria, hasta que se volvieron de arcilla en una ciudad de barro.
Etiquetas: cuentos de domingo, cuentos diminutos
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2 apostillas:
De una forma u otra regresamos a la tierra. Muy bueno.
Saludos,
J.
Bueno, como experiencia, mejor no repetirla mucho.
Un abrazo
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