«Qué noche de amor sería quererte y qué día de dolor despertar de esa noche». Tras leer la cita del poeta Macedonio Luna, reflexiono en la duda de saber si el amor profundo sólo se salva fuera del mundo que representa el día y nos enfrenta a la realidad.
Cuando entro a una gran urbe y comienzo a guiarme por los paneles que anuncian mi destino, me viene la imagen de un ratón dentro de un laberinto al que guían a su madriguera.
Tenía un concepto tan bondadoso de sí mismo que, difícilmente, pensó podría ser criticado, pero hasta en esto lo era.
Igual que a las calorías que aporta la ingesta de alcohol al cuerpo humano se les denominan calorías vacías, en los contadores de los blogs habría que a nombrar a esas visitas que pasan una vez en la vida casualmente por la bitácora como entradas vacías.
Hace unos días me encontré con una amiga bloguera. Tras repasar diversas cuestiones relativas a los niveles de salud, amor, familia, trabajo y, por supuesto, bitácoras, me hace una confesión: «Voy a dejar de publicar contenidos en la bitácora durante unas semanas». Lo entiendo, le dije, a veces es necesario tomarse un tiempo de asueto y de holganza para recuperar fuerzas y oxigenar la mente. «No, no lo hago para descansar yo. Lo hago para que mis lectores descansen de mí».
«Invéntate las mentiras que consideres oportunas, las que prefieras. Si no estarás perdido», acertó a explicarle el maestro a su discípulo.
Esquilo confiaba en la justicia de los dioses pero reconocía que tan sólo por la vía del sufrimiento se logra conocer la realidad del mundo: «Por el dolor a la sabiduría», solía referir y, por tanto, más necesario que rezar es tomar un calmante.
Me cuenta una conocida recién casada el discurso existencial en el que está inmersa tras su nuevo estado civil: «Existen tres problemas clásicos en la geometría que los griegos no supieron resolver: la cuadratura del círculo, la espiral de Arquímedes y la trisectriz de Hipias. En cambio, yo que sí puedo solucionarlos no sé freír un huevo».
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