Esa mezcla rara de intelectualidad y decadencia a que nos somete la edad.
Esa mezcla rara de intelectualidad y decadencia a que nos somete la edad.
Etiquetas: aforismo, edad, intelectualidad
Existen cosas que solo pueden ser contadas desde una complicidad empática absoluta.
Etiquetas: aforismo, complicidad, empatía
Tras el ascenso al declive de la vida solo nos salva mantener una cierta dignidad.
Somos la conciencia de una materia organizada.
Etiquetas: aforismo, conciencia, materia
Desesperanza es buscar lo que ha desaparecido.
Etiquetas: aforismo, desaparecido, desesperanza
Como un pájaro desguarnecido que busca refugio en la tormenta, temeroso y solitario, tal es el transitar humano.
Etiquetas: aforismo, ser humano
El ser humano ha creado un modo de vivir turbio y autodestructor.
Etiquetas: aforismo, ser humano, vivir
Mi conciencia que morirá conmigo será solo conciencia en aquello que escribo.
Etiquetas: aforismo, conciencia, escribir
Dicen del amor que es la concordancia de dos personas cuyos sentimientos vibran al unísono.
Etiquetas: aforismo, amor, sentimientos
Siempre ando observando a esa persona que llevamos dentro y que vagabundea de un lugar a otro bailando, cantando, viviendo esas otras vidas que nadie conoce.
Etiquetas: aforismo, persona, personalidad
La gente parece no darse cuenta de que su yo social está atrapado en un algoritmo.
—Señora Duras, para no creer en el amor, parece usted un corazón enamorado.
—El amor no es más que una ilusión y un
espejismo que nos hace ver lo que queremos ver. No hay amor, hay palabras y el
amor es una palabra más.
—¿Y cuál es su naturaleza?
—El verdadero amor nunca se desgasta. Cuanto
más se da, más se tiene. En el amor verdadero no hay espacio para el miedo ni
la duda. Es un sentimiento puro y sin condiciones. El amor verdadero no
necesita explicaciones ni justificaciones. Simplemente es.
—¿Qué es el amor?
—El amor es una fuerza indomable que nos
consume y nos libera al mismo tiempo. Es una forma de supervivencia, un
instinto básico que nos impulsa a seguir adelante. El amor es un lenguaje sin
palabras, un susurro del corazón que solo podemos entender a través de la
experiencia. Es un viaje sin fin, una búsqueda constante de la felicidad y la
plenitud.
—Me gusta oírla hablar.
—El amor es la única respuesta a todas las
preguntas, la fuerza que nos impulsa a seguir adelante incluso en los momentos
más oscuros. Es un río que fluye en todas las direcciones, sin restricciones ni
fronteras. Un eco perpetuo que resuena en cada latido de nuestro corazón.
—Siga, por favor, me deja anonadado.
—El amor es un regalo que se debe cuidar y
proteger, no una posesión que se puede controlar. El amor es un baile eterno en
el que dos almas se entrelazan y se complementan. La verdadera belleza del amor
radica en su capacidad para transformar y sanar incluso las heridas más
profundas.
—¿Qué requiere el amor?
—El amor es un acto de valentía, una elección
consciente de abrir nuestro corazón a la posibilidad de ser heridos. Y no se
mendiga ni se implora, se cultiva y se conquista con el tiempo y la dedicación.
—¿Y cómo lo dilucidamos?
—El amor es un laberinto en el que nos perdemos
y nos encontramos una y otra vez. No es un juego en el que se gana o se pierde, es un desafío en el que
se aprende y se crece.
—¿Y cuál es su verdad? La verdad del amor no
puede ocultarse, siempre se hace evidente en nuestras acciones y nuestras
palabras. El amor no tiene edad, es un sentimiento eterno que trasciende todas
las barreras temporales. No se puede medir ni cuantificar, es un regalo que se
vive en el presente y no por la cantidad de tiempo que pasamos juntos, sino por
la calidad de esos momentos.
—Cuánto sabe usted del amor, Marguerite.
—El amor no se busca, se encuentra en el lugar
y el momento más inesperados y no conoce límites ni condiciones, es un
sentimiento puro y desinteresado que nos eleva y nos transforma.
