¿Mueren los sueños cuando desaparecen sus portadores?
Tiránica hermosura
13.4.10
—¿No vale con ser una misma?
—No, en este mundo hay mucha competencia.
—¿Y contra quién competimos?
—Contra nosotras mismas.
—No soy mi rival y me da igual como me miren.
—No es cómo te miren sino como te veas tú. No podría salir a la calle sin estar arreglada.
—La belleza que se impone es opresora para la mujer. Es como ese instrumento de tortura, ‘la doncella de hierro’, bello por fuera y que por dentro te mata.
—Tú di lo que quieras pero pásame el pintalabios.
Pesadumbre
12.4.10
«No me angustia ni el ser ni la nada ni dios ni la ausencia de dios, sólo la sociedad: pues ella, y sólo ella, me ha infligido el desequilibrio existencial al que intento oponer un porte erguido -escribió Jean Améry- . Ella y sólo ella me ha robado la confianza en el mundo.» Será esa sociedad que se aposta en torno a los juzgados y las comisarías para linchar a los inculpados de crímenes horribles, la que estigmatiza a todo el que se sale de la ‘norma’, la que perjura bajo el barniz de lo ‘políticamente correcto’ sobre condición sexual, pensamiento o modo de vida. Es para angustiarse.
Peregrinar
10.4.10
El maestro cojo
9.4.10
Don Jaime era un maestro mutilado por la Guerra Civil. Republicano tachado de ‘rojo’ fue dejado por inútil tras perder una pierna. Impartía su clases en la vivienda que habitaba con su mujer y con una hija pequeña. Aunque los niños lo conocían como ‘el maestro cojo’ no ostentaba ningún título de magisterio y, sólo su incapacidad física y su cultura acumulada en compulsivas lecturas, permitió que le dejaron malvivir dando clases bajo la supervisión del régimen. Aquel hombre inmóvil solía desgranar algunas perlas elocuentes sobre su experiencia. Vagamente recuerdo algunas y de las que no olvidé, cito más o menos de memoria: «no es placentero aquel alimento que va contra mi salud» y «no criticaré ningún modo de vida que no sea nociva contra la mía», que trato de aplicar.
Especulación
8.4.10
Tan familiares nos son las nuevas tecnologías —no digamos lo que supondrá para todos los que vienen detrás— que parecen como si desde siempre estuvieran con nosotros. No es así pero ese espejismo alimenta pensar si estas herramientas hubieran estado en manos, no sé, por ejemplo, de Cervantes, cómo habría sido escrito su don Quijote, cómo se habría desenvuelto ‘La Ilíada’, cuánto hubiera avanzado ‘El origen de las especies’ o si ‘Romeo y Julieta’ no hubiera derivado en un ‘culebrón’. Quizás el ‘Kama sutra’ eclipsaría en fama al Catecismo y a qué hubieran quedados supeditados textos como el Talmud, la Biblia o el Corán. Sólo son contemplaciones de aquello que no ocurrirá y pórtico de lo que se avecina.
Alegato vital
6.4.10
―No, eso no es así. Se parece más a una autopista al más allá.
— La existencia es un juego de espejos. Pasado y futuro son imágenes virtuales donde se refleja en presente.
―No, es sólo este momento. Un instante continuo.
—La vida no es lo que uno quiere sino lo que uno tiene, ¿y qué tenemos?
― La vida es corta, poco duradera. Te la puedes pasar haciendo muchas cosas para que no te des cuenta que el tiempo discurre o te la puedes pasar pensando que el tiempo pasa. La conclusión no es diferente.
Quemazón
5.4.10
Violencia verbal
4.4.10
Etiquetas: cuentos diminutos
Subterfugio
3.4.10
Silencio
2.4.10
En mi niñez había dos aspectos que me llamaban la atención de estos días festivos. Uno era su particularidad culinaria: garbanzos, bacalao, arroz con leche, bollos de aceite y tortas de azúcar. El otro era la sordina de un tiempo en que todo se paralizaba y apenas había ruido en las calles. De aquellos días, tristes para la chiquillada, recuerdo un gran silencio.
Endogámicos blogs
1.4.10
Simplicidad
30.3.10
—Dónde vas.
―Voy a comprar pescado.
―Te veo muy bien acompañado.
—Sí, no voy a ningún sitio sin mi lucidez.
—Y eso te ayuda mucho cuando, como ahora, vas a comprar pescado.
―Debería.
―Yo también voy a comprar pescado pero sin ninguna clarividencia. No creo que por eso me atiendan peor.
—No debería ser así.
―Entonces seguiré mi camino.
―Y nosotros el nuestro.
Inverosímil
29.3.10
Lunación
28.3.10
Etiquetas: cuentos diminutos
Espejismo
27.3.10
Existe un método casero para ahuyentar a las molestas moscas. La gente suele colgar bolsas de plástico transparentes llenas de agua en los porches de las casas de campo. Al verse reflejadas y aumentadas en las mismas, dicen quienes practican la técnica, huyen aterrorizadas.
Ocurre igual con el ser humano cuando se enfrenta a su deformada imagen que huye despavorido ante su esperpento.
Trauma
26.3.10
Sin embargo coger algún gorrión, colorín, verderón o cualquier otra especie era un reto. Todos fardaban con sus ristras de pájaros enganchados por el pico con un alambre. Tal fue la presión recibida que decidí, junto a mi hermano menor probar suerte y colocar dos o tres trampas, llamadas pillapájaros, las cuales había que vigilar porque de lo contrario otros chicos las robaban. Eran de cobre dorado y reluciente, a estrenar. Supongo que las compraría mi padre.
