Secuencial
3.7.23
Nacemos sin pedirlo; morimos sin remedio. Y vivimos equivocados la mayor parte del tiempo.
Nínfula
2.7.23
Fue al mar y se dio un baño. Cuando nadaba notó que algo le rozaba los pies y un chorro de frialdad cruzó entre sus piernas, viendo como una sombra se hundía en las profundidades. Salió del agua escamada.
Etiquetas: cuentos de domingo, cuentos diminutos
Clientela
25.6.23
Etiquetas: cuentos de domingo, cuentos diminutos
Zeitgeist
20.6.23
Etiquetas: aforismo, creatividad, época, espíritu tiempo
Cosmonautas
19.6.23
El pretendiente
18.6.23
Insustancialidades
16.6.23
Cuando el tiempo es anodino hay que crear espacios de imaginación y resistencia.
Etiquetas: aforismo, imaginación, resistencia, tiempo
Subjetivaciones
15.6.23
Etiquetas: aforismo, categórico, pensamiento, relativo
Menudencias
14.6.23
Etiquetas: aforismo, cosas, importancia
Sutiles
13.6.23
Cada tiempo que termina está encerrado en una burbuja de la memoria que desvanece el olvido.
Invisibilidad
11.6.23
Etiquetas: cuentos de domingo, cuentos diminutos
Sigilosos
10.6.23
Concentrados
7.6.23
Etiquetas: aforismo, leer, pensamiento
Inapreciables
5.6.23
Helena abandona el grupo
4.6.23
En el WhatsApp se podía leer el mensaje sucinto: Helena abandona el grupo.
—¿Por qué se ha ido Helena? —preguntó Héctor.
—No lo sé, pero seguro que le habéis dicho algo malintencionado, porque os conozco —escribió Penélope.
—Bueno ya sabéis lo voluble que es Helena. No le daría mayor importancia, mañana pedirá que la volvamos a meter —medió Paris.
—Lo último que apuntó es que estaba amurallada en este grupo —recordó Penélope.
—¿Amurallada? ¿Eso qué es? — interpeló Briseida.
—Pues que se siente atrapada, incomprendida, juzgada, lo de siempre —respondió Ifigenia.
—No seas así. Helena tiene sus problemas y a veces necesita desahogarse —intentó suavizar Menelao.
—Pues que se desahogue con un psicólogo, no con nosotros. Que ya estamos hartos de sus dramas y sus quejas —replicó Ulises.
—Bueno, no os peleéis por esto. Lo mejor será que alguien hable con Helena y le pregunte qué le pasa. ¿Alguien se ofrece? —propuso Tetis.
—Yo no, desde luego. Ya tuve bastante la última vez que intenté consolarla y me soltó una sarta de reproches —dijo Eudoro.
—Ni yo. No tengo ni idea de cómo tratar con ella. Siempre se enfada por cualquier cosa —añadió Criseida.
—Vale, pues me toca a mí. A ver si consigo que me explique qué le ha molestado tanto como para dejar el grupo —se ofreció Casandra.
—Suerte con eso. Ya nos contarás qué te dice —deseó Glauco.
—Y no te dejes manipular por sus lágrimas de cocodrilo —advirtió Hécuba.
—¿Cómo os pasáis con la pobre Helena? —sentenció Briseida.
—Esto va a terminar peor que la guerra de Troya —se mofó Aquiles.
Etiquetas: cuentos de domingo, cuentos diminutos
Infrecuentes
3.6.23
Lo anómalo será lo auténtico frente a inteligencia artificial.
Etiquetas: aforismo, anomalía, IA, inteligencia artificial
Tumefacción
1.6.23
Etiquetas: aforismo, ego, inflamación, padecimiento
Improductivos
30.5.23
Osteosporosis verbal
29.5.23
Las palabras, como las aceitunas, son carnosas por fuera y duras por dentro, pero es en su médula ósea donde está el alma.
Más o menos, un día
28.5.23
—No, hoy es un día de menos.