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Vivíamos muy asustados desde que nos explicaron
que llegaría el día del Juicio Final para hacernos un cuestionario sobre
nuestras vidas. Desde ese momento nos preguntábamos cómo sería estar haciendo
cola en el cielo y nos preocupaba que, con tanta gente la cosa iría para largo,
así que decidimos tener preparado un kit de supervivencia para pasar el rato.
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—Aquí, señora Kristóf, con el ruido monótono
que hacen las máquinas en la cadena de montaje de relojes, es difícil tener una
mente de escritor.
—Para escribir poemas, la fábrica está muy
bien. El trabajo es monótono, se puede pensar en otras cosas y las máquinas
tienen un ritmo regular que ayuda a contar los versos. En general, me contento
con escribir dentro de mi cabeza. Es más fácil. En la cabeza, todo se
desarrolla sin dificultad. Pero, en cuanto se escribe, los pensamientos se
transforman, se deforman, y todo se vuelve falso. A causa de las palabras.
—¿Se escribe contra todo y a pesar de todo?
—Escribir no es una profesión, es una vocación.
Una se hace escritora escribiendo con paciencia y obstinación, sin perder nunca
la fe en lo que se escribe. Hay que escribir, naturalmente. Luego, hay que
seguir escribiendo. Incluso cuando no le interese a nadie, incluso cuando
tenemos la impresión de que nunca interesará a nadie. Incluso cuando los
manuscritos se acumulan en los cajones y los olvidamos para escribir otros.
—¿La escritura es una herramienta de
autodescubrimiento y comprensión que permite procesar experiencias y saber
sobre la condición humana?
—Escribo para entender el mundo y a mí misma.
—¿Se escribe para amplificar las voces de aquellos
que a menudo son marginados o no escuchados?
—Escribir es una forma de dar voz a los que no
tienen voz.
—También de desafiar las normas sociales.
—Escribir es una lucha contra el silencio.
—Pero surgen dudas, interrogantes sobre el
absurdo de escribir, la mala conciencia por dejar de hacerlo y la consideración
de los demás sobre lo que uno hace.
—Incluso ahora, por la mañana, cuando la casa
se vacía y todos mis vecinos se van
a trabajar, tengo un poco de cargo de
conciencia por instalarme en la mesa de la
cocina a leer los diarios durante horas en vez
de… fregar los platos del día anterior, ir
de compras, lavar y planchar la ropa, hacer
mermeladas o pasteles… Y, ¡sobre todo!, en vez de escribir.
—¿Y al final qué hacemos?
—Realmente ya no quiero escribir más. A los
libros anteriores les fue bien. No quiero estropearlos con algo menos bueno.
—¿Y leer?
—Leo. Es como una enfermedad. Leo todo lo que
cae en mis manos, bajo los ojos: diarios, libros escolares, carteles, pedazos
de papel encontrados por la calle, recetas de cocina, libros infantiles.
Cualquier cosa impresa. Fue así como, muy joven, por casualidad y sin apenas
darme cuenta, contraje la incurable enfermedad de la lectura.
—¿Lo pasó mal entonces?
—Mi enfermedad de la lectura me traería sobre
todo reproches y desprecio: No hace nada. Se pasa el día leyendo. No sabe hacer
nada más. Es la tarea más pasiva de todas. Perezosa. Y, sobre todo, lee en vez
de… ¿en vez de qué? Hay miles de cosas más útiles, ¿no?
—¿La mentira forma parte del juego literario?
—Desconfío de la mentira de los sentimientos.
Si uno piensa, le resulta imposible amar la vida. Las palabras que definen los
sentimientos son muy vagas; es mejor evitarlas y atenerse a la descripción de
los objetos, de los seres humanos y de uno mismo, es decir, a la descripción
fiel de los hechos.
—¿Y la tristeza?
—Hay vidas que son más tristes que el más
triste de todos los libros. Por muy triste que sea un libro, nunca puede ser
tan triste como la vida.
