Llevaba sin verla desde el pasado verano y un tropiezo casual me hizo detenerme con ella. Tras mostrarse su alegría por el encuentro comenzó un relato de sueños y premoniciones. Me contó que, días antes, había soñado con un amigo común pero que en el sueño una metamorfosis lo transformaba en mí, un presagio de que algo me iba a ocurrir. Igual que a una sobrina suya a la que llamó por teléfono porque había soñado que en Canarias, donde vive, ocurría un terremoto. Me refirió más historias de presentimiento onírico.
A mí, que soy un descreído, me resulta llamativa esa forma de entender el mundo y construir una realidad basada en la fantasía adulta.