Ejemplar único

30.11.25


Si se arrojara una Enciclopedia Británica a un agujero negro ¿desaparecería la información de todos los ejemplares? La pregunta me obsesionó durante los invernales años que administré la Biblioteca Nacional. Recuerdo que un joven físico, tal vez israelita, me la formuló en 1983, el año en que murieron mi madre y la tipografía Caslon. Le respondí que no ya que el agujero negro, ese ojo sin párpados del universo, no destruye sino que traslada la información a su horizonte, donde se estampa como la letra de un libro cerrado para siempre. Pero aquella noche, en el sexto sueño, soñé que yo era el agujero negro y que la Enciclopedia era mi autobiografía. Al despertar comprendí la sospecha de los escolásticos, que quizá no hay ejemplares sino un solo libro que vive en todos los lugares a la vez, y arrojarlo al vacío es devolverlo al manuscrito original, que es el alfabeto, que es el punto, que es la nada que lo contiene todo. La información no desaparece sino que simplemente deja de ser nuestra para ser del tiempo, que es otro nombre del olvido.


Coral

29.11.25


La inteligencia artificial no nace de una sola mano ni responde a una sola voluntad. Es el resultado de muchas voces que investigan, programan, etiquetan datos, diseñan interfaces, la usan y, sobre todo, la alimentan con lenguaje, preguntas y criterios. Cada uno aporta una nota, unas veces mínima y otras decisiva, en una composición que ningún individuo podría firmar en solitario.

Incluso cuando parece que una IA habla como una unidad, lo hace desde un fondo plural que no es otro que el de las bibliotecas, los errores, las intuiciones colectivas, los sesgos heredados y las sucesivas correcciones. Es más un coro que una batuta, es una armonía hecha de sumas, tensiones y ajustes.

Si algo se le parece, quizá sea una catedral trabajada durante siglos con manos anónimas que colocan piedras distintas hacia un mismo cielo. No hay un autor único, sino una obra en progresión, sostenida por todos los que la piensan, la construyen y la interrogan. Y en esa coralidad está también su límite y su promesa.


El abrazo

28.11.25


La soledad es el único patrimonio que no se hereda ni se dona: cada quien nace con su celda. No es pena, sino condición. El error está en buscar quien la rompa; la sabiduría, en quien se siente en ella contigo.

El abrazo no disuelve la soledad, la nomina. Es el gesto que dice reconozco tu celda, y entro como huésped, no como carcelero. No comparte la pena, sino el terreno cuando dos aislamientos que se vuelven confín uno del otro.

Por eso el abrazo verdadero es silencio, no promesa. No dice ya no estarás solo sino estarás solo, pero conmigo. Reconciliarnos con la soledad ajena es el único amor que no miente porque no cura la condición, la atestigua. Y en ese testimonio, la soledad deja de ser presidio para ser relación.


Madrugones

27.11.25


Quien con dignidad se acuesta, con honestidad se levanta.



Tiempo de uso

26.11.25


El tiempo no se mira en el reloj, se huele en la nevera cuando la leche se pasa. Yo pensaba que era yo quiene lo administraba hasta que un día encontré un pelo mío en un jersey de lana que guardé en el armario en 1997. El pelo seguía negro, pero el de mi testa actual ya no. Ahí comprendí que el tiempo me contaba y no al revés.

Es como el aire de la ciudad que entra por las fosas nasales y sale por los recuerdos. A veces protege, borrando el nombre del quien nos rompió el corazón, y otras hiere, dejando intacto el olor de la infancia recién abierta la bolsa de la compra. Lo cierto es que nunca desaparece, tan solo cambia de bolsillo.

Cubrió la moto de mi padre hasta convertirla en un monumento verde. Nadie se atreve a arrancarla porque, debajo, sigue la huella del asiento donde yo dormía de pequeño mientras él conducía sin prisa para que no despertara.

Cada vez que intento describir aquella tarde, el papel se empapa y las palabras se hunden. Lo que queda es un borrón que parece una isla y desde ella diviso mi propia silueta gritando, pero no llega el sonido.

Desde la azotea del hospital el mundo se ve del tamaño de una uña. Allí supe que somos un punto que dura lo que tarda una gota en secarse sobre la barandilla. Y, sin embargo, dentro de ese diminuto espacio caben todas las Navidades, todos los miedos, todos los besos que no dimos.

Existe un segundo, puede que solo uno, donde el tiempo se abre como una persiana rota. Ocurre cuando oímos nuestra voz grabada y no la reconocemos. En ese intersticio se asoma lo que fuimos y lo que seremos y, por un instante, nos comprendemos enteros. Y, entonces, quizá no haya que vencer al tiempo, sino dejar que nos roce sin prisa, como quien palpa una tela antes de comprarla. Al final, él no cuenta la historia, tan solo la devela.