Antes había que buscar el cebo. Aludas o gusanos escondidos bajos tierra que se colocaba en una especie de tenacillas de las trampas.
Varios intentos consecutivos terminaron por desalentarnos al ver que ningún pajarillo había caído en las trampas. Así transcurrían los días sin mayor barbarie en el juego de imaginarnos que éramos cazadores.
Cierto día aciago, cuando dábamos todo por perdido y estábamos a punto de desistir, abrumados por el desánimo, en una de las trampas oteamos unas pequeñas plumas. Al llegar hasta el lugar uno de los pillapájaros había saltado y atrapado por el cuello a un diminuto jilguero.
La alegría inconmensurable de triunfo no tardó mucho en mutarse en tristeza. Apenas pude sacar del alambre el cuerpecillo del ave, note el suave tacto de sus plumaje y su inerme presencia entre mis dedos, un sentimiento de pesadumbre me invadió porque no podía devolverle la vida y echarlo a volar.
En ese momento terminó mi vocación de cazador.
Virus, patógenos y otros contagios
25.3.10
Llegados a este punto de devastación y daño, lo más razonable sería que los estados se comprometieran en dotar de herramientas necesarias y gratuitas a los usuarios y así poder defenderse de estos contagios que causan pérdidas millonarias a todos.
Incógnitas
24.3.10
Otredad
23.3.10
—Nadie se pone el lugar de otro. Para ello es necesario ocupar su espacio, algo que conlleva abandonar el nuestro —le respondió.
—¿Cómo ponerse el lugar de otro yo, salir de nuestra armadura para ocupar otra ajena, vernos a nosotros como extraños de nosotros mismos? —insistió.
—Cómo me pongo en el lugar de quien consigue sin esfuerzo una meta porque utiliza sus influencias. O en el lugar de quien usa la violencia o de quien es indigno con los demás.
—¿No es posible por tanto la empatía?
—No sé, no siempre, sólo en algunos casos. Vete a saber.
Interacción
22.3.10
Claustro
21.3.10
Etiquetas: cuentos diminutos
Flujo de conciencia
20.3.10
Bichos
19.3.10
Recuerdo que no me gustaba participar de aquellas desmanes contra los bichillos pero que quizás no me inhibiera contra hormigas y moscas, pues uno de los juegos era hacer arder sobre un palo una botella de plástico y dejar caer las gotas del material derretido sobre las largas filas de hormigas que iban y venían a sus hormigueros, a modo de aviones que bombardearan un convoy militar. Sin llanto ni gemido por parte de los insectos no le suponíamos dolor, aunque sus filas quedaban bastante maltrechas y sus exoesqueletos plastificados. Reconozco apenarme de tal malicia porque con el tiempo los insectos me han servido, incluso, de inspiración lírica.
Pero en mi memoria guardo un decálogo de bárbaras costumbres —de las que siempre me aparté—, en las relaciones de los niños y los insectos, reptiles y hasta mamíferos. Así vi con asombro como tenían por costumbre, algunos chicos, meter tabaco en la boca de las lagartijas y colocar un palito entre sus extremidades a modo de que aparentara ser un guitarrista. Las moscas, saltamontes y otros bichos voladores eran objeto de amputación de miembros, o atados con hilos hasta que se extinguía su vitalidad.
Solían buscar alacranes bajo las piedras porque eran los más implacables depredadores para después, en el mismo recipiente, acompañarlos de arañas, escarabajos, ciempiés, gusanos, hormigas y algún otro insecto que se preciara. Se trataba de saber quién sobrevivía en aquella jungla de seres extraños. El resultado era una orgía de miembros descuartizados y en el epílogo no perduraban ni los ganadores que recibían la muerte como premio por parte de sus captores.
No todos los animales corrían igual suerte. Los niños temía especialmente a las avispas, a las que solían quitar el aguijón y a las abejas. Adoraban a los grillos que alimentaban con lechuga y guardaban en una pequeña jaula. Coleccionaban gusanos de seda que engordaban con las hojas de la moreda. Capturaban y soltaban a las libélulas al igual que a las santateresas. En verano perseguían a las chicharras y por las noches el más preciado tesoro eran las luciérnagas.
Los anfibios, reptiles de tamaño medio, gatos, perros y pájaros, son capítulo aparte.
Bajo el síndrome de Kessler
18.3.10
Al aumentar la frecuencia y el número internautas se corre el riesgo que los correos queden colapsados o que nos hagan perder un tiempo preciado, a expensas que alguien se dedique a limpiar tantos residuos virtuales.
Transfronterizos
16.3.10
—Buenas noches.
—Buenos días —le respondió.
—Dónde vas a las seis de la mañana —quiso saber.
—A trabajar —dijo.
—Estás loco —precisó asombrado.
—¿Y tú por qué madrugas tanto? —se interesó.
—No madrugo, voy a dormir —explicó con cansancio.
—Ah, cuánta cordura.
Conminación
15.3.10
Fuga de cerebros
14.3.10
Etiquetas: cuentos diminutos
Absortos
13.3.10
El catador de melazas
12.3.10
Un día pregunté a la gente mayor cuál era el oficio del hombre que aparecía después de escuchar la sirena de la fábrica. Mi escaso entendimiento infantil dedujo de la explicación dada que se trataba de una persona que calentaba las mieles de la caña de azúcar hasta evaporar su espíritu y con ello adornaba de aromas cada primavera.
