Eludidos

29.2.20



Acomplejado ante la eternidad, el ser humano es cada vez más complejo y frágil.



Musitar

28.2.20



Voy, en silencio, masticando palabras que otras personas antes escribieron.



Velados

27.2.20



El conocimiento nos descubre ignorantes a cada paso.




Finezas

26.2.20



Las personas amables se disculpan incluso por las equivocaciones ajenas.



Mandas

25.2.20



Cada lunes acompañaba a mi abuela hasta la ermita de san Nicolás. Una retahíla de mujeres recorría la alegre vereda que las llevaba desde el pueblo hasta el altozano donde estaba situada, flanqueada por almendros, chumberas, pitas y cañaverales. En la hondonada por donde discurría un hilo de agua, los pajarillos bajaban a llenar sus picos y el eco de sus trinos resonaba en los taludes de la rambla. 

Mi abuela, como el resto de todas ellas, cumplía con el ritual de una promesa que, en muchos casos, diluida por la desmemoria, se había transformado en una costumbre más de sus cotidianeidades. 

En el paseo nos solíamos cruzar con quienes ya volvían y mi abuela intercambiaba saludos o bien se ponía a charlar con alguna de ellas, muchas vestida de medio luto o enlutadas de los pies a la cabeza. 

Me fijaba en sus rostros, en sus expresiones y escuchaba sus palabras apenas sin entender casi nada. Aunque lo que sí percibí fue que a tres o cuatro de ellas parecían haberles extirpado el alma, ya que, aunque reían y narraban cosas habituales como el resto, en su interior había un pozo de negrura imposible de blanquear. Con el tiempo supe que todas esas mujeres habían perdido un hijo y que seguían vivas contra su voluntad.



Custodios

24.2.20



Nos han convencido para que seamos vigilantes de nuestra conducta y evitar disidencias y rebeldías, hasta tal punto que pesa un sentimiento de culpabilidad en cada acto de deserción a lo impuesto y normalizado.



Sala de espera

23.2.20



Nadie había perdido la esperanza en aquel lugar porque todos sospechaban que era lo último que perderían.



Solazados

22.2.20



Si me inquieto mucho al escribir este texto, por ejemplo, sospecho que no me divierto. Y eso no me sienta bien. Sin la misma vocación lúdica que un niño pone en explayarse en el juego, sin la satisfacción de mezclar las palabras con las ideas igual que si te embadurnaras con el tarquín de las acequias y los balates, esta tarea apenas habría que tenerla en cuenta.



Risotadas

21.2.20



Los humoristas son gente que hasta después de muertos siguen dando risa.



Contingencias

20.2.20



¿No somos, en todo caso, el azar que nos contiene?



Evanescencias

19.2.20



Todo es vacío menos la materia que habito. 




𝙉𝙤𝙣 𝙨𝙚𝙧𝙫𝙞𝙖𝙢

18.2.20



Según Jorge Larrosa, «la literatura no reconoce ninguna ley, ninguna norma, ningún valor. La literatura, como lo demoníaco, sólo se define negativamente, pronunciando una y otra vez su non serviam. Tratando, desde luego, de la condición humana, y de la acción humana, ofrece tanto lo hermoso como lo monstruoso, tanto lo justo como lo injusto, tanto lo virtuoso como lo perverso. Y no se somete, al menos en principio, a ninguna servidumbre. Ni siquiera moral. La experiencia de la literatura es extraña a la moral, escapa a la moral, y no se somete, sin violencia, a su soberanía». Este es un ejercicio de libertad y de libertarios que escogen autogestionar su escritura en campos de la palabra, escrutando en el pozo de las vacilaciones, escudriñando en los campos de la imaginación y en la alfarería del pensamiento. Qué más amoral que importunar ciertos tratados del género con la insubordinación literaria.



Don Germán

17.2.20



A veces me vuelvo a las clases de Física y Química del Bachillerato, al análisis vectorial de aquellos días que apuntan a mi primera juventud llena de tanteos amistosos y desalentadas primaveras. Allí permanece aún aquel profesor de imponente figura y gafas oscuras, impartiendo docencia y magisterio. La tabla periódica y las valencias de los días de estudio para memorizarla, los enlaces químicos y las fórmulas en su estado sólido, líquido y gaseoso, encerradas las letras iniciales entre corchetes para poder identificarlas, según las estudiábamos. 

Las cuatro de la tarde no era la mejor hora para prestar atención a ninguna explicación del maestro de Química, dado el sopor de la digestión y lo vaporoso del aula. Era un momento para escapar de la monotonía y soltar la imaginación medio adormilado. Hasta que surgió la pregunta de don Germán sobre el significado de aquella ‘[S]’, y yo, pobre de mí, sin saber dónde estaba respondí lo más rápido que mis reflejos mentales supieron: «significa plural». Toda la clase rió mientras el profesor me indicaba: «ese será otro de sus chistes, como el del camello». «Perdón, significa estado sólido», pude decir ya más espabilado de mi somnolencia. 