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«Eres idiota», le espetó el lector (y pensó puede que sí o puede que no) y sorprendido el autor de este cuento volvió a escuchar: «¡Qué cuento tan ridículo! Cómo se te ocurre decir esto». Momento en el que estuvo a punto de abandonar la tarea que se traía entre manos, porque no estaba dispuesto a que le faltaran el respeto a su trabajo. «Quieres centrarte en contar una buena historia y no divagar con estas memeces que escribes», lo escuchó expresar desde el otro lado del libro aún sin publicar. Se turbó y dudó en seguir escribiendo estas líneas porque le desconcertaba la idea de que, desde el universo paralelo de la lectura, un intralector le estuviera coartando su creatividad con esas expresiones que escuchaba. Llegó a pensar que se trataba de esas voces interiores que se le aparecen a quienes escriben y andan mezclándose en la cabeza entre el monólogo y el diálogo. Así que trató de centrarse en lo que quería plasmar y que no era otra cosa que una narración sobre gatos. «Te leo y no salgo de mi asombro, ¿de verdad vas a tratar sobre felinos domésticos y holgazanes? ¿no tienes una ocurrencia peor?», (y mientras lo oía reír, de manera instintiva, quiso indicarle: dímela tú). Entonces paró en seco y dejamos de escribir los dos.
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Las estrellas pequeñitas son los grandes fenómenos del Cosmos y los asuntos cotidianos lo inmenso de la vida sencilla.
—Me gusta esta lavandería, Lucia, no es como otras, usted que conoce tantas lo sabe bien. Se respira un cierto aire de soledad.
—La soledad es un concepto anglosajón. En Ciudad de México, si eres el único pasajero en un autobús y alguien sube, no solo se sentará a tu lado sino que se recostará en ti.
—De lavanderías y también de señoras de la limpieza sabe bien.
—Las mujeres de la limpieza lo saben todo. Y las mujeres de la limpieza roban.
—¿Qué les aconsejaría?
—Aceptad todo lo que la señora os dé, y decid gracias. Luego lo podéis dejar en el autobús, en el hueco del asiento. Como norma general, no trabajéis para las amigas. Tarde o temprano se molestan contigo porque sabes demasiado de su vida. O dejan de caerte bien, por lo mismo.
—Y su experiencia como mujer de la limpieza ¿cómo fue?
—Las mujeres de la limpieza de toda la vida no me aceptan de buenas a primeras. Y además, me cuesta conseguir trabajo en esto, porque soy «instruida». Desde que me alcanza la memoria siempre he tenido un don para quedar mal.
—Eso a pesar de que usted les da un manual.
—Mujeres de la limpieza: aprenderéis mucho de las mujeres liberadas. La primera fase es un grupo de toma de conciencia feminista; la segunda fase es una mujer de la limpieza; la tercera, el divorcio.
—¿Y las señoras cómo la tratan?
—He aprendido a contarles a las señoras desde el principio que mi marido alcohólico acaba de morir y me he quedado sola con mis cuatro hijos. Hasta ahora nunca había trabajado, criando a los niños y demás. Las señoras siempre suben la voz un par de octavas cuando les hablan a las mujeres de la limpieza o a los gatos.
—La suya no parece que haya sido una vida fácil.
—Todo lo bueno o malo que ha ocurrido en mi vida ha sido predecible e inevitable, en especial las decisiones y los actos que han garantizado que ahora esté completamente sola. La única razón por la que he vivido tanto tiempo es porque fui soltando lastre del pasado. Cierro la puerta a la pena al pesar, al remordimiento. Si permito que entren, aunque sea por una rendija de autocompasión, zas, la puerta se abrirá de golpe y una tempestad de dolor me desgarrará el corazón…
—También hay recuerdos…
—Todos tenemos nuestros álbumes de recortes mentales. Planos congelados. Instantáneas de gente a la que amamos en distintos momentos. Cuando fallecen tus padres has de afrontar tu propio final. Entonces ya no queda nadie para protegerte de la muerte.
—¿Qué sabe de la muerte?
—Una cosa sé de la muerte. Cuanto «mejor» es la persona, cuanto más cariñosa, feliz y comprensiva, menor es el vacío que deja su muerte. El tiempo se detiene cuando alguien muere. Por supuesto se detiene para ellos, quizá, pero para los que sufren la pérdida el tiempo se desquicia. La muerte llega demasiado pronto. La muerte cura, nos dice que perdonemos, nos recuerda que no queremos morir solos.
—Por eso son tan crueles las demoras.
—La gente pobre está acostumbrada a esperar. La Seguridad Social, la cola del paro, lavanderías, cabinas telefónicas, salas de urgencias, cárceles, etcétera. Vivirás siempre paralizada por las normas, por lo que la gente te dice que deberías pensar o hacer.
