La narrativa actual supone una decepción cada vez mayor para mí. La medida me la da el hecho de que apenas consigo acabar alguna novela, aunque puede que me haya convertido en un mal lector.
Conceptualmente correctas y depuradas estilísticamente, el canon literario de los grandes bestseller está en franco declive frente a soportes visuales o virtuales. Es más fácil ver en la pantalla una historia que emplear varios días o semanas en leer quinientas páginas.
Siempre he pensado que una nueva forma de escribir debe aportar historias resistentes a ser capturadas por el cine, la televisión, el cómic o los guiones seriados.
Es posible que al refugiarme en un blog busque ese modo diferente de escribir lleno de fragmentos narrativos, donde aflora una encrucijada de historias enhebradas por el paso del tiempo, dispuestas a emocionar o conmocionar al lector. Abiertas a la reflexión y la imaginación, a ser pulsadas desde la libertad y la interactividad.