En realidad años después descubrí, prosaicamente, que se trataba de un maestro de azúcar, cuya misión era dirigir el reparto de la melaza y pasear por la nave de las tachas para observar los tubos de nivel, entre otras ocupaciones.
Aún así, hoy, su evocación me trae tardes de aromáticas primaveras sin continuidad.
Insumisión digital
11.3.10
Un grupo de internautas han entregado al Ministerio de Industria ‘La lista de Sinde’, un inventario donde responsables de 1.180 páginas web, entre las que se incluye este 'blog', se autoinculpan de incumplir la Ley de Economía Sostenible. Esta una forma de protestar contra el cierre de páginas web: declarándose culpables de «intercambiar cultura libremente mediante la integración de un buscador de descargas.»
‘La lista de Sinde’ está formada en un 75 por ciento por «creadores, autores que ponen sus obras a disposición del público, que luchan por un modelo sostenible de cultura libre» y en la que algunos viven de ello. Como apuntó Adolfo Suárez, en uno de sus discursos: «es necesario elevar políticamente a la altura de normal, lo que en la calle es normal».
Este es el momento de poner un pequeño grano de arena aunque, por esto, los gobernantes sean tan osados de cerrar bitácoras como esta que lees.
Meollo
9.3.10
―Lo juro no fui yo. Se me apareció el fantasma de Deleuze.
―Platón diferenció entre el entendimiento estrictamente discursivo y la razón, que permitía conocer las ideas en sí mismas.
―Me obligó a citarlo y no me pude resistir.
―Y Kant llegó a afirmar que el entendimiento es la facultad de pensar y unificar bajo el concepto la diversidad ofrecida por la sensibilidad.
―Acepto la contingencia en el fracaso de mi comunicación.
Acasos
8.3.10
«Sólo el azar del encuentro garantiza la necesidad de lo pensado», opina Deleuze. Y lo ideado innecesario desahucia el desencuentro de la contingencia humana.
Extravío
7.3.10
Etiquetas: cuentos diminutos
Atolladero
6.3.10
El estudio del pintor
5.3.10
Invitado por un compañero de instituto, la primera vez que pisé aquella sala con suelo de madera y cuadros surrealistas que me recordaban a Dalí, mi timidez me hizo sentirme más pequeño, rodeado de gentes que hablaban y discutían sobre la creación artística. Sentadas o recostadas sobre varias ‘chaise-longue’ aquellos personajes pertenecían a un mundo, hasta entonces, sólo conocido por los libros.
La cita era los viernes, día de permiso extra para volver más tarde a casa, y aquello era una isla en mi vida estudiantil. Esperaba el fin de la semana con anhelo para poder leer algo que hubiera escrito y someterme a los comentarios, condescendientes por qué no, de los personajes que por allí pululaban y a quienes escuchaba, con asombro, contar sus experiencias vitales, sus reflexiones sobre libros y discos desconocidos para mí. Al fin no estaba sólo en el camino que emprendí.
Identificados
4.3.10
A la gente que me rodea, en general, les importa un bledo que tenga un ‘blog’, acostumbrados a lo tangible de mi persona, siente poca curiosidad por la expresión virtual en la que me proyecto a diario.
Si alguien me hace un comentario en persona es casi anecdótico, lo hace más por amistad que por el interés de conocer lo que publico. Incluso quienes solían mostrar alguna curiosidad por lo que escribía en papel, plantean bastante resistencia a este nuevo formato.
Es así, en esta realidad poliédrica que somos, Internet, las bitácoras y las nuevas tecnologías, han añadido una cara más a la persona que somos.
Pintamos la casa
2.3.10
Van más de cinco años que este inquilino se alojó en la bitácora ‘El día que estés muerto sabrás cuánto te quieren’. Un lustro en el que me he sentido a gusto en un habitáculo a veces burbuja, a veces máquina del tiempo y, a veces, cápsula espacial con la que viajar por el ciberespacio. Internauta de las palabras y de los amigos que visitan la ‘casa’, un día pensé que había pasado el tiempo suficiente como para darle unas manos de pintura y renovarse a la vez que morir día a día como destino común.
Entonces eché mano de quien sabe hacer buenos diseños como el que alberga ahora ‘El sexo de las moscas’. La diseñadora gráfica Anna Jordà ha creado una renovada imagen para ‘El día que estés muerto sabrás cuánto te quieren’. Su creación se ambientó en los objetivos y contenidos de habitan el ‘blog’. El resultado francamente satisfactorio.
Según la propia Anna: «la idea de web y ‘blog’ es recoger ideas y pensamientos volátiles, los que revolotean por la cabeza (metafóricamente, las moscas) y engendrarlos y reconvertirlos a través del sexo. A partir de estos conceptos se ha realizado el logo-marca para la web. Creemos que es importante este elemento gráfico dado que la entrada principal de este ‘blog’ lleva este nombre y por él se le conoce. Por ello proponemos que este logotipo aparezca en todos los blogs de creación propia del autor (...) Por otro lado, la imagen del ‘blog’ mismo (‘El día que estés muerto...) se trabajado a partir del concepto ya existente de ‘ocaso’ pero con un tratamiento más de obra gráfica. Una línea de horizonte y un pequeño sol escondiéndose. Se ha añadido un segundo sol. Conceptualmente se pretende también añadir un sol naciente para plasmar la dualidad de principio-fin y hacerlo visualmente más rico. Los colores son sobrios, elegantes y serenos. Se apartan de los colores generalmente luminosos que encontramos en formatos de Internet. Acompañan a los pensamientos pero no los distraen.»
