Me llamo Fina, tengo tres hijos. Me casé muy joven embarazada y ahora trabajo en una empresa de limpieza en la que también lo hace mi marido. Hoy domingo me he levantado temprano. Todos duermen. Al ir a lavarme la cara he notado que un puntito negro afeaba mi piel. Mientras me revisaba el cutis he pensado que no estoy tan mal para mis veinticinco años.
Me he preparado un café cargado y me he sentado en el sofá para desayunar tranquila mientras veo la tele. De repente un anuncio me ha hecho sentirme mal. Una chica, que podría tener mi edad aunque mejor cuidada porque debe ser modelo, ha hecho igual que yo delante del espejo y tras mirarse durante unos segundos ha aparecido un rótulo que decía: «Mientras unos se miran al espejo, 40 millones se mueren de hambre». Manos Unidas.
Me he sentido mal. He agachado la cabeza y he comenzado a leer en una revista. La reina de Jordania «debe hacer hueco en su apretada agenda para coger el jet y visitar Nueva York, Roma y París. Allí la esperan con expectación los directores de las marcas más exclusivas, que se disputan el honor de contribuir a su fondo de armario: Ralph Lauren».
Me he sentido peor.