Había un caserón aviejado y casi derruido de camino a casa. Al pasar imaginé las historias que poblaron sus alcobas y a sus moradores desconocidos para mí. Fue derribado y, antes de ser solar, descubrí los antiguos alicatados de los baños, los papeles barrocos que revestían sus paredes, y algunos elementos de su intimidad invisibles se mostraron ante mis ojos.
Apenas fue solar comenzaron a llegar los conductores para estacionar sus vehículos y las miradas de los nuevos viandantes ignoraron la arquitectura que reinó allí durante más de un siglo.