Etiquetas: cuentos de domingo, cuentos diminutos
Significaciones
27.5.23
Etiquetas: acción, aforismo, buena persona
Antiarrugas
26.5.23
El editor
21.5.23
Encendía un cigarro con la colilla de otro mientras no dejaba de parlotear como quien lo tiene todo hecho. Los libros se hacen solos, nacen, viven y se pierden en la inmensidad del olvido, solía explicar con frecuencia. Los techos del cuartucho que habitaba parecían decorados de estuco amarillo, a juego con el palidecer de muchos de los volúmenes que lo rodeaban. Nunca lo oí hablar bien de ningún escritor, los consideraba seres vanidosos, petulantes y engreídos, solo absueltos por la calidad de su trabajo si la tuviera. Y era cuando enumeraba una sarta de anécdotas padecidas por su estirada clientela.
Me mostró una columna donde se amontonaban gruesos librotes para explicarme que todas ellas eran autobiografías y memorias. Una pérdida de tiempo porque como defendía Max Aub: las biografías hacen mucho daño. Vale la obra. Por ella se salva uno. Después me lanzó una publicación para contarme que el pobre sujeto autor del mamotreto concebió la ilustre idea de prologarse a sí mismo, por no acudir a algún premio Nobel que lo hiciera y eso provocara unas ventas exageradas de su biográfica parida.
Deudas, nada más que deudas, es lo que me decía tener después de tantos años dedicado a este negocio y sacaba del cajón de su mesa un paquete de tranquilizantes, consecuencia de no poder dormir por las preocupaciones para, a continuación, detallarme que no podría jubilarse y enterrar su pequeña editorial. Luego me contaba lo de su mujer cubana que cuidaba a su padre con demencia senil y a la que quería traerase a España junto a sus tres hijos.
Lo conocí cuatro décadas atrás a través de un amigo común y continuaba en la misma covacha libresca. Cada vez que lo visitaba me regalaba las publicaciones que consideraba más peculiares, a sabiendas de mi gusto por la literatura y mi invisible afición a la escritura.
En cierta ocasión me entregó la cubierta de un libro al que faltaba la tripa: ‘La luz de los confines’ de Galdeano Ortiz. Me descubrió que Ortiz llevaba cuarenta años escribiendo la misma novela, aunque no llegó a plasmar una palabra sobre el papel ni teclearla en el ordenador. Lo que no era óbice para que contara cómo iba la obra y hasta narrara la trama y el desarrollo de los personajes. Pensé que era una broma y entonces lo describió como un relator verbal.
Otro de sus personajes favoritos era Francisco Torrezno al que bautizaba como escritor virguero, porque tras escribir cada texto lo destruía en su propósito de pasar a la posteridad sin haber publicado una sola línea. Lo usaba para corregir los borradores de los escritos de neófitos y analfabetos que querían publicar, como una joven enfermera que tras crear su primer poemario y vender tres ejemplares, le aseguró que las líneas de su mano habían cambiado y le pronosticaban una exitosa carrera literaria.
Me mencionó también a Álvaro Íñiguez, quien escribía mal
adrede debido a su miedo a ser plagiado. Licenciado en Filología Hispánica,
hombre de una extensa cultura e insaciable lector, jamás mostraba un texto bien
escrito y guardaba, en una caja fuerte, varias narraciones por miedo a que le
usurparan su originalidad.
Nuestra conversación la interrumpió una de las muchas llamadas que sonaban en su móvil y que no tuvo más remedio que atender. Era su madre, viuda desde hacía más de treinta años y que no pudo hacer de su hijo alguien de provecho que se dedicara a un trabajo digno y normal. Me dejó y se marchó a la farmacia a por las medicinas de mamá maldiciendo en hebreo.
Etiquetas: cuentos de domingo, cuentos diminutos
Menoscabos
20.5.23
En este tiempo de pérdidas nos hemos quedado sin la calma, el silencio y los cielos estrellados.
Destrucciones
17.5.23
La pesca
14.5.23
Literalmente me puse las botas y los vadeadores, el chaleco, la gorra, las gafas polarizadas. Cogí la caña, el carrete, la línea, los ganchos y la carnada y me marché hasta el río para ahogarme.
Etiquetas: cuentos de domingo, cuentos diminutos
Desquerencias
13.5.23
En ocasiones, ocurre que siendo la obra minusvalorada por su autor es apreciada por el público.
Virguería
9.5.23
Etiquetas: aforismo, filigrana, pensamiento
A flote
8.5.23
Etiquetas: historias, notas, reflexiones
La sexta extinción
7.5.23
—No parece que la situación vaya a mejorar.
