–Tengo mala conciencia –me dijo.
– ¿Y a qué es debido?
–Estuve en la Oficina de Empleo y me pareció una situación humillante. Era como si mendigara. Y después había un señor que no paró de ponerme impedimentos y marearme. Le eché mil maldiciones.
– ¿Y por eso tienes remordimientos?
–No. Hoy me enteré que ese hombre ha muerto.
–Bueno, si no encuentras trabajo siempre puedes alquilar tus servicios para echar el mal de ojo.