—Siempre habrá algo más importante que no tengamos que desatender.
—Nada importa mucho, ¿no? Me refiero a importar de verdad. Sin embargo a veces de pronto, durante apenas un segundo, se te concede la gracia de creer que sí, que importa muchísimo.
—El amor, por ejemplo.
—El amor te hace desgraciado, decía nuestra madre. Mojas la almohada llorando hasta quedarte dormida, empañas las cabinas telefónicas, con tus lágrimas, tus sollozos hacen aullar al perro, fumas dos cigarrillos a la vez.
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El circuito de la tristeza tiene en la alegría un interruptor, no te olvides de darle cada día.
Tras escuchar la disertación le dijo que dónde quería llegar. «Si quieres escribir trata de ser como esa materia vidriada, a merced de las olas, y haz que se distinga tu voz entre las interminables y monótonas arenas», le explicó.
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Mejor la tranquilidad de ser quien eres que no la frustración de quien nunca alcanzarás ser.
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Existe
un símil entre las personas que escriben y los gusanos de seda. Al igual que
estos quienes se dedican a escribir, tras comer y comer la morera del conocimiento
en las ricas hojas de la lectura y la experiencia, se encierra en un capullo
hasta que se produce esa maravillosa metamorfosis del ser escritor al ser
escritura que, en forma de mariposa, deja escapar la belleza. Y como el gusano que
muere, el autor desaparece, pero queda su creación en ese finísimo hilo con el
que tejer la seda tan apreciada por su brillo adamantino y su delicada suavidad,
semejante que una buena lectura.
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La noche caliginosa los borró del escenario urbano. Nadie los observó, nadie consiguió dar testimonio de que aquellos jóvenes marchaban llevándose al otro en su pensamiento. Era una escenificación absurda de cariño, una estampa más perdida en el vacío de lo que existe.
Bueno yo si los vi. Crucé la escena y no me reconocieron ni supieron de mi presencia allí para contar su historia de amor y desamor.
¿Qué pasó?, deberías preguntarte mientras lees estas letras. Por lo que supe el argumento estaba escrito y se ejecutó según el gran teatro de la vida, de sus vidas.
Consagraron su pasión y se quisieron. Ese tiempo existió y también les nació una hija. A partir de ahí él, inteligente y buen periodista, alcanzó cierta efímera fama y ejerció en profundidad el oficio de la ‘canalla’. Ella, guapa y dulce, educada en una familia de la pequeña burguesía provinciana, no pudo y no quiso asumir el papel al que parecía destinada.
No sé, a veces vuelvo a esa calle a la misma hora despoblada, para ver si aquel duelo de enamorados se repite otra vez.
Mientras lo cuento, una mano femenina me aprieta el hombro con suavidad.
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Hacer lo que te gusta durante la mayor parte del tiempo de tu existencia, eso es calidad de vida.
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Llegan días donde no me gusta ser quien soy y ocurre que no encuentro sustituto.
Etiquetas: aforismo, disidencia, ser
Etiquetas: aforismo dialógico, Mary Wollstonecraft
Etiquetas: cuentos de domingo, cuentos diminutos
Escapa de quienes te anulan porque todo lo que te ocurre a ti, bueno o malo, en ellos es superlativo.
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Etiquetas: cuentos de domingo, cuentos diminutos
No es pensar solamente, es la calidad del pensamiento lo que nos lleva más lejos.
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—Señora Seligson, siento lo de su hijo.
—Prefiero que me llame Esther.
—Una verdadera pena lo de Adrián.
—Voló once pisos abajo en una inverosímil voltereta de acróbata impecable. Quien no lo vio jamás creerá que cayó ‘como si un Ángel lo hubiese sostenido en el aire’, de espaldas sobre el piso del garaje sin dejar una sola gota de sangre derramada, o que manchara sus ropas.
—Los suicidas nos recuerdan que estamos condenados a vivir y eso nos interpela.
—¿Qué se podía añadir a este enigma clínico sino otras preguntas?: ¿Acaso nuestros afectos son sólo proyección de carencias infantiles? ¿Fui una madre desertora? ¿Me puse siempre a merced del objeto amado fuera o no correspondida?
