Fueron a ver las luces de aquel sitio tan popular. Viajaron por el reclamo de la fama que había adquirido la ciudad. «¿Dónde nos escapamos este fin de semana?», preguntó el padre. «¿Qué os parece si vamos a visitar ese lugar tan famoso por sus luces de Navidad?», indagó la madre entusiasmada. Noelia frunció su ceño adolescente. «Viajar tan lejos para mirar una chorrada», protestó, mientras su hermano menor gritó un exaltado ‘¡bien!’.
La familia tras hacer los
preparativos se dirigió hacia el destino elegido. «Según he leído, son más de
cien millones de leds las que encienden», explicó el padre. «Anda, qué
exagerado», le contradijo Noelia, que prosiguió con sus protestas: «Y seguro
que hay cien millones de bobos asombrados mirando, incluidos nosotros». «No
empecéis a discutir otra vez», terció la madre, en tanto que el pequeño estaba
interesado en saber si habría algún video juego sobre la iluminación navideña de
aquel sitio.
Tras alojarse en un hotel
céntrico y descansar del viaje, el manto del atardecer hizo que el enjambre de bombillas
comenzara a emitir un brillo apabullante y cegador. La luz fragmentada en
colores entró por cada poro del ambiente, manchando cada objeto y cada ser vivo
de una gelatinosa luminosidad.
Hipnotizados caminaron hacia el
corazón de una deslumbradora atmósfera atraídos por el magnetismo de la
luminotecnia, hasta quedar ensimismados por el caudal refulgente que fluía.
Noelia se desprendió de las gafas
de realidad virtual y con desabrido ademán dijo: «Otro año más no contéis
conmigo para jugar a estos juegos que fabrican para los que no han dejado de
creer en la ridícula navidad».
5 apostillas:
Lo cierto es que las lucecitas nos hipnotizan y nos alegran.
Jajaja y yo que creí que se había venido toda la familia a Vigo, a ver la fábrica de luz Navideña que se ha montado Abel Caballero ( el alcalde de Vigo; ) Ni todas las bombillas del mundo, ni mucho menos la mejor recreación virtual puede hacer surgir en quien no lo siente, el espíritu navideño. Eso (como otros muchos sentimientos) no se puede impostar, o se siente, o no se siente, fin.
Me ha gustado mucho tu cuento antinavideño ; )
Muchos besos!
El año próximo será ella quien pida ir a ver las mismas luces, lo tengo por seguro.
Saludos,
J.
Las mejores luces de Navidad siempre se ven después de tres copas de anís.
Se trata de atraer polillas a la luz (es un negocio que no tiene nada de ridículo).
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