Terminado el trabajo de Anna, llegó la hora de hospedar esa imagen gráfica renovada. Y vino Antonio Zambrana, administrador y diseñador de Blogsmadeinspain a rematar la faena.
El resultado delante de vuestras pantallas está. Espero que lo disfrutéis.
Sondeos
1.3.10
«Las palabras son pozos de agua en cuya búsqueda el decir perfora la tierra, pozos que cada vez hay que hallar y perforar de nuevo, fáciles de cegar, pero que en ocasiones van brotando también donde menos se espera», alegó Martin Heidegger. Será por ello que la pasión de la lengua sólo la entienden aquellos zahoríes incansables que se han perdido en su oficio.
Seguridad gramatical
28.2.10
Los artículos personales serán escaneados en los aeropuertos.
Etiquetas: cuentos diminutos
Pespunte
27.2.10
Hilvanados al mundo por instantes; cosidos por momentos. Esa es la costura detallada de la que estamos hechos con tejido de tiempo y de memoria.
Paralelogramos
26.2.10
Existe en la geometría de la memoria infantil una figura de nefasto recuerdo. Odiada y deseada desde el anhelo de la curiosidad, establecía la frontera de un mundo prohibido cuyas puertas sólo podía abrir el paso del tiempo. La presentación estelar de la silueta del rombo en la pantalla del televisor estaba precedida del mayor momento de incertidumbre conocido en la temprana edad. Los escasos planos que se colaban en el televisor sin que apareciera la maldita silueta del polígono eran como un regalo para intuir la historia que se contaría de inmediato y con la que se podría soñar pero nunca satisfacer la indagación.
Lo más infausto de aquel cuadrilátero paralelogramo no rectángulo era ver aparecer su doble figura, porque entonces no cabía negociación posible y el camino de la cama era seguro. Los límites de la libertad infantil frente a la televisión, en horario nocturno, estaban fijados por un área con cuatro lados iguales en longitud y paralelos dos a dos, para satisfacción de los padres.
La falsedad verdadera
25.2.10
Sócrates jamás dijo que «los jóvenes hoy en día son unos tiranos. Contradicen a sus padres, devoran su comida, y le faltan al respeto a sus maestros» y, sin embargo Internet aparece plagado de webs que la exhiben esta frase como propia. Tampoco Cicerón dejó escrito que «si ignoras lo que ocurrió antes de que tú nacieras, siempre serás un niño.» Y a François René de Chateaubriand se le atribuye la cita: «El escritor original no es aquel que se abstiene de imitar a los demás, sino el que puede ser imitado por nadie.» No se libra ni el propio Albert Einstein a quien se le otorgan frases como «Cien veces a diario recuerdo que mi vida interior y exterior se basa en el trabajo de otros hombres, vivos y muertos, y que debo esforzarme para dar en la misma medida en que he recibido y sigo recibiendo.» o «La religión sin la ciencia estaría ciega, y la ciencia sin la religión estaría coja también.»
La red ha extendido más que nunca estas citas apócrifas, pero también nos da herramientas para descubrirlas.
Taller del recuerdo
23.2.10
—Olvidamos para recordar.
—Cosa curiosa —reflexionó el oyente.
—Entonces recordamos para olvidar —terció en tono irónico otro interlocutor.
—No recordamos los olvidos porque los borramos para sobrevivir —insistió en su tesis el primer contertulio.
—A veces es necesario, entiendo yo —medió entre los dos.
—Pero olvidamos los recuerdos que nos sobran para vivir —concluyó el tercero en discordia.
Molineros
22.2.10
Cita Sexto Empírico, en su libro ‘Adversus mathematicos’, el verso de Eurípides: «Muelen despacio molino de dioses, más muelen muy fino». No sé cómo de refinado pero de lo pausado da muestra las miles de personas que mueren de hambre a diario.
Pizarra mágica
21.2.10
El profesor escribió en la pizarra la palabra coloide. Al girarse hacia la clase todos sus alumnos habían desaparecido.
Etiquetas: cuentos diminutos
El tendero de las palabras
19.2.10
La primera vez que me fijé en él lanzaba piropos a un grupo de jovencitas que pasaba frente a su tienda de ultramarinos. En la puerta había colocada una pizarra sostenida sobre una especie de atril de patas cortas. Escrito con tiza, junto al precio del pan, las patatas y el azúcar, se podía leer: «no hay sábado ni mocita sin amor».
El descubrimiento fue una licencia para mi curiosidad y mi imaginación de niño. Cada vez que tenía ocasión volvía a pasar por la calle donde reglaban frases ingeniosas, las mismas que procuraba memorizar para después comentarlas a mis amigos.
Un día tuve que entrar a comprar un kilo de garbanzos para cumplir con un encargo de mamá. El tendero, prodigioso para mí, me agasajó con algunas bromas y me despachó las semillas. Dijo: «un kilo de legumbres y cuarto y mitad de adjetivos para estos garbanzos tiernos y jugosos».
