La despedida

7.7.24


Se dieron un último beso y se miraron con esa dulzura que tienen los recién enamorados. El destino los había juntado en un hermoso espectáculo de embeleso. En mitad de una calle solitaria acordaron despedirse y los dos caminaron en direcciones opuestas. En un silencio grandilocuente cada paso que se distanciaban lo acompañaban con un giro de cabeza hacia atrás, como para atestiguar que el pacto de la despedida se cumplía y que ninguno de los dos regresaría al concluyente abrazo.

La noche caliginosa los borró del escenario urbano. Nadie los observó, nadie consiguió dar testimonio de que aquellos jóvenes marchaban llevándose al otro en su pensamiento. Era una escenificación absurda de cariño, una estampa más perdida en el vacío de lo que existe.

Bueno yo si los vi. Crucé la escena y no me reconocieron ni supieron de mi presencia allí para contar su historia de amor y desamor.

¿Qué pasó?, deberías preguntarte mientras lees estas letras. Por lo que supe el argumento estaba escrito y se ejecutó según el gran teatro de la vida, de sus vidas.

Consagraron su pasión y se quisieron. Ese tiempo existió y también les nació una hija. A partir de ahí él, inteligente y buen periodista, alcanzó cierta efímera fama y ejerció en profundidad el oficio de la ‘canalla’. Ella, guapa y dulce, educada en una familia de la pequeña burguesía provinciana, no pudo y no quiso asumir el papel al que parecía destinada.

No sé, a veces vuelvo a esa calle a la misma hora despoblada, para ver si aquel duelo de enamorados se repite otra vez.

Mientras lo cuento, una mano femenina me aprieta el hombro con suavidad.



2 apostillas:

José A. García dijo...

Los anhelos son lo más difíciles de congeniar.

Saludos,
J.

Campurriana dijo...

¡Qué cierto!