El chiste del camello a que aludía mi educador era la típica broma de adolescente, contado una vez tras otra hasta la saciedad, desde un humor de lo absurdo, para estupefacción de la audiencia, y que él tuvo que soportar en un viaje de estudios cuando nos dirigíamos a presenciar la representación de la obra Las arrecogías del beaterio de Santa María Egipciaca, del dramaturgo José Martín Recuerda en el Teatro de la Comedia de Madrid. No dijo una palabra y mientras yo lo suponía desatento a mi martilleante chascarrillo que, micrófono en mano dediqué a mis compañeros del autobús, él lo guardó en su memoria hasta el momento oportuno en que me lo pudo recordar.

La anécdota que su hijo Víctor M. Pérez Benítez recogería muchos años después en el libro ‘La mirada que respira’, me hizo entender con cuánta paciencia se enfrentaba aquel profesorado a nuestras adolescentes conductas y cuánto amor a la profesión en la transmisión de sus enseñanzas, no solo de contenidos sino de vida en sí.




Espía

16.2.20




Al mirar por el ojo de la cerradura pudo ver cómo se desnudaba un secreto.




Disyuntivas

15.2.20



Nadamos en un mar de elecciones hasta naufragar en alguna de ellas.



Filtrajes

14.2.20



La sencillez es garantía de una vida óptima.



Esa delgada línea

13.2.20



¿Es verdad que existe un cierto placer en evidenciar encarnizadamente lo frágil de la felicidad?



Sorpresivo

12.2.20



Algunas personas piensan que se aprende a escribir leyendo literatura y así lo es, aunque no únicamente, porque se escribe desde el sentimiento de la vida, de entrar en todas partes y hablar con mucha gente, de ser zarandeado por lo humano. Es entonces, distanciado del frío laboratorio donde se fabrican los textos, cuando hay que regresar a ese lugar para fecundar la escritura. 



Andarines

11.2.20



Lo aconsejable, me dijeron, es tirar siempre por la calle de en medio, como es la más transitada irás más seguro. Nunca hice caso de esas advertencias. Ya siendo niño me hurtaron unas entradas de cine por separarme del grupo con el que volvía a casa; mi diletantismo por las letras me distanció de ser sociable; el apartarme del pensamiento común, me hizo rara avis. Pocas veces escuché las recomendaciones y preferí emprender el camino de mis intuiciones, aunque tantas otras me equivocaran. A menudo, para no alejarme mucho de la gente me acerqué a lo humano por la vereda de lo afectivo. Ese es el único viario que puedo transitar.



Desamados

10.2.20



A veces discuto contra mi amor propio por no saber quererme. El desamor es abandono de toda estima.



Anieblados

9.2.20



Hoy la niebla es espesa, tanto que las palabras se licuan al pronunciarlas y llegan como distorsionadas a los oídos atentos. Parece que estamos en Londres, refiere alguien después de haber sido pronunciada esa misma observación más de una veintena de veces a lo largo de la mañana. Y no, la ciudad londinense no es la única que tiene el copyright de la acumulación de gotículas de agua que forma una capa amplia en contacto con el suelo terrenal y limitando la forma de ver las cosas. Tampoco se trata de una niebla tan densa que se pudiera cortar con un cuchillo, dado que esa herramienta de trozar consistente en una hoja de metal habitualmente estirada y cortante por un solo lado, en ocasiones punzante, con un astil metálico, de palo u otro material, al ser infectiva en dicho ejemplo. Descartado el smog fotoquímico queda la referencia cultural unamuniana o la más televisiva del san Bernardo de Heidi, cuando no la fenomenológica neblina engelante.



Diptongos

8.2.20



«Alguien me dijo que la verdad está en todo, incluso en el error», dilucida Jean-Luc Godard en la película Vivir su vida (Vivre sa vie). Si la vida es un equívoco cómo no va a corresponder con la certeza que nos encierra.



Arrobamiento

7.2.20



La vida es el optimismo del Universo.



Gruñón

6.2.20



Amadeo es un hombre escéptico no por edad si no por condición. De la máxima ‘piensa mal y acertarás’ ha hecho la filosofía de su vida. Con suma velocidad descubre una conjura contra él. Todo personaje en su órbita social es rebajado a una calidad indigna o miserable, cuando no de poca inteligencia. Tan pronto encuentra en una mirada un avieso pensamiento en su contra como convierte cualquier noticia negativa sobre el mundo en una distopía que pondrá fin a la humanidad más pronto que tarde. A veces pienso si no querrá que el mundo se acabe con él arrastrándolo a la sima de la inmensa nada. Sé que ese sería el único sentimiento que le produciría una secreta satisfacción nunca declarada.



Lo simple

5.2.20




El mejor argumento para expresarse en la vida y en el arte es la sencillez.



Hieráticos

4.2.20



Cuanto más en serio me tomo más rotundo resulta mi fracaso.



Desahogos

3.2.20



Lo confortable no está en lo físico; es en lo mental donde hay que estar cómodo.



Querencias

2.2.20



—Quiérete mucho. Eso es lo que tienes que hacer —le imploró.
—Si yo ya me quiero, pero esta maldita enfermedad me quiere aún más.



Cruces

1.2.20



Mientras buscas algo que no aparece, encuentras algo que no estabas buscando.