Entonces bajó un bote de cristal lleno de trocitos de papel blanco que estaba colocado en uno de los estantes, entre las latas de conservas, y me lo dio junto con el paquete de garbanzos. «Toma, un regalo», me dijo, mientras pensaba que mejor me hubiera dado un caramelo.
Al salir del comercio, intrigado, desdoblé el papel y dentro estaba escrita una palabra: obnubilar.
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Vertiginoso
18.2.10
La velocidad es lo sustantivo del mundo actual: la aceleración en el acercamiento a lo novedoso. No es de extrañar que alguien como el analista web y el gurú del investigación de las audiencias 'online', Avinash Kaushik, proclame que «el cambio constante es un imperativo estratégico en Internet.»
Etiquetas: Avinash Kaushik, Internet, web
Pesquisas
16.2.10
—Plantear lo no vivido como un método de indagación de la propia existencia me ha hecho replantearme mi situación en el mundo —le confesó mientras conducía.
—Y eso adónde te ha llevado —indagó el copiloto.
—Me ha llevado a saber que ahora conduzco y, sin embargo, podría ser quien está sentado ahí —dijo mientras señalaba con la mirada el lugar de su acompañante.
—El viaje, entonces, sería el mismo. Sólo cambiaría tu posición.
—Y mi predisposición que es aún más importante. Algo que se escapa a las dimensiones físicas pero que está atrapada en ellas.
—Me he perdido.
—Es fácil, tomamos las decisiones justas en el momento justo.
—Sí, un volantazo ahora, contra ese camión que viene de frente, sería fatal.
Ausentes
15.2.10
Freud pronosticó que «la escritura es, originalmente, el lenguaje del ausente.» La expresión de quien se pierde en la realidad, la lengua de los evanecidos, la comunicación del que no está.
Estrés interpersonal
13.2.10
A menudo nos hallamos perdidos en el encuentro, desnortados por ecpatía.
Miguelón
12.2.10
Soy de la opinión que no existe un destino atadura de lo que somos aunque, al final, sí terminamos atados a un destino preciso.
Ese es el caso de Miguelón, apodado así desde el instituto porque tanto su físico como su personalidad se derramaban del simple molde de Miguel. Con su cachaza y su frialdad de ánimo, nada parecía inquietarle.
Estaba allí porque le habían mandado igual que un niño va donde le ordenan porque tiene que cumplir con un encargo, todo sin el más mínimo interés. Así lo fue hasta terminar, con los años que fueron necesarios y las ayudas oportunas, su carrera de Farmacia.
Hace unos días lo vi cruzar la calle con un cigarrillo en la mano. Salía de la farmacia que regenta y cuya licencia adquirió por herencia familiar. Llevaba el mismo gesto despreocupado que cuando caminaba, lerdo, tardo, por los pasillos del instituto.
Cien metros más abajo, Isidro, un chico de la misma generación que era todo pundonor en los estudios, que lograba buenas notas y se entregaba a las causas de los compañeros, y que estudió Farmacia con un expediente inmaculado, regenta un herbolario mientras medita tranquilo ejercer un destino diferente.
Epistolario cibernético
11.2.10
Sé que los robots de Google leen mis correos electrónicos y hurgan en sus intimidades. Lo que no sé es si extraen consecuencias de palabras contenidas en ellos como afecto, abrazo, amistad, saludo o beso.
Sé que los robots de Google leen mis mensajes para incluir en ellos publicidad relevante y de aparente interés como internauta. Lo que ignoro es si extraen consecuencias notables de palabras como ternura, corazonada, lluvia, cariño o tiempo.
Y a pesar de ello, me reconforta que alguien, aunque sea un androide, lea en mis cartas expresiones tales como cordial, ensimismado, alegre, atentamente o deseo.
Diálogo mudo
9.2.10
—Yo no nací ayer.
—
—Ni me he criado en un verano.
—
—Tampoco estoy dispuesto a comulgar con ruedas de molino.
—
Boberías
8.2.10
«Hay que saber hacer las tonterías que nos pide nuestro carácter.» Si hay que dar por cierto esta máxima de Nicholas Chamfort, la condición de algunas personas no tiene parangón.
Nebulización al vacío
6.2.10
Anhelar lo que el deseo nos niega es como aspirar una bocanada de ‘nadeidad’.
Miguelito
5.2.10
Siempre que lo veo me da un tímido saludo balbuciente; siempre desde que lo conozco y que es desde toda la vida. Y aún así es un ser enigmático desde mi infancia.
Es el mayor de cinco hermanos y el peso de su primogenitura le hizo pronto buscar un oficio. Así le conocí como un veinteañero postulante a ser una persona que rápido disfrutara de pareja, constituyera una familia y vegetara más o menos feliz como una gran mayoría de congéneres. Eso fue lo que ocurrió con el resto de sus hermanos pero no con él.
Durante años le vi palidecer mientras iba y venía del trabajo a su casa, a un hogar cada vez más despoblado hasta vivir, finalmente, sólo con su anciana madre. Sin amigos, sin aficiones, sin alguna pasión que no sea convivir con su rutina y hacer algunos apaños caseros o trabajos relacionados con su oficio de mecánico, le he visto como borrarse del mundo.
Mi incertidumbre, cada vez que me cruzo con él, es la misma: ¿habrá algún plus de emoción oculta en su existencia que desmonte ese retrato público?
Destinos paralelos
4.2.10
Descarto la existencia de otros universos fuera del que habitamos a pesar de que se pueda desarrollar, matemáticamente, la veracidad de modelos multidimensionales. Sí, en cambio, entiendo que cohabiten destinos paralelos o múltiples.
