La imaginación popular ha desarrollado una serie de leyendas urbanas que no dejan de descubrir ciertos deseos frustrados. Entre otras está la de cargarse al marido, compañero durante muchos años, ahora enemigo con el que se comparte lecho. Entre las primeras noticias que escuché estaba la leyenda del huevo duro. Antes de ir a dormir la mujer le daba de cenar todas las noches dos huevos duros hasta que éste murió. Otra que escuché recientemente fue: si a tu marido quieres ver morir, dale hinojos en abril.
Métodos sutiles y caseros para quien quieran desprenderse de la pesada carga de una larga convivencia que se hace insoportable. En un opúsculo de 1872 titulado Arte para envenenar maridos se recomienda entre otros el clásico arsénico, poco fiable porque suele salir en la autopsias.
Más recientemente hay quien ha empleado unas gotas de anticongelante de sabor dulce mezcladas con el sirope de fresa. También el Haloperidol en gotas, un psicotrópico dotado de propiedades sedantes de gran potencia que suele administrarse para combatir la esquizofrenia, o aderezar la comida con Parathión, un pesticida prohibido.
Siempre se pude tener paciencia y matarlo de aburrimiento.