—Al contrario, todo indica que el asunto va a empeorar.
—Demasiada sobrecarga.
—Nunca este planeta ha soportado una plaga de estas dimensiones.
—¿Plaga? ¿Te refieres al desastre humano?
—Andamos todo el día hablando de calentamiento global porque se ha puesto de moda.
—O porque han subido las temperaturas y hemos ayudado un poco. Y porque nos dirigimos hacia la desertificación de amplios territorios.
—Y existen temas tan preocupantes o más que esos como la superpoblación o la reducción de las materias primas. Cada vez somos más con menos recursos naturales.
—Por no acordarnos de los virus, o una variación en el porcentaje de oxígeno en la atmósfera o cualquier otra variación en nuestro precario equilibrio cosmológico.
—¿Sabes lo que pienso a veces?
—¿Qué?
—Pienso que se acerca una nueva extinción masiva, un proceso evolutivo de selección natural que limpiará el planeta de la especie humana.
—Un modo de reinicio y vuelta a empezar.
—Bueno, pues eso que entendemos tan lógico a la mayoría de nuestros congéneres le da risa.
—Anda coge las herramientas y vamos a continuar alimentando al ganado.
Etiquetas: cuentos de domingo, cuentos diminutos
Truncamientos
6.5.23
Etiquetas: aforismo, sensibilidad, sentido
Efecto búmerán
4.5.23
Etiquetas: aforismo, criticar, cuestionar
Esclarecimientos
2.5.23
Transponedores
1.5.23
Etiquetas: aforismo, frontera, incomprensión
Afirmacionista
30.4.23
Etiquetas: cuentos de domingo, cuentos diminutos
Júbilos
29.4.23
—Te veo muy bien, Noe —le espetó sin saludar.
—No me quejo ahora que ando más libre y con menos estrés.
—Ya me he enterado que te has jubilado.
—No.
—¿Cómo que no te has jubilado?
—No, una se jubila cuando se muere. Tan solo he cumplido con una condena de cuarenta años trabajando y recupero, con suerte, mi libertad. Y me molesta mucho que definan mi vida en función de la utilidad del trabajo, con un antes y un después, como si fuéramos individuos programados para serles útiles a este sistema que te exprime los mejores años de tu vida y te suelta si ya no le interesas. Además, no tengo más tiempo, tengo mi tiempo para ocuparlo en lo que quiero e invertirlo en mí, para detenerme en la calle y hablar con la gente, igual que en este momento, sin ninguna prisa, y de hacer cosas por mero desinterés.
—No sabía que pensaras así.
—Es más, pocas cuestiones me desencantan ya, quiero a las personas tal como son y puedo decir que ‘trabajo por amor al arte’ en las cosas que hago.
—¿Y la edad, los achaques, el cansancio de vivir?
—Bueno los acepto como parte del equipaje que va conmigo y trato de relativizarlos mirando hacia el paisanaje o haciendo bosque con las personas que me importan, o alegrándome porque nada me ancle y pueda observar, escuchar, atender a la vida que pasa.
Araceli calló y, tras despedirse, se marchó pensativa pero feliz por su amiga.
Etiquetas: cuentos diminutos
Etilismo
28.4.23
Etiquetas: aforismo, consuelo, desaliento, soledad
Dignidades
27.4.23
La excelencia en la escritura es un acto y siempre es el momento de actuar.
Etiquetas: acto, aforismo, escritura, excelencia
Estancados
26.4.23
Etiquetas: aforismo, despropósito, mundo
Secundario
23.4.23
Etiquetas: cuentos de domingo, cuentos diminutos
Invariables
17.4.23
Etiquetas: aforismo, avanzar, movimiento, pensar
Gramática salvaje
16.4.23
Etiquetas: cuentos de domingo, cuentos diminutos
Embebedores
15.4.23
Etiquetas: actualidad, aforismo, anulación, succionar
Resbaladizos
14.4.23
Inauditos
13.4.23
Etiquetas: aforismo, desconcierto, futuro
El patio de los ahorcados
12.4.23
De niño, curioseábamos por las tapias del cementerio y recorríamos sus patios luminosos llenos de flores secas, mustias o frescas todavía tras un reciente sepelio. Mirábamos las fotografías en blanco y negro o sepia, con los rostros de los difuntos cuando eran seres vivientes. Nos deteníamos a cuchichear al reconocer el retrato de algún personaje adherido a la lápida o sabíamos de alguna tragedia ocurrida por la que dejó de existir.