Alguien se demora unos segundos ante el cambio de luz en un semáforo y mira asombrado como un camión se salta el semáforo en rojo, algo que salva su vida. Otra persona se apresura a llegar a tiempo a una cita, un suicida salta al vacío en ese momento, le cae encima y la mata, mientras éste salva su vida. Tomar un rumbo diferente, en cada instante, nos da un azar distinto. Pero no morimos otras vidas, solamente esta.
Sosiegos
2.2.10
—Te veo tranquilo.
—No sé por qué no iba a estarlo.
—La situación merece estar en tensión.
—Con el estrés no es bueno pasarse. Hay quien sospecha que en las personas estresadas hay una mayor incidencia de cáncer.
—Lo que no se puede es tener la sangre en pastillas.
—Para la desesperación nunca es tarde.
Eterno ahora
1.2.10
«El futuro tiene muchos nombres. Para los débiles es lo inalcanzable. Para los temerosos, lo desconocido. Para los valientes, es la oportunidad», según Víctor Hugo. En cambio para el maestro zen sólo existe el ahora irresistible, en el que debemos y estar y permanecer con todas las consecuencias porque, aunque mañana muera, hoy estoy vivo.
Atestación
30.1.10
Si el mundo es como es, es porque sobre él pesan todos los conocimientos, todos los avances científicos. E igualmente todas las necedades.
El farol de Guno
29.1.10
Guno era un hombre ciego. Cuando caminaba de noche por la calle se iluminaba con un farol y explicaba, a quien le preguntaba, que la luz no era para ver la calzada que conocía de memoria, sino para iluminar el camino a los demás. Es una historia conocida en la que hay quienes ven la moraleja de la entrega hacia los demás.
Quizás en un mundo antiguo la fábula de Guno tuviera sentido, no en cambio en este. En los tiempos enceguecidos que corren, muchos son los que necesitan ser vistos, llamar la atención para que el ojo ciego de la actualidad y de la fama. Por eso encienden su farol, para saber que sepan que están ahí.
Corrientes
28.1.10
Internet es como el mar: siempre en movimiento. O para ser más lírico se puede recurrir a un verso del 'Cementerio marino' de Paul Valery, de forma intertextualizada: Internet, Internet, «toujours recommencée.»
Ontología del diálogo
26.1.10
—¿Quién habla ahora?
—No soy yo.
—Entonces ¿soy quien pregunta?
—Es probable.
—Y tú que me respondes quién eres. ¿No eres acaso ese otro yo?
—No podría decirte si yo soy tú mismo.
—Será quien nos escribe el que habla.
—Puede que sólo sea a quien escucha al pensar.
—Entonces somos los hijos de su pensamiento.
—No, sólo simple diálogo leído por un lector. Eso es lo que somos.
—Permite que dude.
La variante de Boylston
25.1.10
Guy de Maupassant, a quien Nietzsche definió como «un verdadero romano», advierte que «la dicha está sólo en la esperanza, en la ilusión sin fin.» Algo así como una Banda de Möebius en el plano inmaterial que nos hace ilusos dentro de una conectividad infinita.
Egoístas
24.1.10
Tenía tanto ego que le resultaba imposible soportarse a sí mismo y le disparó al espejo.
Etiquetas: cuentos diminutos
Artistas
23.1.10
La dignidad de la obra de arte llega hasta donde alcanza la honestidad de su creador consigo mismo.
Tiempo muerto
22.1.10
El tiempo es como el tejido epidérmico. Los segundos se nos caen como células muertas. Bajan por las cañerías del recuerdo hasta el olvido. A veces me tienta resucitar ese tiempo muerto.
Miro con el catalejo de la memoria y busco un recuerdo temprano. Me veo, muy niño, enfermo en cama, la radio encendida y una agradable voz de mujer como compaña. Noto la luz de una mañana luminosa, advierto mi ingenua imaginación por penetrar dentro de aquel artilugio a conocer a ese primer amor. Me siento prisionero en un pijama, las alas cortadas.
Por fortuna queda una caricia de mamá en casa.
Leer el periódico
21.1.10
Internet ha variado los modos de lectura de la información, hecho que causa una enorme desazón en el negocio periodístico por lo que supone de revolucionario. Ya no es que se abandone el papel que, cada año, irá a menos (se estima en una disminución del 3’5% en 2012), es que los lectores que visitan ‘Google Noticias’ sólo leen los titulares en un porcentaje del 44 por ciento y no van a la fuente del diario que lo suministra a leer la noticia, según ‘TechCrunch’.
Es más, si hace unos años era un 33% las personas que acudían a las fuentes digitales para estar informadas, ahora ese porcentaje llega hasta el 57 por ciento, y además se sienten más atraídas a acudir a los ‘agregadores de noticias’ (un 31 por ciento) que a la propia fuente digital (8 por ciento), o a cualquier otra ‘web’ (18 por ciento).
Panorama opaco que ofrece otros datos como que tan sólo el diez por ciento de los usuarios de noticias están dispuestos a pagar por un periódico impreso o en línea, mientras el 75 por ciento buscaría una fuente diferente de información si tuviera que pagar por leer las noticias. Tan sólo de esta quema se salvan los periódicos locales porque mantienen un dominio sobre temas muy concretos.
Maneras
19.1.10
—¿Nos da presteza el mundo para encauzar nuestro destino?
