En la época universitaria solíamos jugar a la ouija con un vaso de cristal boca abajo en la mesa camilla. Nos divertía, en las largas noches de desestudio, convocar a los espíritus.
Unas veces nos reíamos mucho, al preguntar, qué nota tendríamos en los exámenes. Otras, en cambio, el miedo nos encerraba a pasar la noche en una sóla habitación.
Hoy, olvidados los espíritus de noches estudiantiles, somos nosotros quienes acudimos a aquella mesa como fantasmas de un tiempo pasado.