Debatir sobre la muerte causaba, en nuestras cabezas infantiles, un efecto de temor por qué dios nos esperaría en el más allá, y de incomprensión e indolencia al no ser ningún familiar o persona conocida.
Especialmente desconcertante nos parecían los fallecimientos de los niños atropellados, caídos en lugares mortíferos o víctimas de enfermedades incurables, por las que cruzábamos los dedos para que no nos tocara padecerlas en suerte.
Pero la expedición al camposanto tenía dos puntos de observación macabros: la sala de autopsias y los terribles manejos forenses con prácticas descuartizadoras de cuerpos, en la búsqueda de la verdadera causa del óbito y, por supuesto, el patio de los ahorcados, cerrado por una gruesa puerta metálica y que, para observar su interior, debíamos escalar las encaladas paredes.
Una vez encaramados arriba del muro siempre me invadía la tristeza. Era un espacio desahuciado de flores y más bien oscuro, donde suponíamos que estaban las personas que se ahorcaban, las que se envenenaban, se desangraban o se despeñaban por un tajo.
Parecía como si estuvieran castigados para que nadie pudiera ver el terrible delito de haber decidido morir, y que no lograron hacerlo sobre sus vidas.
Igual todas las personas llevamos un suicida hibernado dentro de nosotros como nos recuerda el filósofo Émile Cioran: «Vivo únicamente porque puedo morir cuando quiera. Sin la idea del suicidio, si no fuera por la posibilidad del suicidio, ya me habría matado».
Etiquetas: ahorcado, cementerio, historias, reflexión
Restando
11.4.23
Etiquetas: aforismo, conocimiento, saber
Combinatoria
10.4.23
El resplandor del oro no: el brillo en la mirada, el destello en la sonrisa, el fulgor en lo amistoso.
Domingo de resurrección
9.4.23
El timbrazo repentino la sacó del sopor transoceánico del almuerzo.
Abrió la puerta para encontrarse con un rostro joven de mujer, bastante
arreglada y que sostenía una carpeta bajo el brazo. Seria, elegante, el pelo
recogido y una actitud de serena firmeza en su mirada.
—Dígame que quiere —la interrogó.
—Buenas tardes. Vengo porque es la fecha según queda
registrado en la póliza.
—¿La póliza?
—Sí, la de doña Lucía Salmerón.
—¿La abuela? ¿qué le ocurre a la abuela?
—Es el día fijado y acudo a realizar el papeleo.
—¿Qué momento?
—Bueno —carraspeó—. El momento del sepelio. Lo siento.
—Pero, cómo… —balbució desconcertada, pensando a la vez si
sería una broma o estaba ocurriendo en realidad.
—Ya sabe, hay que hacer los trámites. Decidir si quieren
enterramiento o incineración, el tipo de féretro, si van a querer que la
arregle la tanatoesteticista…
—Pare, pare, pare, ¿me habla del entierro de la abuela? Si
está ahí tan tranquila sentada en el salón, viendo la tele.
—Ya, lo siento mucho y la acompaño en el sentimiento, pero
le ha llegado su hora.
—No puede ser, esto es un programa de esos de cámara oculta,
¿verdad? —y miró confundida en derredor.
—Tranquilícese, entiendo que es doloroso, si bien todas las
personas tenemos nuestro día señalado.
—Mire, no sé si reír o llorar o lanzarla a usted por el
hueco de la escalera —manifestó irritada.
—Solo he venido a que firme estos papeles, es un puro trámite,
aunque sea la muerte de su abuela.
—Es mi madre, tiene noventa años y está vivita y coleando. Y
usted se la quiere cargar.
—No se equivoque señora —indicó subiendo en tono—. No quiero
matar a nadie, simplemente cumplo con mi trabajo y aquí dice que doña Lucía
tiene que fallecer hoy.
El texto de la vida se reveló antes sus ojos y se dejó
vencer por una sensación como de torbellino cuya gravedad te hunde en su
agujero, mezclándose lo real y lo soñado de quien no entiende muy bien por qué
cuesta tanto despertar.