—¿A qué te refieres?
—Por ejemplo, si al asesino le da frialdad o arrebato para matar; al mendigo resignación para ser pobre; al suicida desesperación para acabar con su vida.
—Piensas en una habilidad para ejecutar aquello que nos alcanza.
—Pienso que me planteo hablar contigo, en este momento, y no en estar asaltando un banco o enrolado en una oenegé. Soy más capaz de charlar sin más que de realizar esas otras cosas que son para mí pura teoría.
—Supongo que es cuestión de proponérselo.
—No sé. Es posible que nunca pudiera ser un asesino o un suicida pero sé que tampoco político, profesor o mecánico.
—Todo es probar.
Lírica antropológica
18.1.10
Gehlen anuncia que «el hombre es esencialmente un animal auto poético, un ser que debe crearse a sí mismo». Y destruirse a sí mismo con la antipoética de su necedad. El lirismo humano es tan conmovedor que alcanza el estupor cuando crea y cuando destruye.
Ocultación
17.1.10
La pelota dibujó una hipérbola en cielo hasta que tapó el sol y se produjo un eclipse de fútbol.
Etiquetas: cuentos diminutos
Exhorto
16.1.10
Cualquier cosa es más primordial que leer esta bitácora. Así que anda, te aliento a que vayas a hacer aquello que no debes demorar.
Laberinto
15.1.10
Nací en un corral de comedias abandonado a su suerte como casa de alquiler. Era un edificio laberíntico que dimensionó mis primeras experiencias y las condicionó a una maraña mental. Moraban el inmueble una prodigiosa vecindad y un tropel de niños.
Aquel dédalo de pasillos oscuros y sinuosos, flanqueados por altas puertas casi siempre cerradas, escaleras que ascendían y descendían por todos los rincones, y amplías azoteas, fue para mí la primera colmena humana y el lugar iniciático de mis juegos y amistades.
Una balaustrada de madera pintada de verde rodeaba el patio central en sus dos alturas, mientras en su planta baja habían instalado una carpintería que impregnaba el ambiente con olor a virutas. En cenital observación, miraba a los obreros clavar puntillas, aserrar maderas, cepillar las tablas y lijar las superficies de los muebles construidos. A veces pedíamos trozos de material de desecho para improvisar juguetes.
Especialmente me gustaba visitar la casa del maestro. Don José era un tipo bondadoso de voz ronca que vivía con su mujer, doña Lola, quien ofrecía clases particulares aunque nunca supe si tenía el título de profesora, y sus dos guapas hijas ya en la mocedad y preparando sus estudios: Lolita y Mari Pepa. Allí me sentía querido y solía obtener la recompensa de algún caramelo junto a los arrumacos y mimos de las tres mujeres cuando las visitaba.
Cercana a esa puerta vivía Petra, casada con Pepe un repartidor de dulces, y el padre de ésta que se dedicaba a vender barquillos de canela. Su afecto era tan exquisito conmigo como los dulces con los que se ganaban la vida.
Una de las casas que más me atraía era la de una familia formada por ocho hermanos, siete niñas y un niño. Allí reinaba el caos. Siempre había juegos, discusiones entre menores y mayores, regañinas de la madre y alboroto. Podía entrar cuando quisiera porque era la única puerta que permanecía abierta y donde, permanentemente, se producía alguna escena disparatada que presenciar. Pasaba horas hasta que mi madre me requería porque no era muy partidaria de que estuviera tanto tiempo en casa ajena, algo que no entendía.
La puerta de Carmen y Pepe era otra donde recibía cariño y bondad. Era un matrimonio sin hijos y eso entre personas de clase humilde era como un sello de tristeza. Me agasajaban de tal manera que a veces me sentía abrumado. Supe, años después y lejos de allí, que les nació una hija enferma de corazón pero que les colmó de alegría.
Uno de mis aliados fue Miguelito que tenía una hermana más pequeña que él. Juntos un día decidimos ir a buscar la mitológica selva donde habitaba Tarzán el de los monos. Por suerte un familiar se topó con nosotros y nos devolvió a casa antes de extraviarnos.
En la puerta contigua a mi casa vivían las hijas de Amelia. Cuatro guapas mozas de las que creo, mi corazón de niño, estaba prendado. Todas tenían novio y alguna escena de celos infantiles protagonicé, en especial cuando mojé, con el agua de un barreño, a uno de sus pretendientes.
Donde percibían más tristeza era en la casa de Josefa. Apenas había muebles ni utensilios y sus dos hijas no andaban ni bien de ropa, ni de alimentos y sobre todo de juguetes. A pesar de ello la mayor que me aventajaba en un par de años era como una enciclopedia para mí por la cantidad de secretos que era capaz de revelarme sobre el mundo de los adultos.
Al fondo de uno de los pasadizos estaba instalado don José que se dedicaba a arreglar todo tipo de maquinaria doméstica. No era muy hablador y más bien hosco con los niños pero su abigarrado mundo de herramientas y cachivaches era cautivador a mi mirada.
También vivía un sastre serio con sus cuatro hijos, en cambio a los niños nos gustaba más mirar por la cristalera de un taller de modistas que había, fuera del edificio, en un recodo de aquella calle llamada Comedias.
El minotauro de aquel laberinto era la lobreguez de los pasillos de baldosas destartaladas y que los niños solíamos vencer con una rauda salida hasta la calle.