—La escuché decir que no tenía miedo a la muerte, entonces a qué.
—A lo que muere, a la neutralidad afectiva, al insidioso silencio, al vivir en el disimulo.
—¿Y al vacío?
—Si para que el mundo existiera tuvo que operarse un vacío, y si para que el hombre ocupara un lugar en él tuvo que operarse otro vacío, ¿qué tenía entonces de particular que los humanos fuesen seres de nostalgia?
—Por eso ama la vida y todos sus asuntos.
—La vida es un viaje sin destino.
—Y sus formas las que nos hace amarla.
—Amo las paradojas, la turbulencia del anhelo, de la libertad, de los desafíos del Absoluto, y preñada voy de esa sed que me consume y que cuántas veces no me han reprochado ‘sólo pasa en tu cabeza’.
—Y a pesar de todo se sigue adelante.
—Preservar cueste lo que cueste un ‘reino de fantasía’ por encima del ‘sentido de realidad’, la ensoñación más allá del legado de puntos de vista y actitudes sociales codificados, conservar la rilkeana capacidad de asombro de ese niño interior que toma sus sueños por realidades, esa chispa inextinguible que aspira perpetuamente a lo divino.
—¿Qué encontró en la escritura?
—La escritura es una forma de exorcizar los demonios.
—Y también de creación.
—Si, invento, me gana la imaginación, me subyuga el cerco numinoso de lo indefinible, el halo de las quimeras, de las imágenes poéticas.
—¿Debería el autor desleírse en su obra?
—Rilke dice que el yo, al transformarse en obra, encuentra su salvación y su disolución en el Universo.
—Hay quien defiende la escritura como un proceso excelso y sublimador.
—Nunca he sentido que escribo por catarsis; si yo no estuviera reconciliada en mi interior, no hubiera podido escribir… pero con un buen orgasmo seguro tienes catarsis.
—Las palabras nos cubren.
—El lenguaje es la piel del alma.
—Y su recuerdo.
—La memoria es un país donde siempre estamos de paso.
—Un país sin sentimiento de patria.
—Es bueno ser errante y peregrino. Sentirte extranjero en cada ciudad en la que vives te permite un contacto más emotivo.
—Bueno, me despido de usted. ¿Algo que deba recordar?
—Sí, el amor es una fuerza que nos transforma.
Etiquetas: aforismo dialógico, Esther Seligson
Igual que un gusano de seda que se encapsula y muta en mariposa para echar a volar, quien escribe muere en el acto de escribir para convertirse en lectura.
Isabel salió de casa aquella mañana de primavera como cada día, ataviada con su delantal y un pañuelo blanco cubriendo su pelo.
Echó a andar hacia el mercado, su cesta de mimbre bajo el brazo, sin que nada hiciera sospechar que ese día sería diferente a cuantos marcaban su rutinaria dedicación doméstica. En su cabeza viajaban cómodos pensamientos sobre la lista de la compra.
Al alba toda su familia había salido a trabajar y volvería al hogar a la hora del almuerzo, aunque nadie imaginaba el desastre que se iba a producir.
Las calles contenían la agitación de las gentes que iban y venían a sus asuntos cotidianos, donde el sonido de las voces de quienes pregonaban las mercancías se mezclaba con el canto de los pájaros, y el olor a frutas y hortalizas recién cogidas era tapado por el hedor de los desperdicios del pescado.
En la estampa de aquella mañana, repetición de otras tantas mañanas, algo con un punto extra de bullicio llamó la atención de Isabel, al observar cómo la gente se arremolinaba en torno a un hecho ignorado por ella. Ante su curiosidad, alguien le comentó que el circo había llegado a la ciudad.
Un hombre enjuto y ataviado con un traje de rayas anunciaba las variedades de su feria ambulante con animales salvajes, payasos, forzudos, contorsionistas y enanos y, como reclamo, paseaba por las calles y plazoletas con una mona vestida de cíngara cogida de la mano. Hacía que la gente formara un corro y después ordenaba al simio que le cogiera la oreja a la mujer más guapa de la reunión.
La mona se paró frente a Isabel y le tiró de la oreja. Lo que ocurrió a partir de ese instante fue como un encantamiento. Isabel recorrió los diferentes lugares donde el circense formaba un círculo de espectadores. Isabel regresó a casa, con la cesta vacía, donde todos la esperaban y a los que tan solo dijo: «la mona solo me tiraba a mí de las orejas».
