Fachadas

20.3.19



Una sola confidencia privada sobre aquella persona y todo el andamiaje de su personalidad se me vino abajo. Hasta ese momento no había visto nada en ella que me inquietara, tan solo a veces entendía que quería representar un personaje que no le correspondía totalmente. En cambio, llegada esa revelación todo pareció deconstruirse y cada gesto suyo tenían una lectura diferente. Es sorprendente hasta qué punto estamos hechos de impresiones y moldeados por las apariencias que nos ofrecen. A falta de saber si es verdad o no el testimonio, la persona protagonista queda en el limbo de mis apreciaciones, donde no es buena ni mala ni todo lo contrario y a quien no puedo estimar ni rechazar rotundamente.



Lectores dormidos

19.3.19



Alguien me planteó que a los niños no se les debe castigar con la lectura, porque es el camino más seguro para que la aborrezcan. También un amigo lector, devorador de libros, me confesó que sus hijos habían crecido rodeados de libros y jamás sintieron el más mínimo interés por ellos. 

Como dudo que exista un planteamiento sobre este tema que se pueda aplicar de manera genérica, entiendo que será una suerte o algo inexplicable que cada persona elija un camino diferente. Personalmente, a la hora de elegir prefiero que un niño aborrezca un libro por hacérselo leer antes que ni lo huela de cerca, por aquello de que del odio al amor hay un paso, y nunca se sabe. 

Pienso que dentro de todos los seres humanos hay un lector dormido, esperando despertar para que le cuenten historias, y sé que algunos de ellos nunca serán capaces ponerlos en vigilia lectora.



Desnudeces

18.3.19



Fui a visitar a un reconocido poeta. A la entrada de donde moraba pude leer esta salutación: «Por favor, ruego, encarecidamente, una crítica honesta y sincera de mi obra. Sed valientes». La admonición me hizo dudar si ponerla en práctica, después disimulé no haberla leído. Nadie se desnuda ante extraños y, en ocasiones, ni ante propios.



Escena

17.3.19



Su cuerpo desnudo derramado en la cama de sábanas perfumadas y su cabeza sumergida bajo la almohada de plumas de ganso, perfilado por la perfecta luz de la mañana que luminosa se colaba por las vidrieras. Todo parecía un sueño menos el crimen que era real.



Malas noticias

16.3.19



Recuerdo siendo un chiquillo haber leído un crimen horrendo perpetrado sobre alguna criatura de mi edad, y si no mal recuerdo era el de una niña asesinada en Italia y cuyo cadáver apareció quemado por su asesino. Guardé el recorte del artículo durante un tiempo ante lo incomprensible del hecho y porque me producía perplejidad y asombro aquella maldad, y sentía tanta pena por la víctima cuya foto aparecía, con bello rostro, en una publicación llamada ‘El Caso’. 

Este semanario se especializó en noticias luctuosas y a veces macabras que alimentaron el morbo de muchos lectores. Podría parecer que, en una sociedad con bastante analfabetismo y falta de libertad de expresión, vender noticias de esta índole era lo propio de esa época. 

Sin embargo, a pesar de los años transcurridos, ciertos medios de comunicación siguen vendiendo, con pelos y señales, hasta el último detalle de lo espeluznante, lo aciago, lo maldito del ser humano y las barbaridades con que actúan determinados individuos. Nada ha cambiado entonces porque parece que las personas sienten más altura mortal cuando ven que hay congéneres que son peores que ellas. Y hasta se relamen de gusto recreándose en la desgracia ajena.



Palabras mojadas

15.3.19



¿Por qué las palabras que tenemos en la punta de la lengua son tan difíciles de recordar?



Curiosidades

14.3.19



En Ciencias Naturales nos hicieron mirar por el microscopio las células de la cebolla. A mis quince años me asombré tanto por el descubrimiento que, desde entonces, me quedó la inquietud por acercarme al conocimiento de las cosas. Y aún sigo mirando, como entonces, entre intrigado e ingenuo, aquello que me rodea para entender, si puedo, la dimensión del ser que albergo y su actuación en el mundo.



Juego vital

13.3.19



Todos los días hay reparto de cartas. Nunca sabes si vas a tener una buena mano. Ayer el crupier de la suerte me entregó cuatro naipes: la prisa, la torpeza, la alegría y el enfado. No eran malas cartas, aunque había que saberlas jugar. 

Con la primera corrí a hacer todo lo que pude, aunque el tiempo andaba siempre más rápido que yo. La segunda me hizo detenerme y la tercera la guardé para el final y fue la llave para cerrar el día. Con el último naipe hice un descarte y me vino el comodín de la calma, así que gané esa mano. 

No siempre es así porque el azar baraja de forma caprichosa y te llega una mala ronda. 

Entre las cartas del mazo más apreciadas están el amor, la riqueza, la salud y las que nada gustan, la enfermedad, el sufrimiento y la muerte. No falta en el reparto la fama, la belleza, la falsedad, la valentía, la honestidad, la responsabilidad, el esfuerzo, los sueños, la reflexión, la empatía, la sensibilidad, el odio, la justicia y su falta, el daño o la solidaridad. 