Lastimadas

25.11.25


A veces convertimos nuestras heridas en habitaciones donde nos quedamos demasiado tiempo. El auto compecimiento entra entonces como un huésped amable, dispuesto a justificarnos cada inercia, cada miedo. Pero ese perdón que nos ofrece no cura sino que más bien anestesia. Nos absuelve sin pedirnos transformación y por eso es innecesario al perdonar sin levantarnos, ya que la verdadera compasión no nos encierra sino que nos impulsa.



La curvatura de la Tierra

24.11.25


Descubrir que este planeta era curvo me costó noches de insomnio infantil. Pensar que había gente bocabajo sin caerse al vacío y admitir, demasiado pronto, la ilógica adulta. Uno crece aprendiendo que el mundo no encaja en la geometría de nuestros miedos.

Hoy acepto, sin más, que el universo es curvado, finito e ilimitado, una paradoja que no inquieta, porque ya no busco comprenderlo, sino apenas acompañarlo. Sé que la materia se dobla, que el espacio se hunde sobre sí mismo, que nada es recto salvo nuestra necesidad de orden.

Y también acepto que un día este globo terráqueo puede estallar, no sólo porque lo advirtiera Stephen Hawking, sino porque la fragilidad es quizá su destino cierto, el de una esfera minúscula suspendida en un abismo que no promete nada.

La curvatura de la Tierra ya no me quita el sueño. Lo que me asombra ahora es que sigamos aquí, aferrados a este punto ínfimo del Universo, como si lo infinito necesitara testigos.


Metido en el charco

23.11.25


Hay un charco en la noche que, en sus bordes, refleja la luz de la luna. Su silueta asemeja el bocadillo de un tebeo con la superficie oscura. Qué escribir dentro: la noche misma, el pensamiento del día que se va o el sueño que espera. La larga meditación del cuento que es la vida. Al final me doy cuenta que dentro de ese negro espacio estoy yo. Y entonces el charco trepida, no por ningún viento ni por mis pasos sino porque la figura que veo allí no coincide del todo conmigo. Me observo desde abajo, como si fuese una versión más sincera y menos contenida de mi propia sombra. Esa otra presencia me mira, paciente, esperando que descifre el mensaje que no sé formular. Me acerco más y más, hasta que el reflejo extiende un gesto que no recuerdo haber hecho jamás, hasta hacerme comprender que no es mi imagen lo que se oculta en ese fondo oscuro, sino mi futuro, una historia aún sin escribir que me mira desde el agua y aguarda a que decida qué poner en su bocadillo de tinta.


Quebrantamientos

22.11.25


Cada vez se hace más necesario que nos convirtamos en saboteadores de los algoritmos.


Principio de perplejidad

21.11.25


Existe un destino certero y luego está la incertidumbre de lo que somos.


Fabricantes de ignorancia

20.11.25


Hay ignorancias que nacen del descuido, y otras que se siembran con esmero. Vivimos rodeados de verdades a medias, de silencios convenientes, de datos que brillan para ocultar otros. Y en ese terreno fértil de la confusión florece lo que llaman agnotología, es decir el estudio de la ignorancia fabricada.

No se trata de la inocente falta de conocimiento, sino de un no saber cuidadosamente construido. Alguien decide qué se oculta, qué se tergiversa, qué se disfraza de duda. Y así, el desconocimiento deja de ser un accidente para convertirse en una herramienta.

La agnotología nos recuerda que la ignorancia también tiene autores. Son gobiernos que esconden, corporaciones que manipulan, discursos que nublan en lugar de iluminar, pero también somos cómplices, porque a veces preferimos la niebla a la claridad, el rumor a la verdad, la comodidad de no saber a la responsabilidad de entender.

El conocimiento libera, pero el exceso de ruido lo adormece. Por eso, aprender hoy no consiste solo en buscar lo que se sabe, sino en reconocer lo que nos quieren hacer ignorar. La agnotología es, en el fondo, una poética de la sombra, una invitación a mirar no solo la luz del saber, sino también las manos que la sostienen o la apagan.


La densidad de las palabras

19.11.25


Las palabras no son corchos que echas al agua y flotan. Tienen que tener un peso específico que las haga hundirse en nuestro interior. Solo así dejan sedimento, memoria, huella.

Las palabras ligeras resbalan, suenan, pero no tocan porque se las lleva el aire, como polvo que no encuentra superficie donde adherirse. Las otras cuya densidad la hace verdaderas, descienden lentamente hasta la zona donde la conciencia guarda su materia viva. Ahí, en ese fondo íntimo, empiezan a trabajar en silencio.

Una palabra con peso se densifica y nos obliga a detenernos, a respirar de nuevo, a reacomodar el mundo en torno a ella. A veces incomoda, a veces consuela pero siempre transforma, porque solo las que hunden en nosotros su gravedad son capaces de sostenernos.


