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Remedios para la esperanza

16.6.15



—¿Estamos más perdidos que nunca, señor Berger?
—Alguna vez pensamos que la esperanza llegaría como una estrella caída del cielo, pero nos equivocábamos. Y es por eso que esa simple dicotomía implícita en la pregunta: ¿Es usted optimista o pesimista?, me parece tan estúpida. Es un ejemplo perfecto de un pensamiento perezoso. La esperanza o la fe sólo surgen en la oscuridad o en la desesperación.
—Entonces el último acto volitivo que nos queda es el de resistir.
—El acto de resistencia significa no sólo la negativa a aceptar lo absurdo del mundo de la imagen que se nos ofrece, sino también su enunciación.
—¿Qué hemos hecho mal?
—El pecado de nuestro tiempo es la pereza. Es obvio que no estoy hablando de los desocupados que 'no trabajan por pereza', sino de la enorme tentación del hombre contemporáneo a no comprometerse. Probablemente porque se lo ha despojado de futuro. La necesidad de comprometerse, de resistir, está allí como un proceso. Y, paradójicamente, es en ese proceso donde puede aparecer la esperanza.
—¿Una esperanza global?
—En la cultura de la globalización no se percibe otro lugar ni otro modelo que el de la prisión; y la inteligencia humana queda reducida a la avidez.
—¿Qué es lo que nos están quitando?
—Este sistema despoja al individuo del futuro -nadie piensa en el futuro- y lo obliga a ignorar el pasado como algo prescindible que puede ser tirado como una hoja de afeitar usada.
—No nos desprendemos del miedo.
—En la historia siempre hay terrores nuevos, aun cuando algunos desaparezcan, pero no hay nuevas dichas, la dicha es siempre antigua.
—Nos tienen acorralados.
—El objetivo de los beligerantes es la conquista del mundo entero a través del mercado.
—Y más que consumidores somos consumidos.
—Hay una urgencia del momento en que vivimos, un orden en que los plazos son cada vez más cortos, los más cortos probablemente en la historia de la humanidad. Quienes toman las decisiones no piensan más allá de la semana próxima, y aun así dominan el mundo.
—No hay que rendirse.
—La necesidad de producir más y más focos de resistencia es muy grande y esos nuevos focos ni siquiera tienen hoy modelos históricos. De modo que pueden surgir incluso entre un escritor y un lector, entre miles de personas en una ciudad o en las montañas de Chiapas. No puedo olvidarme de eso. Y no se trata de una virtud personal, sólo que no soy ciego.