Abismo

Era un programa radiofónico de autoayuda. Cada noche, con voz sensual, la locutora ayudaba a los suicidas a dar el paso definitivo.

Amor letal

Al principio se hacían regalos sorpresivos hasta que, un mal día, se obsequiaron con unas pistolas.

La última noche

Sherezade decidió acabar con aquella esclavitud y narró un cuento de terror donde el sultán Shahriar era el protagonista.

Timo

Cuando despertó, ni estaba el dinosaurio, ni estaba el unicornio, ni estaba el cocodrilo. Ni había nadie allí.

Cuidados maternos

La madre caramelizaba todas las mañanas a sus hijos para que fueran hechos un dulce a la escuela. El problema eran las moscas.

Crecimiento

Le dijeron que llegado el momento empezaría a ser mujer. Y no, seguía siendo la misma niña asustada, aunque ahora sangraba.

Frustración

El minotauro soñaba ser hombre hasta que descubrió el toreo.

Con los pies en la tierra

Lucía dos grandes cicatrices en su espalda —vestigio de su vida anterior—, mientras trabajaba como socorrista.

Accidente aéreo

En piloto estaba en las nubes cuando hizo aterrizar el avión.

Discutidores

—Por qué lo ha matado —preguntó el policía.

—Dijo que no creía en el año cero.

Recado

He muerto; no me esperes para cenar.

El ‘decapitador’

El niño no dejó títere con cabeza y tuvieron que suspender la función de marionetas.

Matarife

La perfección con que diseccionaba los cadáveres le valió el mote de ‘el exquisito’ y, además, un ascenso en el matadero de pollos.

Descorazonada

Ella siempre me dijo que no tenía corazón. No la creí hasta el día fuimos al cardiólogo.

Proteccionismo

Le dieron un trabajo en el consulado belga y pensó que sería eficaz logrando que todos los flamencos fueran una especie protegida.

Zeus

El revisor de contadores llamó a la puerta de casa. Una señora abrió y el hombre le lanzó un rayo por impago del recibo de la luz.La señora, toda chamuscada, le ofreció café mientras le hacía ver su desacuerdo con las nuevas tarifas.

Venturoso azar

Una mariposa se posó en su hombro. Alguien comentó entonces que, en algunos países, eso traía suerte. Contenta caminó unos pasos y al cruzar la calle un coche la atropelló. Y la mariposa, ajena a todo, levantó el vuelo.

Niños

—¿Juegas a la gallinita ciega?

—¿Qué hay que hacer?

—Tienes que sacarte los ojos.

Nota del autor.─ Cada primero de agosto tengo una excusa para que los lectores de esta bitácora descansen de mí. A cambio, les dejo unos microcuentos que es un género literario que practico con placer. Escribir un micro es como resolver una ecuación. Tienes los términos y solo debes despejar la incógnita. El tiempo de lectura de una micro narración es tan breve que da pie a un eterno silencio iluminador para desentrañarlo. A mis amigos, a mis lectores amigos, que el calor os sea leve.

Boscosidad

Miteco de Siracusa, sofista, poeta y autor de un tratado de alimentos, defendió que «para hacer poesía necesito lucidez y nitidez, no espesura». Ambas alumbran la claridad de los versos.

Gallinas ponedoras

Juan Goytisolo señalaba que «si los escritores que ahora comienzan me pidieran un consejo, el primero que les daría sería que renunciaran desde el principio a vivir de la pluma, que buscaran y ejercieran actividades paralelas. Las razones económicas explican en gran parte todo ese magma monstruoso de obras reiterativas, de escritura irresponsable, que inunda el mercado editorial, convirtiendo de paso a los novelistas en gallinas ponedoras. El escritor debe tener también el derecho de callarse y no producir…» Siempre he pensado que aquello que gusta hacer uno, y en este caso la escritura, debe estar libre del sometimiento a la obligación o de la necesidad del sustento. Escribir es erradicar cualquier vasallaje.