La soledad le acompañó toda la tarde. Cogidos
de la mano pasearon por el parque y se conmovieron con la puesta de sol.
Subieron al mirador y en el quiosco de bebidas tomaron un tentempié.
Contemplaron la ciudad iluminada al fondo y escucharon su ruidoso concierto.
Entonces se miraron a los ojos, con esa ternura que se miran los enamorados.
Él, le propuso que le hiciera compañía esa noche y a ella le resultó imposible
cambiar de nombre.