Mientras podo los rosales –con el rito anual de la luna menguante de enero– recuerdo a mi abuela, una mujer pequeña y menuda con todo su pelo blanco rematado en un rodete y una toquilla sobre los hombros. De niño pensaba que ella había nacido así.
Ahora, al desnudar de follaje estos rosales, pienso en sus manos de una piel como papel mojado y en su mirada vivaz. Y me parece escuchar sus palabras al sentenciar, como cada año, que ella no estaría cuando volviera la próxima primavera.
Como cada año podo las ramas del rosal y sé que un día aquella sentencia de mi abuela se cumplirá y no veré florecer las nuevas rosas en el jardín.
6 apostillas:
sabes yo recuerdo
igual que tú,
y las manos de mi aguela
eran como tú las describes
si recuerdo su humedad...
Yo no conocí a ninguno de mis abuelos, pero he sentido cercana la ternura de la evocación de tu abuela podando los rosales como ahora los podas tú. Minirrelato lleno de sentido poético y de sensibilidad, igual que el de ayer.
Un día algo, alguien o qué se yo, nos podará la cabeza de la vida.
Mi abuelo se empieza desconocer con esa enfermedad que le seca por dentro...
Es curioso, en dos días he dado por casualidad con dos textos de tema similar. Uno, el tuyo, ayer. Otro, hoy, un cuento de Paloma Díaz-Mas titulado "En busca de un retrato" e incluido en la antología "Cuento español contemporáneo" de Ángeles Encinar y Anthony Percival (Cátedra, 1993).
A mi me ocurrió algo parecido con mi abuela. Cada dia, al irse de casa le decía:
-Hasta mañana yaya
A lo que ella contestaba, si diós quiere.
Es algo en lo que, aunque hayan pasado los años, sigo pensando cada dia.
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