Etiquetas: cuentos de domingo, cuentos diminutos
Intentonas
7.4.23
Etiquetas: aforismo, espontaneidad, intento
Corchete
6.4.23
Etiquetas: aforismo, conocimiento, ignorancia
Encandilarse
4.4.23
Etiquetas: aforismo, asombro, deslumbrar, saber
Vaticinadores
3.4.23
Miro hacia el horizonte y no veo otra cosa que el infeliz destino de la humanidad.
China market
2.4.23
A falta de ideas y la urgencia entregar el cuento, el escritor acudió a su máquina de inteligencia artificial y le pidió que continuara la historia. «Está bien le dijo. Aquí va mi narración». Y la máquina comenzó a escribir:
Él se quedó asombrado ante aquella confesión. ¿Cómo era posible que alguien estuviera atrapado en un establecimiento durante tanto tiempo? ¿No había nadie que la echara de menos? ¿No había intentado escapar por alguna ventana o puerta trasera? Le hizo todas esas preguntas y ella le respondió con voz temblorosa que no sabía nada del mundo exterior, que solo conocía el China Market, el enorme bazar donde vendían todo tipo de productos orientales.
Le explicó que un día, cuando tenía diecisiete años, entró en el comercio buscando un regalo para su madre. Se sintió atraída por la variedad y el colorido de los objetos que había en las estanterías. Empezó a recorrer los corredores sin rumbo fijo, admirando las porcelanas, los abanicos, los kimonos, los inciensos... Se le pasó el tiempo volando y cuando quiso darse cuenta ya era de noche y el negocio estaba cerrado.
Entró en pánico y buscó alguna forma de salir, pero todas las puertas estaban cerradas con llave y las ventanas tenían rejas. Gritó pidiendo ayuda, pero nadie la oyó. Pensó que al día siguiente alguien vendría a abrir el almacén y la encontraría allí. Pero eso no ocurrió.
Al día siguiente, cuando se despertó en un rincón del alamcén donde había pasado la noche, vio que el local estaba lleno de gente. Clientes y empleados iban y venían sin prestarle atención. Ella intentó hablar con ellos, pedirles ayuda, explicarles su situación. Pero nadie la escuchaba ni la veía. Era como si fuera invisible.
Así pasaron los días, las semanas y los meses. Ella seguía atrapada en aquel lugar, sin poder comunicarse con nadie, sin poder salir de allí. Se alimentaba de lo que encontraba en los estantes: galletas de arroz, té verde, frutos secos... Se vestía con la ropa que había en las perchas: vestidos de seda, pantalones de lino, chaquetas de cuero... Se entretenía leyendo los libros que había en las mesas: novelas de amor, cuentos de hadas, biografías de famosos... pero nada de eso le hacía feliz. Lo único que quería era salir de allí, volver a ver a su familia, a sus amigos, a su novio... y no sabía cómo hacerlo. Había perdido toda esperanza, hasta que él apareció.
Él era un joven periodista que había ido al China Market para realizar un reportaje sobre el aumento exagerado de venta de kimonos. Estaba entrevistando al dueño de la empresa cuando vio a la chica llorando. Le llamó la atención su aspecto triste y solitario. Se acercó a ella para preguntarle qué le pasaba y se sorprendió al escuchar su historia. Él fue el primero que la vio y la escuchó después de tanto tiempo. Él fue el primero que le creyó y le ofreció su ayuda. Él fue el primero que le devolvió la esperanza.
Le dijo que no se preocupara, que él iba a sacarla de allí, que tenía una llave maestra que abría todas las puertas de la gran superficie, y que lo esperara mientras él terminaba su entrevista con el dueño. Ella le miró con incredulidad y gratitud. No podía creer que por fin alguien la pudiera sacar de allí.
FIN
Al terminar le preguntó: «¿Qué te ha parecido mi cuento?». Pensó en contestarle, una porquería, pero se aguantó las ganas de teclear su pensamiento. Solo se trataba de eso, terminar el cuento.
Etiquetas: cuentos de domingo, cuentos diminutos
Genialidades
1.4.23
El genio de la creatividad reside en la libertad de hacer lo que quieras, sin detenerse en reglas o bendiciones académicas.
Aballares
30.3.23
Etiquetas: aforismo, esclerotizar, esquemas mentales, ideas
Ausentado
29.3.23
Etiquetas: aforismo, desvanecer, perdido