La rivalidad en el terrero literario da para una procesión de anécdotas. Huidobro dijo de Neruda que escribía una «poesía fácil, bobalicona, al alcance de cualquier plumífero», una «poesía especial para todas las tontas de América». Y Tolstoy afirmó que «la fama indiscutida de la que goza Shakespeare como escritor es, como todas las mentiras, una gran maldad.»
Inquinas literarias
27.11.09
La rivalidad en el terrero literario da para una procesión de anécdotas. Huidobro dijo de Neruda que escribía una «poesía fácil, bobalicona, al alcance de cualquier plumífero», una «poesía especial para todas las tontas de América». Y Tolstoy afirmó que «la fama indiscutida de la que goza Shakespeare como escritor es, como todas las mentiras, una gran maldad.»
Recuerdo un rifirrafe literario entre los escritores José López Rubio y José Martín Recuerda. El primero me confesó en una entrevista que consideraba al segundo un epígono de García Lorca, a lo que éste le refutó en la siguiente entrevista que sus reseñas en los compendios literarios eran minúsculas en comparación a sus entradas y lo acusó de ser epígono de Benavente.
Nunca olvido la atribuida Valle Inclán que, tras nombrar una calle de Madrid con el nombre de José de Echegaray por el premio Nobel de Literatura otorgado en 1904, decía que cuando tenía que enviar una carta a un amigo que vivía en esa dirección, escribía en el sobre «calle del viejo idiota» y que nunca el cartero le devolvió ninguna de sus misivas, por lo que entendía que todas las cartas llegaban al destino remitido.
Una de las batallas que me llamó más poderosamente la atención, por su ingenio mordaz, fue la del odio constante más allá de la muerte que profesó Quevedo a Góngora, sentimiento que plasmó en estos versos:
«Este que en negra tumba, rodeado / de luces, yace muerto y condenado, / vendió el alma y el cuerpo por dinero / y aun muerto es garitero... / La sotana traía / por sota, más que no por clerecía; / hombre en quien la limpieza fue tan poca / (no tocando a su cepa) / que nunca, que yo sepa, se le cayó la mierda de la boca. / Este a la gerigonza quitó el nombre, / pues después que escribió cíclopemente, / la llama gerigóngora la gente... / Fuese con Satanás culto y pelado: / ¡mirad si Satanás es desdichado!»
Cierto es que, en estas guerras libradas con palabras, no hubo víctimas mortales que sepa.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
11 apostillas:
Se querian muchisimo los muchachos, menos mal que cruzaban plumas y no espadas.
En guerra de egos la única herida es la inteligencia.
No deja de ser gracioso descubrir entre algunos grandes su tendencia a las pequeñas miserias.
Al menos las peleas eran con estilo, con humor, y mucha mala baba...
Geniales hasta para putearse...
Pero produjeron algún que otro regocijo.
¡Ah, el ingenio del insulto! Todo se pierde. Está bien que recuerdes que también el insulto es una arte. No insulta quien quiere, sino quien puede, podríamos parafrasear el viejo dicho. Mi profesor particular es Leon Bloy, cuya ¿novela? El desesperado constituye una de las mejores antologías del insulto que conozco.
¡Cuantas miserias y cuantas grandezas! Dependiendo de unas y de otras, ya sabemos lo que nos toca.
.- Pero es más divertido ser el villano.
El pequeño Hola de la literatura está lleno de duelos verbales y descalificaciones contundentes. Sabrosa entrada.
Saludos
Ese es mi diccionario de insultos. Nunca encontré algo que denigrara en mayor medida a su objeto de insulto jaja
Esas eran peleas. Todos los días prendo la tele y veo a las vedettes y modelos peleándose con igual vehemencia pero con mucho más bajo nivel.
Por eso no me entristece ver escritores peleándose. PArece que incluso así hacen literatura.
Historias de admiración y odios. Es curioso cómo se repiten a lo largo de la historia de la literatura...
Publicar un comentario