Wéstern
13.2.22
Todas las mañanas llena un cubo con el agua de la fuente que hay en el parque. Antes, la mujer, da varias vueltas alrededor del surtidor y luego mira al cielo. Mientras el chorro colma el recipiente invoca un viejo rezo en una lengua desconocida para los transeúntes. En el barrio todos la consideran loca. A ella no le importa lo que piense el vecindario y cuenta, cuando le preguntan, que un antepasado suyo vivió en el lejano Oeste. De un tiempo a esta parte vengo observando muchas cabezas rapadas por la calle.
Etiquetas: cuentos de domingo, cuentos diminutos
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2 apostillas:
Que lindo leer este blog siempre ☺️
Con cuánta facilidad otorgamos el mote de "loco" a aquel que hace algo que no entendemos, pero no nos atrevemos a consultarlo. No vaya a ser que los locos seamos nosotros.
Saludos,
J.
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