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Patrones de existencia

2.4.25


Al principio era el ‘Ojo de Dios’ quien lo veía todo, la deidad omnisciente y la conciencia cósmica suprema.

Después fue el Gran Hermano quien nos vigilaba, ese panóptico de Michel Foucault que es el de la lógica de sociedades hipervigiladas, donde la autorregulación y la autocensura reemplaza a los barrotes.

Ahora es el algoritmo quien nos observa, nos sigue y sabe todo sobre nosotros, y nos seduce con sus constantes mensajes. Ya no necesitamos ser obligados a obedecer, porque hemos aprendido a desear lo que el algoritmo quiere que deseemos. Y lo más inquietante es que, a diferencia del Gran Hermano, que era un enemigo visible, el algoritmo es invisible, intangible y, muchas veces, deseado.

Así, la vigilancia ha pasado de lo divino a lo político y finalmente a lo digital, en un proceso donde el control se ha vuelto más sutil, pero también más profundo. La pregunta ya no es quién nos observa, sino si alguna vez podremos dejar de ser observados y manipulados.

Quizá la alternativa sea que juguemos a desconcertar el algoritmo, sepamos más que él, practiquemos la equivocación, le facilitemos mentiras y borremos nuestro rastro con desconexiones cada vez más frecuentes.



Alguarismos

1.8.24


La gente parece no darse cuenta de que su yo social está atrapado en un algoritmo.



Pompas

28.9.20



La visita a varias guarderías estos últimos días me dejó meditabundo. ‘Clases burbuja’, escuché repetir el término en diferentes centros educativos. Están aislados por grupos que no mantienen contacto alguno, explicaban. ¿Aislados? ¿Será ese el futuro que les espera? me preguntaba. Universos paralelos, realidades alternativas, zonificación de las relaciones virtuales, algoritmos que filtran la información, espacios de pensamiento común, hasta llegar a la burbuja unipersonal.



Guarismos

9.8.17



La poesía es el algoritmo del alma.