Solo quien camina al filo del abismo sabe del vértigo de vivir.
Disidencias
4.7.24
Llegan días donde no me gusta ser quien soy y ocurre que no encuentro sustituto.
Etiquetas: aforismo, disidencia, ser
Experimentos de vida
3.7.24
Etiquetas: aforismo dialógico, Mary Wollstonecraft
El pez
30.6.24
Etiquetas: cuentos de domingo, cuentos diminutos
Nulidad
27.6.24
Escapa de quienes te anulan porque todo lo que te ocurre a ti, bueno o malo, en ellos es superlativo.
Sin poder
26.6.24
Etiquetas: aforismo dialógico, Federica Montseny
Fragmentos
23.6.24
Etiquetas: cuentos de domingo, cuentos diminutos
Efectividad
21.6.24
No es pensar solamente, es la calidad del pensamiento lo que nos lleva más lejos.
Etiquetas: aforismo, pensamiento, pensar
Compañía en los malos momentos
19.6.24
—Señora Seligson, siento lo de su hijo.
—Prefiero que me llame Esther.
—Una verdadera pena lo de Adrián.
—Voló once pisos abajo en una inverosímil voltereta de acróbata impecable. Quien no lo vio jamás creerá que cayó ‘como si un Ángel lo hubiese sostenido en el aire’, de espaldas sobre el piso del garaje sin dejar una sola gota de sangre derramada, o que manchara sus ropas.
—Los suicidas nos recuerdan que estamos condenados a vivir y eso nos interpela.
—¿Qué se podía añadir a este enigma clínico sino otras preguntas?: ¿Acaso nuestros afectos son sólo proyección de carencias infantiles? ¿Fui una madre desertora? ¿Me puse siempre a merced del objeto amado fuera o no correspondida?
—La escuché decir que no tenía miedo a la muerte, entonces a qué.
—A lo que muere, a la neutralidad afectiva, al insidioso silencio, al vivir en el disimulo.
—¿Y al vacío?
—Si para que el mundo existiera tuvo que operarse un vacío, y si para que el hombre ocupara un lugar en él tuvo que operarse otro vacío, ¿qué tenía entonces de particular que los humanos fuesen seres de nostalgia?
—Por eso ama la vida y todos sus asuntos.
—La vida es un viaje sin destino.
—Y sus formas las que nos hace amarla.
—Amo las paradojas, la turbulencia del anhelo, de la libertad, de los desafíos del Absoluto, y preñada voy de esa sed que me consume y que cuántas veces no me han reprochado ‘sólo pasa en tu cabeza’.
—Y a pesar de todo se sigue adelante.
—Preservar cueste lo que cueste un ‘reino de fantasía’ por encima del ‘sentido de realidad’, la ensoñación más allá del legado de puntos de vista y actitudes sociales codificados, conservar la rilkeana capacidad de asombro de ese niño interior que toma sus sueños por realidades, esa chispa inextinguible que aspira perpetuamente a lo divino.
—¿Qué encontró en la escritura?
—La escritura es una forma de exorcizar los demonios.
—Y también de creación.
—Si, invento, me gana la imaginación, me subyuga el cerco numinoso de lo indefinible, el halo de las quimeras, de las imágenes poéticas.
—¿Debería el autor desleírse en su obra?
—Rilke dice que el yo, al transformarse en obra, encuentra su salvación y su disolución en el Universo.
—Hay quien defiende la escritura como un proceso excelso y sublimador.
—Nunca he sentido que escribo por catarsis; si yo no estuviera reconciliada en mi interior, no hubiera podido escribir… pero con un buen orgasmo seguro tienes catarsis.
—Las palabras nos cubren.
—El lenguaje es la piel del alma.
—Y su recuerdo.
—La memoria es un país donde siempre estamos de paso.
—Un país sin sentimiento de patria.
—Es bueno ser errante y peregrino. Sentirte extranjero en cada ciudad en la que vives te permite un contacto más emotivo.
—Bueno, me despido de usted. ¿Algo que deba recordar?
—Sí, el amor es una fuerza que nos transforma.
Etiquetas: aforismo dialógico, Esther Seligson
Trasmutación
17.6.24
Igual que un gusano de seda que se encapsula y muta en mariposa para echar a volar, quien escribe muere en el acto de escribir para convertirse en lectura.
La mona
16.6.24
Isabel salió de casa aquella mañana de primavera como cada día, ataviada con su delantal y un pañuelo blanco cubriendo su pelo.
Echó a andar hacia el mercado, su cesta de mimbre bajo el brazo, sin que nada hiciera sospechar que ese día sería diferente a cuantos marcaban su rutinaria dedicación doméstica. En su cabeza viajaban cómodos pensamientos sobre la lista de la compra.
Al alba toda su familia había salido a trabajar y volvería al hogar a la hora del almuerzo, aunque nadie imaginaba el desastre que se iba a producir.
Las calles contenían la agitación de las gentes que iban y venían a sus asuntos cotidianos, donde el sonido de las voces de quienes pregonaban las mercancías se mezclaba con el canto de los pájaros, y el olor a frutas y hortalizas recién cogidas era tapado por el hedor de los desperdicios del pescado.
En la estampa de aquella mañana, repetición de otras tantas mañanas, algo con un punto extra de bullicio llamó la atención de Isabel, al observar cómo la gente se arremolinaba en torno a un hecho ignorado por ella. Ante su curiosidad, alguien le comentó que el circo había llegado a la ciudad.
Un hombre enjuto y ataviado con un traje de rayas anunciaba las variedades de su feria ambulante con animales salvajes, payasos, forzudos, contorsionistas y enanos y, como reclamo, paseaba por las calles y plazoletas con una mona vestida de cíngara cogida de la mano. Hacía que la gente formara un corro y después ordenaba al simio que le cogiera la oreja a la mujer más guapa de la reunión.
La mona se paró frente a Isabel y le tiró de la oreja. Lo que ocurrió a partir de ese instante fue como un encantamiento. Isabel recorrió los diferentes lugares donde el circense formaba un círculo de espectadores. Isabel regresó a casa, con la cesta vacía, donde todos la esperaban y a los que tan solo dijo: «la mona solo me tiraba a mí de las orejas».
Etiquetas: cuentos de domingo, cuentos diminutos