«Con usura, pecado contra natura», escribió Ezra Pound. Y la iglesia católica dictaminó: «nummus non parit nummus» (el dinero no pare dinero).
Entonces qué hace un sacerdote bendiciendo una sucursal bancaria con estas palabras:
“Este lugar lo vamos a bendecir como sacramental o con un sacramental de la Iglesia. Le echamos esa bendición, esa oración, para que todos los que aquí trabajéis y todos aquellos que entremos o puedan entrar aquí a abrir sus cuentas, podamos vivir en lo que es la justicia y la caridad y saber pues dar a nuestro dinero esa productividad. Aquello de la parábola de los talentos, sencillamente, a uno le ha dado diez a otro cinco, a otro dos, a otro uno y a otro equis; que sepamos, pues, hacerlo productivo, viviendo los que vayáis a trabajar aquí en la justicia y en la caridad, eso es lo que hay que participar, directamente, en esta bendición a este lugar como sitio de trabajo y, sobre todo, a las personas que aquí trabajarán y a las personas que aquí entrarán para buscar un poco de productividad a su dinero y que se desarrolle siempre en la justicia y en el amor.
Dios santificó en sus orígenes el trabajo del hombre para que éste, sometiéndose humildemente a la voluntad del Creador, se dedicara, con perseverancia, a perfeccionar, de día en día, la obra de la Creación. Roguémosle pues ahora diciendo: guía, Señor, las obras de nuestras manos. (Repiten los presentes a coro)
Bendito seas Señor y Padre nuestro que has hecho que en Cristo nos fuera llevadero el yugo y ligera la carga de nuestro trabajo: guía, Señor, las obras de nuestras manos. (Repiten los presentes a coro)
Motivo de alegría para los hermanos y ocasión de prestar ayuda a los pobres: guía, Señor, las obras de nuestras manos. (Repiten los presentes a coro)”.