Pésame
1.11.09
Fue a ofrecer las condolencias a un conocido por el fallecimiento de un familiar. Al acercarse a la casa vio la mesilla con el libro de firmas y las sillas en la puerta. No era una tarea grata, más había que cumplir. Fuera no había gente y pensó que quizás era muy pronto o muy tarde. La entrada de la calle abierta y en el recibidor los asientos permanecían vacías. Tampoco se escuchaba ningún ruido que advirtiera de gente dentro de la vivienda. Se extrañó y dudó si entrar o marcharse para regresar después, aunque se dijo que ya que una vez allí no era cuestión de volver otra vez. Entró con parsimonia mientras buscaba con la mirada la presencia de alguien. El velatorio estaba vacío. Su olfato lo orientó hacia el olor a crisantemos, gladiolos y lirios que emanaba desde una habitación al fondo del domicilio. Durante un instante estuvo desconcertado sin saber a dónde ir, pero se decidió y llegó hasta la estancia donde permanecía el féretro. El cadáver faltaba y en su lugar un cartel indicaba: «ni vivo ni muerto». Sintió un repentino escalofrío y se marchó. Caminó molestó un rato porque consideró inútil su acción y, sobre todo, se sintió frustrado por no haber podido dar el pésame a nadie.
Etiquetas: cuentos de domingo, cuentos diminutos
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5 apostillas:
Odio los funerales...pero son parte de esta vida por desgracia...
Un beso.
Inquietante. Por la mezcla de broma, bruma y tragedia parece un sueño de Arrabal, de los que cuenta en su Ceremonia de la confusión.
Caray, me imagino esto contado con la luz de una vela y la bruma de la niebla y me recuerda a libro de Cuentos y Leyendas de Becquer.
Bueno soy una de las tripulantes del Barco de Maria y que querido venir a hacerte una visita.
Sí, eso de ir para nada es molesto.
... Creo que mejor no pensaré mucho más en el relato, no vaya a ser que caiga en la cuenta de lo inquetante que realmente es.
Desde luego, como dice el dicho: "si hay que ir se va, pero ir para nada es tontería".
Besos de luz.
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