Etiquetas: cuentos de domingo, cuentos diminutos
Hablamos como si significáramos algo para el Universo y suena todo a nimiedad.
—¿Me firma un autógrafo, señora Lamarr? Soy un admirador de su belleza.
—El conocimiento es la verdadera belleza.
—Estoy de acuerdo pero usted triunfó por su hermosura.
—El éxito no se mide por la belleza, sino por la inteligencia y la felicidad que llevas dentro.
—Aún así, me parece una mujer guapa.
—Nunca me sentí bonita. No tengo la nariz perfecta, ni los ojos perfectos. Pero es como si los fotógrafos hubieran encontrado algo en mí.
—Su físico ejerce una cierta atracción.
—Mi cerebro es más sexy que cualquier parte de mi cuerpo. La inteligencia es el mayor afrodisíaco que existe.
—Abunda usted mucho en lo intelectivo.
—Una mujer sólo necesita ser bonita cuando lo dicen los hombres, pero una mujer inteligente puede hacer cualquier cosa.
—Eso es cierto.
—No encajo en el molde de lo que la sociedad espera de una mujer.
—Le escuché decir en una ocasión: «Seriedad es igual a ser aburrido».
—La creatividad es la inteligencia divirtiéndose, pero también ser inteligente no es ser perfecto, es saber aprender de nuestros errores.
—¿Es cierto que la inteligencia es el arma más poderosa que una mujer puede tener?
—Las mujeres deben ser valientes y no tener miedo de ser inteligentes. La inteligencia es como un faro en la oscuridad.
—Usted fue actriz, inventora y filántropa ¿qué la enseñado la vida?
—La vida no es fácil para nadie. Pero afrontar los desafíos con inteligencia es lo que marca la diferencia.
—¿Cuál es entonces su finalidad?
—La vida es un viaje, no un destino.
—A veces da la impresión de que hay gente que no se mueve.
—No creo que la gente deba vivir en la caja en la que nacieron. Deben explorar todas las posibilidades.
—Un consejo.
—Nunca dejes de soñar, incluso cuando la vida te ponga a prueba. La vida es demasiado corta para desperdiciarla en cosas que no te hacen feliz.
—¿Y lo mejor?
—El amor es la fuerza más poderosa del universo.
—Sin desaliento, claro.
—No te rindas nunca, incluso cuando parezca que todo está perdido.
—Ahora le reconocen como la precursora del wifi y del bluetooth.
—Siempre he dicho que soy una máquina de pensar.
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Cuando se te haga de noche enciende la lámpara de tu imaginación.
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Nuestro cerebro, a veces, es como un cajón de sastre donde se nos pierden ideas que, con el tiempo, tal vez encontramos.
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La existencia humana es un exceso del Universo.
Etiquetas: aforismo, exceso., existencia, universo
Escribimos para no dejar de ser quienes somos.
G. Deleuze:
«Quizá soy transparente y ya estoy solo sin saberlo...»
Thomas Szasz:
«Si tú hablas a Dios, estás rezando; si Dios te habla a ti, tienes esquizofrenia. Si los muertos te hablan, eres un espiritista; si tú hablas a los muertos, eres un esquizofrénico»
Marco Aurelio:
«Toma sin orgullo, abandona sin esfuerzo»
Albert Camus:
«La gente nunca está convencida de tus razones, de tu sinceridad, de tu seriedad o tus sufrimientos, salvo sí te mueres»
Charles Caleb Colton:
«Hasta que hayas muerto no esperes alabanzas limpias de envidia»
León Tolstoi:
«A un gran corazón, ninguna ingratitud lo cierra, ninguna indiferencia lo cansa»
Voltaire:
«La duda no es un estado demasiado agradable pero la certeza es un estado ridículo»
Mahmoud Al-Tahawi:
«La perfección es el pecado de los vanidosos. La torpeza la virtud de los indefensos»
Fénelon:
«Huye de los elogios, pero trata de merecerlos»
Antón Chéjov:
«Las obras de arte se dividen en dos categorías: las que me gustan y las que no me gustan. No conozco ningún otro criterio»
Bukowski:
«Que no te engañen, chico. La vida empieza a los sesenta»