El jubilado

11.12.22



En el impertinente devenir de los días había trazado un círculo en el ducentésimo duodécimo día del calendario. Un círculo rojo exhaustivo y omnipresente que lo mantenía vivo las veinticuatro horas del día, los siete días de la semana. Era el centro de la diana. Tan esperado, tan sentido que no acababa de llegar. 

La gente empieza a tenerte lástima y piensa: míralo, el pobre, ya no es productivo. Es un ser inservible. Otro al que hay que alimentar sin que haga nada. Aunque todo eso lo traducen por un: enhorabuena. Y te dan consejos para que no te vengas abajo y no te deprimas por haber dejado de ser útil a esta sociedad, una herramienta interesada para que produzcas pingües beneficios a las empresas que enriquezcan los bolsillos de unos pocos. 

Todo eso ocurre porque nadie se mentaliza que antes de apartarte del mercadeo del trabajo debes comenzar a concienciarte de que ni eres imprescindible ni que nada es eterno. Tienes una vida útil y no es, precisamente, la que te han asignado sino aquella otra para la que tienes que estar preparado, la verdadera existencia de los sentidos y de los buenos y gratos momentos, nunca de la estar atrapado en un puesto laboral en un destino determinista de hormiga obrera. 

Lo mejor que puedo decirte es que goces del momento sin preocuparte en exceso por el hecho de no trabajar. Busca alternativas, cambia tu forma de ver el mundo, explora tus intereses, haz lo que te apasiona, cuida tu salud mental y física, abraza el cambio, conecta con personas interesantes y forma una red de apoyo para que te acompañen en tu nuevo estado. No te esfuerces por encajar en un sistema que no te tiene en cuenta, sino por encontrar tu propio camino y saborea la libertad consumando lo que te gusta. Encuentra el equilibrio entre trabajar y vivir, sin olvidarte de ser feliz. 

Eso que me dices es como un discurso de Coelho o de Osho, pero no me alcanza la pensión para tanto ni la salud tampoco. La vejez es el cansancio de la vida. 

Es cierto que la senectud puede ser una etapa de agotamiento y a veces incluso de soledad, pero también es una época de tranquilidad y de disfrute de los placeres de aquello que nos rodea. Puedes aprovechar este tiempo libre para realizar todas aquellas cosas que siempre has querido materializar pero que antes no podías acometer. Aprovecha para relajarte, disfrutar de la naturaleza, leer, escribir, pintar, cocinar, pasear, ejercitarte, aprender algo nuevo, tocar un instrumento musical, conocer nuevas amistades, visitar a tus familiares, viajar… 

Cada mañana ayuda en el Banco de Alimentos, se coloca su bata blanca y anota los víveres que salen y entran del almacén, pero no parece un hombre satisfecho. 

Y otra vez surge esa voz interior: No hay nada como dar un poco de tu tiempo y esfuerzo para ayudar a los demás. La verdadera felicidad no está en el dinero, sino en el sentimiento de satisfacción que obtenemos al contribuir con el bienestar de los demás. Ser voluntario es una excelente manera de conectar con la comunidad y experimentar la gratificación de hacer algo bueno y significativo.



2 apostillas:

Anónimo dijo...

Abrazar lo nuevo..., aunque estemos ya cansados por el uso, el desuso y el abuso...

Joselu dijo...

Un familiar de mi mujer tiene claro que el dinero da la felicidad, no le cabe la más mínima duda y vive satisfecho con su vertiente de empresario y negociante sin necesidad de leer un libro ni falta que le hace. Yo lo veo y lo miro escéptico y a la vez sorprendido por tanta felicidad en su vida a pesar de que no coincida para nada con mis esquemas. En fin.