Los casinos de los pueblos, donde los hombres se reunían al atardecer para jugar a las cartas o al dominó, fueron fuente de chanzas y burlas sobre los más desafortunados. En cierta ocasión escuché relatar como verídica una historia vivida en esa atmósfera:
Rodolfo llegó como todas las tardes y dejó su sombrero sobre la percha. Se sentó en la mesa con sus compañeros de juego y comenzó su habitual partida de cartas. No pasó mucho tiempo cuando uno de ellos le dijo: «tienes la cabeza algo hinchada». Rodolfo no hizo caso al comentario.
No pasó mucho tiempo cuando alguien de la sala se acercó a saludar a los jugadores de la mesa y también hizo la misma observación a Rodolfo. «Se te ve la cabeza algo hinchada».
Los comentarios de ese tipo salpicaron la tarde. Rodolfo harto de tanto runrún fue al baño y se miró en el espejo. No observó nada extraño y eso lo tranquilizó.
Para culminar la gracia, en un descuido, colocaron bajo el forro del sombrero papel de periódico. Al terminar la partida de cartas Rodolfo se levantó y fue a por su sombrero. Cuando intentó colocárselo en la cabeza no pudo hacerlo.
Dicen los que le vieron que la cabeza de aquel hombre, en ese instante, se hinchó como un globo rojo. Su corazón se paró y cayó al suelo fulminado.
2 apostillas:
Jo, que historia tan triste nos has contado hoy...Yo suelo huír de la gente que hiere gratuitamente y termina justificándolo con un..."-Yo es que soy muy sincero/a".
Que hay que tener mucho cuidado con eso de gastar bromas.
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