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Admoniciones

21.9.21



Mi padre nos advertía con insistencia cuando éramos niños y mientras fumaba un cigarrillo: «no caigáis en el tabaco». Algo similar a esos padres que nunca han leído un libro y se empeñan en que sus hijos lean porque les han hablado de lo importante que es la lectura.



Aleccionados

26.7.21



Fui un joven responsable: amé, bebí, me divertí, y holgazaneé. Ahora soy un padre sensato y pido a mis hijos responsabilidad. No hay ninguna contradicción, solo son lecciones de vida.



Sin término medio

9.1.21



En este subibaja de abrazos y de besos que es la vida se está buena parte del tiempo descompensado. De niño, lo recuerdo, los brazos de mi padre y de mis tíos me elevaban al cielo para darme un abrazo. 

Luego estaba mi abuela, pequeña pero grande, donde me refugiaba en su amparo y a la que no tardé en rodear su fuerte pequeñez. Y mi madre que con abrazos de madre me hacía crecer. Hubo abrazos igualados por el tiempo y después, rápidamente, desnivelados. 

Al final, otra vez inclinarse, esta vez hacia abajo para besar a los hijos mientras van creciendo y quedan los abrazos, otra vez, desnivelados a la altura del futuro, sin que hubiera, para el cariño y la ternura, un término medio.



Declinares

18.12.20



Mi amigo Marcelo afirma que «lo peor de dejar de ser joven no es perder la lozana juventud. Es peor tener que renunciar a lo que fuiste para no aparecer ante tus hijos como un mal ejemplo». Ignoramos en lo ajeno lo que somos en lo propio.



Aspiraciones

4.1.20



Una mujer mayor me interpela en la frutería: «¿tú eres hijo de Francisco?». Sí, le respondo sin llegar a reconocerla. «Tu padre era una muy buena persona», dice. Y le doy las gracias. Luego se marcha y me deja pensativo mientras espero mi turno. ¿Acaso se puede aspirar, seres humildes de la existencia, a una más alta condecoración? No hay pedestal de mármol que aguante tamaña figura.



Toros

10.7.19

 

Cuando era pequeño mi padre me llevaba a los toros. El ocio en aquellos años estaba balanceado entre el fútbol y los toros, y para un trabajador de largas jornadas que comenzaban el lunes y acababan en la noche del sábado, las diversiones del domingo eran de guardar. Y qué mayor satisfacción para un progenitor que llevar a su hijo pequeño a divertirse junto a él. 

Los ecos de ese recuerdo aparecen lejanos y las pocas sobreimpresiones que mantengo son como un daguerrotipo gastado por el tiempo. La música, eso sí que permanecen en mi memoria. Cuando sonaba la banda para mí era algo seductor porque llenaba la plaza de alegría, junto al colorido del rojo y el amarillo en el albero. 

Después, aquel desfile de trajes de luces, los alguacilillos, los toreros, los banderilleros, picadores, mozos y areneros. Hasta ese instante el espectáculo era bonito, perfecto diría, algo que en un niño haría después simular juegos en los que daba capotazos con el delantal de mi abuela en la azotea de casa. 

A partir de entonces todo cambiaba a peor. Primero sentía miedo de que el toro cogiera al torero, después rabia por ver cómo los odiosos picadores se obcecaban con el astado y comenzaba el derramamiento de sangre. Y finalmente, tras los vítores y olés del público por la faena torera, me tapaba la cara para no ver cómo la espada atravesaba el cuerpo del animal, pensando cuánto dolería ese hierro dentro de aquella mole negra y vital que agonizaba. 

Dos incidentes más me alejaron de ese entretenimiento. Una pariente partió una banderilla que había obtenido como trofeo tras una corrida para dar la mitad a una prima mía, algo que rompió mi alegría de niño en aquel momento. Y la segunda anécdota fue que, mientras presenciaba una corrida de toros y terminaba de merendar, el torero lanzó una de las orejas del toro muerto al público, con tal puntería que tiró al tendido el plátano que comía, quedando manchado sangre y con el consiguiente enfado de mi padre que cambió, desde ese día, el fútbol por los toros. 



‘Implexo’

7.3.18



Las figuras de la madre y el padre son apeladas especialmente en dos etapas de la vida de las personas: en la infancia y cuando ya no están.



Interpretaciones

22.5.15



Mi padre solía decir: «cada casa es un mundo y en algunas son dos». Entendernos es sabernos tan diferentes y tan incomprendidos.



Amistad

20.2.15



Aprendí de mi padre que había que tener amigos hasta en el infierno. Y allí, frecuentemente, es donde más voy a buscarlos.



Parecidos

30.11.10



—Este niño es la viva imagen de su padre.
―Acaso es un pulpo su padre.
―Los ojos son del padre, el mentón y la sonrisa también.
―¿Y de la madre?
―De la madre es el niño.
―Igual también se parece a la madre.
—Se asemeja a un tío abuelo que vivió en América.
―Seguramente, es allí donde ha realizado el tratamiento de fecundación.
―No sé. Las señales de ADN las mandaron por correo.
—Certificado, supongo.
―Quizás por mensajería.
―Sí, ahora que lo dices también se parece al mensajero.
―No piensas que llevamos un rato diciendo tonterías.
―Espero que de mayor no se parezca a nosotros.
―Ni al padre.
—Tampoco.