En la época universitaria solíamos jugar a la ouija con un vaso de cristal boca abajo en la mesa camilla. Nos divertía, en las largas noches de desestudio, convocar a los espíritus.
Unas veces nos reíamos mucho, al preguntar, qué nota tendríamos en los exámenes. Otras, en cambio, el miedo nos encerraba a pasar la noche en una sóla habitación.
Hoy, olvidados los espíritus de noches estudiantiles, somos nosotros quienes acudimos a aquella mesa como fantasmas de un tiempo pasado.
2 apostillas:
Vaya, volvernos nuestros propios fantasmas. Acosar nuestro presente con las furias del pasado. Esperar, en las noches, nuestra vacilación para atacar. Y hacernos espíritus. Y dejarnos hacer.
Nosotros no jugábamos a la ouija, pero sí que ensayábamos los juegos más salvajes y crueles entre nosotros para distraer las épocas de exámenes. ¡Mira que éramos brutos! Eso sí no siento la más mínima nostalgia de aquel tiempo. El pasado me produce desazón. No me interesa. Hace tiempo que he dicho adiós a aquellos fantasmas estudiantiles y no tengo interés en volver como espíritu a mesas en que me convoquen.
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