A mí me gusta jugar con la amabilidad, el respeto, la imaginación y la ternura. 

Es el juego de la vida y hay quien hace trampas, unas veces ilícitas, otras casi necesarias, quien guarda un as bajo la manga, quien va de farol y hasta quien lanza un órdago. Y no falta quien lo arriesga todo a una sola apuesta. 

A ver qué naipes me reparte hoy la baraja de vivir.



Precios

12.3.19



Acudo a desayunar a una cafetería cercana a mi centro de trabajo. Bulliciosa y llena de gente, lo que más me llama la atención es el nivel decibélico de su ambiente. No es que me moleste en exceso mientras busco en el café algún pensamiento con que construir el relato del día que, tantas veces, luego los acontecimientos cambian el guion. 
Un poco más apartado, otro negocio similar al que voy por azar, ofrece un ambiente distinto. Mientras mastico una tostada reflexiono sobre el eco de las pocas palabras que se escuchan en el local, casi desierto, donde se dan apenas unas conversaciones mudas. Al pagar, descubro que el desayuno me cuesta diez céntimos más que en el primer local. 
Es, entonces, cuando se ilumina mi mente: qué placer pagar tan poco por el silencio y la calma.



Satisfacciones

11.3.19



Sé que no estoy obligado a ser genial, así que me levanto y escribo por puro gozo cada mañana.



Última función

10.3.19



El circo de pulgas echó el telón porque, últimamente, picaban poco la curiosidad de los espectadores.



Razones

9.3.19



Tantas veces padecemos los designios de la mayoría equivocada.



Herramientas

8.3.19



Al igual que el uso que se le da a una herramienta es importante (un martillo que clava para construir puede golpear para matar), el ejemplo que demos de las palabras usadas es esencial. Así, si digo amor ejerzo libertad; si pronuncio tolerancia practico respeto; si nombro empatía profeso solidaridad; si digo justicia predico verdad; y si hablo de igualdad ejercito responsabilidad.



Desconexiones

7.3.19



Siendo estudiante universitario y mientras esperaba turno en cola para conseguir un billete de autobús de vuelta a casa, un joven se me acercó y comenzó a hablarme como si me conociera de toda la vida. Aún me parece ver su rostro y recuerdo su conversación intrascendente después de tantos años. Durante los minutos que duró su disertación, no podía prestar atención a lo que decía y solo trataba de saber quién era o dónde lo había conocido. Mi mente se desesperaba en desentrañar el misterio y empezaba a preocuparme si era solo un recuerdo borrado. Nunca más le vi y no pude saber quién era, aunque, cuando pienso en ello, me pregunto qué persona vería en mí.



Cronograma

6.3.19



¿El tiempo se compone o se descompone?



Limonada

5.3.19



Mi padre me solía preparar limonada (también me cortaba y pelaba trozos de caña de azúcar, mucho después incluso de dejar de ser un niño) y pensaba que lo hacía porque le gustaba emplearse en esa tarea la cual le era placentera. 

A mí me gustaba que lo hiciera porque era algo que me encontraba hecho y siempre es grato que hagan cosas por ti, además de porque la limonada que preparaba mi padre sentía que era la mejor del mundo. 

Desentrañar el misterio de la limonada me ha llevado años y lo he descubierto ahora, cuando mi hijo supone que bebe la mejor limonada del mundo (que por supuesto no lo es) hecha por su padre y que a mí me gusta prepararla para él. 

La verdad no es esa, aunque los hijos nunca lo saben: los padres preparan limonada a sus hijos para entender qué son y para qué valen.



Compañas

4.3.19



La soledad junta a gente solitaria que sigue sola en compañía.



Hipermetropía

3.3.19



No consigue enhebrar la aguja por mucho que lo intente. Por eso le pide que le preste sus ojos y la hija se los da encerrados en un estuche.



Juicios

2.3.19



El poeta estadounidense, Henry Wadsworth Longfellow, afirmaba: «Nos juzgamos a nosotros mismos por lo que no nos sentimos capaces de hacer, mientras que los demás nos juzgan por lo que hemos hecho». Siempre pesan más los prejuicios propios que los juicios ajenos.



𝘛𝘳𝘢𝘯𝘴𝘭𝘪𝘵𝘦𝘳𝘢𝘳𝘪𝘢

1.3.19



Anoche, casi cayéndome de sueño en el teclado, mientras intentaba escribir este post diario, me visitó un personaje, salido de uno de mis escritos. Al principio pensé que, en mi somnolencia, me estaba visitando un fantasma, aunque pronto advertí que se trataba de alguien que me escribía a través de un chat de una red social. Me preguntó que si yo era yo y que si había escrito un artículo sobre él. Comenzó a desgranar datos para que lo pudiera reconocer y me reveló que ahora estaba en otro continente. También me confesó que le había gustado lo que escribí sobre él porque nadie había escrito nunca nada de su vida. Fue hace una década que escribí su entrada en el blog. Ahora era una aparición escapada de mis letras que me contaba su experiencia como personaje literario. En ese momento, un pequeño estremecimiento recorrió mi cuerpo.