Determinante interrogativo

3.2.22



A veces me pregunto si interrogarme tantas veces por lo que no seré no es una forma de auto aniquilación.




Conflagraciones

2.2.22



La beligerancia y la obstinación son obras de juventud. Después es un dejarse llevar en cuestiones superfluas.



Estímulos

1.2.22



El humor es eso que le hace cosquillas al cerebro.




Minucias

31.1.22



La gente suele encerrarse en ámbitos de importancia sin percibir su minúscula significancia.



Simulaciones

30.1.22



Mientras celebraban sus bodas de oro recordaron que nunca habían estado casados.



Igniciones

29.1.22



Quien quema su tiempo demasiado rápido acaba calcinado.




Agnición

28.1.22



En la necesidad de reconocimiento hay una sumisión a lo establecido.




Desprevenidos

27.1.22



Nunca estamos preparados para el siguiente momento que nos toca vivir.



Preparaciones

26.1.22



En multitud de ocasiones no estamos preparados para recibir las condiciones en las que se nos presenta el destino.



Parlamentos

25.1.22



Habla con tu silencio, calla con tus palabras.



Encerrona

24.1.22



La vida tiene callejones sin salida que te encajonan y no te dejan dar marcha atrás.



Discapacidad verbal

23.1.22



Hablaba siempre con muletillas porque cojeaba del lenguaje.




Paremiología

22.1.22



Somos aforistas sin saberlo, apenas transformamos un pensamiento fugaz en una cita.




Cloroformizar

21.1.22



La vida nos anestesia con su belleza.



Impotencias

20.1.22



Entre el ser y la nada, nada que hacer.



Repudios

19.1.22



Olvidar lo ingrato es el mejor recuerdo.



Insondables

18.1.22



El infinito es un número que no termina en sí mismo.



Determinaciones

17.1.22



No podemos elegir dónde nacemos, sí dónde moriremos, porque el derecho a morir es más fundamental que el de nacer.




Excusas

16.1.22


Primero fue el reloj del ayuntamiento, al que siguieron otros también señeros en toda la ciudad. Se detuvieron, incluso, relojes tan míticos como el de Grand Central Station en Nueva York, la torre Spasskaya en Moscú, el Big Ben en Londres o la Puerta del Sol en Madrid. Los digitales también pausaron su pulso y nadie sabía con exactitud qué hora era. Hasta los atómicos pararon su frecuencia de resonancia. El tiempo desapareció. 

Pronto aparecieron vertederos con piezas en desuso: montañas de clepsidras oxidadas y retorcidas en sus diseños de los más variados y bellos estilos artísticos; desguaces con cúmulos de biseles, diales, coronas, orejetas, marcadores, manecillas y fornituras varias; cementerios con desechos de horas muertas, cronófagos inutilizados y vectores de cálculo inservibles.

Alguien dirá, ahora, qué pasó con los relojes de arena, de agua, de fuego, solar o de vapor. Y la respuesta es que la naturaleza suspendió las leyes que hacían funcionar estos instrumentos. Todas las personas andaban como perdidas tras la muerte del tiempo. 

Este fue el argumento expuesta por el protagonista de la historia aquí leída cuando apareció con retraso a la entrevista de trabajo. Y luego, el escritor responsable del relato, hubo de levantar la restricción horaria para que todo el mundo pudiera saber qué tiempo era.



Vestiduras

15.1.22



Poesía es aquello que nos viste el corazón.