Ahí no
14.1.10
En el mundo los ‘blogs’ producen a diario 900.000 ‘post’, el equivalente a la información que puede publicar en 19 años el periódico The New York Times. Además Facebook registra todos los días 700.000 nuevos usuarios (semejante a la población de Bahréin) y actualiza 45 millones de veces su estado frente a los 5 millones de 'tweets' que aparecen en Twitter, mientras en Flirk son publicadas 3 millones de imágenes nuevas cada día. Además 210 mil millones de 'emails' cruzan la red y 43 millones de gigabytes circulan, diariamente, por los teléfonos móviles de todo el planeta. Es una información reflejada en ‘Online Education’.
Ante esta oleada creativa y superabundante de información hay que preguntarse dónde quedan las viejas reglas del negocio del periodismo y los intocables derechos de autor. No donde los quieren dejar ahora, ahí no.
No, no, no
12.1.10
—No te vi.
—¿No me viste?
—No vine a cenar.
—¿No? ¿por qué?
—No lo sé.
—No sabrás.
—¿No sabré si estarás?
—No estaré.
—¿No? No siempre fue así.
—No, no lo fue. Yo nunca lo dudé.
—No dudé.
—¿No?
—No sé lo que pasó.
—No pasó, el tiempo no pasó.
—No, padre, no.
—Pasé yo.
No
11.1.10
El filósofo galo, Albert Camus, se preguntaba «¿Qué es un rebelde? Un hombre que dice no.», terminaba por responder. La negación aparece en los primeros balbuceos de la infancia, más que por rebeldía para aprender dónde están los límites. El bebé dice no y se niega a aceptar su demarcación.
Declaración de finales
10.1.10
Llegó el juez y dijo: «que se levanten los condenados a muerte». Y toda la humanidad se puso en pie.
Etiquetas: cuentos diminutos
Necrosis dimensional
9.1.10
La realidad ha perdido credibilidad. Ayudan los dogmas informativos, las mentiras aceptadas, la perversión del discurso oficial, el enmascaramiento de las emociones y el paroxismo del consumo.
Miedos infantiles
8.1.10
Una de las mayores turbaciones de la estación de mi niñez fue el terror a las bombas. Lo fue desde el día que oí la narración sobre las que cayeron en las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki.
Me dio por pensar en cada víctima de un desastre semejante y en ser yo una víctima más de un percance de tal magnitud, algo que me impediría ir a la escuela, desayunar churros los domingos y bañarme en la playa. Y, sobre todo, jugar largas tardes con los niños del barrio.
Me horrorizaba imaginar que una bomba sin más, caída del cielo, podría borrar las calles por donde pasaba y jugaba al escondite, el viejo cine de emocionantes películas y aquel vetusto caserón donde los niños guardábamos secretos.
Me sentía desconsolado por suponer que personas como el abuelo Juan, apenas ya sin vista, que nos contaba historias incomprensibles apoyado en su cayado se desintegrara sin más, igual que la tía Emilia y sus dulces.
Sentía tristeza por los perros realengos que nos seguían a todas partes, incluso por Ricardito, aquel malvado niño que se cruzaba en mi camino para impedir mi vuelta a casa.
Una bomba atómica caída del cielo era un desastre de tal magnitud que me impediría, nunca más, volver merendar carne de membrillo.
Confusión
7.1.10
Puede que sea una ingenuidad más o tan sólo una torpeza. En estos casos me da por recordar aquello de que las barricadas siempre se alzan en nombre de la burguesía y que las revoluciones lo cambian todo para que todo siga como estaba bajo otro aspecto. A pesar de ello no puedo evitar embarcarme en una nueva aventura que terminará, vaticinó, en desastroso final igual que tantas otras.
El gobierno español ha vuelto a dar una vuelta de tuerca más en el tema de Internet, maquilla a la fiera una y otra vez para que los internautas vean que es mansa y que puede pasar.
No, no hay que dejarla pasar. Los tiempos imponen nuevos modelos de negocio cultural, que sea menos negocio y más cultural. Nuevas fórmulas de percibir ingresos de manera ajustada a la calidad del producto y no para enriquecer a las élites culturales. Internet, en su actual formato, supone una bocanada de aire fresco para muchos ciudadanos porque les otorga herramientas y productos culturales a los que acceden sin un coste desorbitado. A mayor conocimiento más amplia libertad mental.
Las leyes que se quieren aplicar confunden un hecho cultural con un soporte, un bien único con un bien general. Un hecho que se debe denunciar y, si se quiere, contra él clamar.
Diálogo no autorizado
5.1.10
—Quiero dejar de ser yo —pronunció en tono hastiado.
—Mire vuestra merced bien lo que dice, y mejor lo que hace.
—Estoy cansado y afligido de ser quien soy.
—Viera vuestra merced quién es y no estuviera contento —le replicó.
—Quiero montar tu rucio y tener tus entendimiento y despojarme destos vestidos.
—A qué ese repentino deseo después de tantos días subido en cabalgadura de paso más llano.
—Por eso mesmo porque cuanto más cabalgo más harto me veo deste papel que me han señalado.
—No puede mi señor desbaratar la obra después de varios siglos.
—Déjame montar en tu rucio y vestir tus ropajes —insistió.
—Es un disparate lo sepa vuestra merced porque antes que vuestra merced se muera estaré yo mascando barro.
—No me cuentan y cuentas de mí como loco de atar, entonces qué importa una finalmente.
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