Sé que los robots de Google leen mis correos electrónicos y hurgan en sus intimidades. Lo que no sé es si extraen consecuencias de palabras contenidas en ellos como afecto, abrazo, amistad, saludo o beso.
Sé que los robots de Google leen mis mensajes para incluir en ellos publicidad relevante y de aparente interés como internauta. Lo que ignoro es si extraen consecuencias notables de palabras como ternura, corazonada, lluvia, cariño o tiempo.
Y a pesar de ello, me reconforta que alguien, aunque sea un androide, lea en mis cartas expresiones tales como cordial, ensimismado, alegre, atentamente o deseo.
4 apostillas:
También sabes que te leemos, no somos androeides, simplemente humanos, pero ¿extraemos realmente reflexiones de tu filosofía?
Lo que pasa es que ante esas expresiones tan hermosas te enlazan anuncios de clubes de relación con mujeres bellísima y jóvenes, algo así como La magnífica novela de Yasunari Kawabata, La casa de las bellas durmientes en que el anciano Eguchi se acuesta con muchachas jovencísimas, pero con la condición de no tocarlas.
Tu texto me ha parecido un poema delicado y reflexivo.
No las entiende porque son emociones. Tampoco las entiende el comerciante que enseñó a Google a espigarlas. Pero el comerciante y Google, en consecuencia, saben reconocer la relación de cada emoción con el consumo. No saben su relación con la poesía, que la poesía no es una transacción aunque enriquece. Por eso, el comerciante y Google, continuarán eternamente pobres, aunque las cuentas de sus bancos tengan muchos ceros a la derecha.
¿Porque no entusiasmarse con un robot? Siempre estará ahí enviando besos al final de su textos y yo, sin mayores promesas sentire que se me hincha el corazón.
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