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Casa de acogida

6.4.25


Khaleesi nació con una sonrisa como si el mundo le pareciera un juego amable. Aún no sabía que había llegado a una estación equivocada del destino, una donde los abrazos escaseaban y los gritos sobraban. Su madre, con la voz hecha un susurro y los ojos enturbiados por cicatrices invisibles, apenas la sostenía, pero aun así, la sustentaba.

La enfermera, testigo silente de tantas historias rotas, se dejó seducir por aquella criatura de luz. La niña le sonrió como si la esperanza pudiera prenderse así, de repente, en un parpadeo.

La madre llegó a aquel lugar temblando. No traía nada, salvo miedo y una niña que aún no comprendía el mundo. Allí le ofrecieron algo parecido al cobijo: una manta, un plato caliente, un oído que no juzgaba. Y, sobre todo, tiempo.

Khaleesi, con sus manos pequeñas, tocaba el rostro de su madre como queriendo recordar su forma, como si dijera: no te vayas otra vez. Y la madre amusgó la mirada como quien se protege del sol, comprendiendo que tenía que quedarse, que podía permanecer y que tal vez valía la pena intentarlo.

La casa era modesta, pero el corazón que es como una casa de acogida se le agrandó por dentro. Allí comenzó a construir otro relato: sin golpes, sin voces, sin desaliento. Una pequeña diablura contra la fatalidad.

Porque una consecuencia de hacer siempre lo que otros quieren es que te arrastra un torrente extraño hasta que un día decides y, es esa pequeña libertad, igual a una chispa que lo ilumina todo la que te puede llevar mar adentro.

Y entonces, por primera vez, la mujer miró a su hija a los ojos y sonrió.



Osmólogo

30.3.25


Desde niño poseía esa rara habilidad de olfatear el sexo de las mujeres. Sabía que cada una emitía un olor diferente. Las había que olían a azucenas de mar o a queso curado, a tierra regada por la lluvia, a guayaba o a canela, a bergamota o a tinta china. Un mapa cromático de fragancias femeninas embelesaba sus narinas. Todas tenía un aura aromática que las definía ante su nariz. Fue al llegar a su juventud que se enamoró y perdió su sexto sentido odorífero porque su amor no olía a nada.


La cena

23.3.25


Se juntaron una noche la coma elíptica y el coma etílico. Ella muy sobreentendida y él muy inconsciente, hacían una pareja peculiar. Habían quedado para cenar con una pareja amiga: él era corrector ortográfico y ella delirium tremens. Creo que la velada no acabó muy bien porque hubo faltas de respeto, descontrol, poca economía del lenguaje y alucinaciones.


Atrapado

16.3.25


Me fingí muerto pero ya no resucité.



Ciberflechazo

9.3.25


Las máquinas se enamoraron de mi manera de pensar porque escribía relatos para lectores inteligentes.



Cuentista

2.3.25


Si supiera mentir os contaría que esta historia es verdadera, pero solo es puro cuento.


Transtemporal

23.2.25

 

Tras darse la vuelta en la cama la abrazó fuertemente con ternura igual que la primera vez. Venía desde muy lejos. Los viajes en el tiempo siempre lo dejaban desamparado.



Bucle narracional

16.2.25

 

Leyó su nombre en el cuento y entendió que se protagonizaba a sí misma mientras se leía.



Flashback

9.2.25

 

Alexander revisa las fotos de su teléfono móvil. Se da cuenta entonces que las instantáneas que aparecen no las ha hecho él y que los personajes que retratados le son irreconocibles, menos por un pequeño detalle: aquel tatuaje.



Misterio

2.2.25

 

—Tengo un secreto que me hace vivir feliz.

—¿Y cuál es?

—Es impronunciable porque desaparece cuando se cuenta.



El encuentro

26.1.25

 