Macilentos

18.11.25


No nos cansa la fatiga ocular sino aquello que deja de revelarnos su misterio. La mirada se agota cuando el mundo pierde su espesor, cuando los objetos ya no nos entregan su secreto y la realidad se vuelve superficie. La fatiga no nace de los ojos sino de la falta de asombro. Nada pesa más que lo que ya no tiene misterio porque cuando todo parece conocido, la vida se nos vuelve plana, inerte, sin relieve y, entonces, comprendemos que el cansancio no viene de la luz, sino de la ausencia de revelación. No nos cansa la fatiga ocular sino aquello que deja de revelarnos su misterio.


Un alto

17.11.25


Me sostengo, no sé, en la punta de algo, el punto más extremo de la evolución humana. No soy más que un espécimen, como otros miles de millones que viven en este planeta. Contemplo pues la cima de todo lo que nos ha traído hasta aquí. Y en mi conocimiento se mezclan aspectos horribles, aspectos hermosos, en una mirada única y disoluble en el tiempo. Y esa atalaya será ocupada por otros seres humanos que me sucederán porque somos un sustrato de la vida. Es desde esa conciencia enardecida desde la que me pregunto qué hago aquí.


El espectador

16.11.25


Me contó que su gran sueño, su única ilusión, era participar como público en un programa de televisión. Ser un obediente espectador que aplaude y se ríe cuando lo indica el regidor. Sería el súmmum de su existencia extasiarse ante presentadores y famosos. Sería feliz siendo público de televisión.

Y un día lo consiguió. Lo vi en la pantalla, en la segunda fila, sonriendo con devoción y aplaudiendo con fervor cada vez que la luz roja se encendía. Desde entonces no ha vuelto a salir de allí: cambia de programa, de canal, de época, pero siempre está sentado, mirando hacia un escenario que no termina nunca.

Dicen que, si haces zapping con atención, todavía se le puede ver, feliz, esperando la próxima orden del regidor.


El alivio de lo imposible

15.11.25


A veces sueño con cosas imposibles. No importa que no sean ciertas, bastan con que me sostengan en mitad de la cotidiana rutina, porque esos sueños inventan una fisura en el tiempo, un respiro para recordar que aún puede imaginar. Lo imposible cumple una función secreta que no es otra que la de mantenernos despiertos, ya que mientras la razón mide lo alcanzable, el sueño nos concede una leve fuga, un instante sin peso, en esos días en que la vida se vuelve demasiado real, y solo lo inasible nos devuelve la esperanza. A veces no soñamos para realizar los sueños sino para alivianar el peso de existir.


La trampa de la memoria

14.11.25


Hay recuerdos que creemos intactos, como fotografías protegidas por un cristal, pero basta tocarlos para descubrir que el vidrio es, en realidad, un pantano. La memoria, esa zona que suponemos firme, tiene la consistencia de las arenas movedizas y cuanto más intentamos sostenernos sobre ella, más nos hundimos. Idealizamos el pasado con la esperanza de que nos devuelva una versión coherente de lo que somos y, sin embargo, lo que guardamos no es lo que fue, sino lo que hemos sobrevivido en ser, y cuando nos empeñamos en rescatar la imagen precisa de un instante, esa misma precisión se convierte en trampa porque el recuerdo se resiste, se hunde, se escapa entre los dedos. Cernuda supo que el deseo termina disuelto en la memoria, como una figura que el agua borra. Borges advirtió que recordar demasiado puede ser un infierno: el exceso de pasado paraliza. Ambos comprendieron que el olvido no es un enemigo, sino un derecho y tal vez, por eso, la memoria no esté hecha para conservar, sino para arrinconar las cosas. Lo que se hunde en ella no se pierde pero se transforma en silencio, en sustancia de lo vivido. Y esa aceptación, más que un acto de renuncia, es una forma de paz.



El error que fuimos

13.11.25


Todos los errores cometidos nos han traído hasta aquí. Cada tropiezo, cada desvío, cada torpeza ha tejido, sin saberlo, la trama de lo que somos. Sin ellos, quizá habríamos sido una versión más pulida, pero también más ajena, más irreal, porque los errores no solo deforman el camino sino que lo revelan. Nos muestran el contorno de nuestras búsquedas, la medida de nuestros límites y, a veces, incluso el modo secreto en que la vida nos corrige sin decirlo. No hay destino sin falla ni aprendizaje sin caída. Sin los errores que fuimos, no existiría la verdad que hoy nos sostiene.


El puzle

12.11.25


Nunca terminarás de encajar todas las piezas del rompecabezas de tu vida. Siempre faltará una, o sobrarán dos. Y, sin embargo, seguirás ordenando los bordes, girando las figuras, buscando el fragmento que encaje con lo que fuiste. La vida no se completa: se sostiene en su hueco. Cada pieza ausente nos recuerda que seguimos vivos, que aún buscamos. El sentido no está en terminar el puzle, sino en mirar cómo la imagen, aun incompleta, sigue teniendo forma.


Cernudiana

11.11.25


El tiempo como una enredadera cubre de olvido los muros de todo lo sentido.