Dolo

16.2.21


Nos daña lo desconocido por inesperado.

Acuario

15.2.21

Flotamos en líquido amniótico antes de nacer. Vivimos nadando en la sustancia del tiempo. Y somos como peces que cuando los sacan del agua mueren.

Algo real

14.2.21



Alejandro se recrea en la escena de amor de la película ‘Blade Runner 2049’ y sueña que alguna vez los mitos se hacen realidad como en este Pigmalión cibernético. «Tocar aquello que no es nada, sentir que la emoción te ahoga, imaginar que hemos sido otra cosa de lo que no quedan testigos», piensa. En ese momento una mujer entra en su habitación, una pelirroja de largas piernas y minifalda, se acerca, le miente y le dice que ella es real pero que lo que va a notar es supuesto igual que el amor, ese si es un gran mito que nunca llega a ser real. Ahora no sabe si está envuelto por lo que ocurre en la película o está dentro de la cinta y despierta.



Aporías

13.2.21



Un aforismo no es una idea repentina sino el producto de toneladas de pensamiento.



Fruiciones

12.2.21



Te envidiarán por todo a excepción de la persona vulnerable que eres.




La escritura polimórfica

11.2.21



Una de las grandes ventajas de escribir en la era digital —al menos para mí— es poder hacerlo bajo el paraguas de la imaginación y la variabilidad de los textos, es decir publicar versiones de una misma idea o anotación bajo formas distintas, con perfiles distintos y en espacios diferentes para lectores con diferentes sensibilidades. Por ejemplo, en 2014 publiqué en uno de mis perfiles de twitter el microcuento ‘Risas’ con el siguiente texto: «Al reír el último río solo, no mejor». La idea me sedujo y la transformé en «Quien ríe el último no ríe mejor, solo ríe solo», y la publiqué en otro perfil. La historia no paró ahí y en una nueva publicación apareció como «Quien ríe el último no ríe mejor, ríe en solitario». Me temo que la cosa no parará y evolucionará hacia «Reír el último es reírse de uno mismo porque ya no queda nadie de quien hacerlo».




Papelería

10.2.21



He comprado una libreta con un precio marcado a un euro cincuenta y nueve. He pensado: «qué barata», tras imaginar que sus páginas en blanco podré mancharlas con innúmeras palabras, con miles de letras y espacios en blanco, y frases escritas con urgencia y desencanto para que no desentonen con estos tiempos espantosos y sugerentes.



Universo de palabras

9.2.21



Según Samuel Johnson «toda cita literaria contribuye, en cierta medida, a la estabilidad o al incremento del lenguaje». Imagino el lenguaje como un universo donde cada cita literaria es una nueva estrella hasta agotar la materia crítica.



Titulares

8.2.21



El ladrón más inteligente es el que nunca aparece en las noticias.



Pegajosos

7.2.21



Me dijo: «¿sabes lo peor de ser famoso?» No —le respondí. «Que ya no se te acercan las buenas personas».




Dificultades

6.2.21



Comprender es enfrentarnos a nuestra incertidumbre.



Días borrosos

5.2.21



El silencio toma el mando sobre el ruido y emergen sonidos inaudibles que antes no se percibían. El mayor recogimiento hace que la intimidad sea imprecisa. Los relojes biológicos marcan horas distintas para cada ser humano según la percepción del paso de los meses. La pandemia es un distorsionador del alma humana, esa que un día sentimos en concordancia con lo que nos rodeaba y con lo que nos sucedía. Ahora solo somos consecuencia de una vida difusa e indefinida respecto a lo que tuvimos.



Impugnaciones

4.2.21



La regla refuta la excepción.



Elipsis

3.2.21



Cuando alguien está pensando qué le va decir a su interlocutor y no escucha lo que éste dice para responderle, no hay conversación, hay discusión.



Doblador

2.2.21



A menudo no soy quien habla, me dobla la voz el actor que llevo dentro. Solo muevo los labios.

 

Fallo

1.2.21



No estamos condenados a muerte: nos sentenciaron a vivir.



Cuento triste

31.1.21


Acaba de leer ‘La tristeza’ y la imagen del cochero Yona y su caballo se repite en su mente sin cesar, lo imagina hundido en su desolación como pisadas clavadas en la nieve. Le desespera tanto ese final sin nadie con quien desahogar su corazón que por un momento se viene abajo como el protagonista del cuento de Chejov. Mientras reflexiona sobre el arte del autor ruso un mensaje de WhatsApp aparece en la pantalla de su teléfono móvil junto con un sonido peculiar adjudicado al contacto de un amigo. Lo lee: «El hijo de Martín ha fallecido de Covid en Londres». Piensa en ese padre que desde hace algunos años vive retirado en un pequeño pueblo, aislado y solitario. Le vuelve la imagen del cochero: Mi hijo ha muerto; pero a mí la muerte no me quiere. Se ha equivocado, y en lugar de cargar conmigo ha cargado con mi hijo. Siente la angustia de Martín pensando que son los hijos quienes deben enterrar a los padres y no al revés. En ese momento hace suya la desesperación que se habrá apoderado del corazón de Martín. Recuerda entonces que el dolor de los padres que pierden a un hijo no tiene nombre y las palabras del cuento vuelven a su mente: Su tristeza a cada momento es más intensa. Enorme, infinita, si pudiera salir de su pecho inundaría el mundo entero. De un salto se pone de pie como si quisiera sacudirse lo que siente y despertarse de un sueño, mientras en un espejo ve que hay lágrimas en su cara, pero que, como Martín, no tiene ningún ser humano con quien desahogarse: El caballo sigue comiendo heno, escucha a su viejo amo y exhala un aliento húmedo y cálido. Yona, escuchado al cabo por un ser viviente, desahoga su corazón contándoselo todo.



Modal

30.1.21



Flaubert recomendaba: «Sea metódico y ordinario en su vida, para poder ser violento y original en su obra». Parece tan juicioso poner el piloto automático en todo aquello que es rutinario y poco creativo, ¿o quizás no? ¿No hay quien desde la observación de esa vivencia de lo más puramente frecuente y habitual es capaz de transformarlo en una obra de arte? Entiendo que todo lo que sea un lastre hay que soltarlo, pero a veces es tan inspirador un hundimiento.



Luminosidades

29.1.21



La intuición es un relámpago en la luz.



Chiquillería

28.1.21



En mi infancia, igual que en la de tantos niños, había una innata naturalidad por el reciclaje. La chavalería entonces encontraba en los materiales de desecho de muchos oficios, una fuente de acopio para transformarlos en herramientas lúdicas. Las sobras de las carpinterías o los escombros de la construcción nos proveían de materia prima con la que elaborar infinidad de artefactos para jugar. Ahora los niños viven en una puerilidad obsolescente.