La trampa de la memoria
14.11.25
Hay recuerdos que creemos intactos, como fotografías protegidas por un cristal, pero basta tocarlos para descubrir que el vidrio es, en realidad, un pantano. La memoria, esa zona que suponemos firme, tiene la consistencia de las arenas movedizas y cuanto más intentamos sostenernos sobre ella, más nos hundimos. Idealizamos el pasado con la esperanza de que nos devuelva una versión coherente de lo que somos y, sin embargo, lo que guardamos no es lo que fue, sino lo que hemos sobrevivido en ser, y cuando nos empeñamos en rescatar la imagen precisa de un instante, esa misma precisión se convierte en trampa porque el recuerdo se resiste, se hunde, se escapa entre los dedos. Cernuda supo que el deseo termina disuelto en la memoria, como una figura que el agua borra. Borges advirtió que recordar demasiado puede ser un infierno: el exceso de pasado paraliza. Ambos comprendieron que el olvido no es un enemigo, sino un derecho y tal vez, por eso, la memoria no esté hecha para conservar, sino para arrinconar las cosas. Lo que se hunde en ella no se pierde pero se transforma en silencio, en sustancia de lo vivido. Y esa aceptación, más que un acto de renuncia, es una forma de paz.
Etiquetas: análisis, comentario, memoria, reflexión
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