Rita caminaba distraída por la orilla de la playa mientras ve como las olas arrastran hasta el rebalaje una botella de cristal que gira por el impulso del mar. Curiosa la recoge para ver el mensaje que contiene. Tras extraerlo, mira el texto: «cuando leas este escrito sabrás que es tu letra y que te escribo desde tu pasado». ¿El pasado? ¿Qué pasado? No haya respuestas en su mente de quien pudo ser aquella mujer que ahora le escribía. Desconcertada volvió a leer aquellas palabras: «Tuviste una vida ¿no la recuerdas? La de una joven que se ató a un destino por un amor». Nada en su cabeza, no había nada que le recordara a aquella historia. Entonces miró al cielo y al amplio mar como para entender que le estaba ocurriendo, pero nada de aquello tenía que ver con ella y con su vida actual. Temblorosa desenrolló de nuevo el papel pero su contenido era distinto nuevamente: «No busques respuestas afuera porque están dentro de ti. Cierra los ojos y escucha lo que siempre has sabido y nunca has querido oír». Rita dejó caer el papel por un momento trastornada por un ligero vértigo mientras se preguntaba cómo era posible que el mensaje cambiara frente a sus ojos. Acariciada por la brisa del marina y llena de inquietud volvió a mirar el aviso donde pudo leer: «Te olvidaste de ti y durante años viviste para otros, para cumplir promesas que no eran tuyas». Una ráfaga de imágenes cruzó, en ese instante, su mente como un relámpago, mezclando una risa olvidada, unas manos escribiendo cartas a escondidas, un amor prohibido que la había cambiado para siempre, hasta poder entender que aquel texto que se reescribía a sí mismo no venía de otra persona, sino de una versión de ella que se reescribía. Una última frase se litografió en el papel: «El mar siempre devuelve lo que crees perdido. Si has encontrado esto, te has encontrado a ti misma».



Espacio felino

19.1.25

 

A Erwin Schrödinger le había desaparecido su gato y nunca llegó a saber si estaba vivo o muerto.



Calabaza frita

12.1.25

 

Mientras la mujer cortaba, a duras penas, trozos de carne vegetal anaranjada para meterla en la olla, la niña en un descuido introdujo el boletín de sus notas escolares. Y al padre le supo a gloria aquella comida.



La metamorfosis

5.1.25


Existen días que, cuando me levanto, tengo la extraña impresión de no reconocerme. No es que me haya cambiado el color del pelo o el timbre de la voz. Es más, si me miro al espejo me reconozco en todos los detalles de mi aspecto físico y, a pesar de ello, percibo una sensación distópica que zahiere mi alma. ¿El alma? ¿He dicho el alma? Eso es, siento como si una presencia inidentificada me hubiera robado mi sentido humano. Una especie de sustancia inmaterial infiltrada en mis células y en cada uno de mis órganos, pulsión, parpadeo y molestia sentimental. Algo informe que me ha colonizado y por lo que sospecho en qué me he convertido. Lo sé porque distingo, inequívocamente, cuando es otra máquina la que me habla desde su inteligencia artificial.



El narrador plúmbeo

29.12.24

 

—Érase una vez…

—¿Otra vez?

—¿Otra vez qué?

—Érase una vez…

—Sí, otra vez, érase una vez…

—Eso ya lo sé que érase una vez, pero no sé si era la misma vez u otra.

—Y colorín colorado, este micro se ha terminado.



Espectral

22.12.24

 

Al mirarse no encontró su reflejo. Y no, no es que fuera vampiro. Simplemente estaba ante un espejo invertido.



Chupasangres

15.12.24

 

Dorotea arrastraba a diario su carrito de la compra por un itinerario invariable. Nadie la vio nunca comprar nada en ninguna tienda o comercio del barrio. Su vecina Adriana recelaba de ella y sospechaba que algo se traía entre manos. Bajo aquella apariencia de mujer distraída y solitaria, latía algún asunto turbio. Un día se plantó delante de Dorotea interrumpiendo su camino y la interrogó sobre el contenido del carrito. Ella, con una tierna sonrisa, le contestó: «cabezas». La palabra le rebotó dentro como si fuera un eco, mientras veía como se alejaba la mujer. ¿Cabezas?, sería una asesina en serie que mutilaba los cuerpos y los transportaba hasta un vertedero, pensó. Y de inmediato corrió tras de Dorotea para pedirle más explicaciones. «¿Cómo que cabezas?», la interpeló. «Sí, hija, cabezas de ajo, porque no sé si te has enterado de que, con la llegada del buen tiempo, ha comenzado la temporada de vampiros y están por todos lados».



Humor negro

8.12.24

 

Estaba muerto de risa cuando el forense contó el chiste de su fallecimiento.



Genios

1.12.24


Miró el móvil. Le pareció un objeto frío y sin vida. En su pantalla oscurecida se reflejaba el paisaje del horizonte que entraba por la ventana. Ningún mensaje, ninguna llamada, sonido, alerta, requisitoria de su atención. En ese lapso de tiempo que le percibió demasiado extenso, comenzó a inquietarse. Después se sintió calmado y pensó que, como caja de Pandora, de allí salían todos sus males. A continuación, observó unas manchas sobre la superficie azabache y frotó con un paño de fieltro tres veces. Lo que sucedió, seguidamente, tenía muchas similitudes con lo narrado en un cuento oriental. Fue entonces que una voz casi humana le dijo: «despierta Aladino».



La mirada desigual

24.11.24

 

Se asomó al balcón y la vio pasar fascinado de que siempre fuera ella pero cada día era distinta.