Desprejuiciados

25.12.25


No basta con tener la mente abierta a nuevas ideas, también es necesario tenerla abierta al desaliento. A la duda que interrumpe, al cansancio que cuestiona, a la tristeza que también piensa. Vivimos en un tiempo que celebra el entusiasmo y silencia el desánimo, como si solo lo luminoso fuera legítimo, cuando lo humano se cuece en la mezcla, en los anhelos que empujan y en los desalientos que frenan, en las ganas de comenzar y en el miedo de que sea tarde. Necesitamos aprender a habitar esa oscilación sin avergonzarnos de ella. Estar abierto es no huir, ni del impulso que sueña ni del peso que retiene, porque sólo quien acepta lo frágil, se vuelve capaz de sostener lo profundo.



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