Aburridos
9.10.25
En un lugar de la Mancha, en una galaxia muy, muy lejana o en este blog, crecen las cosas que son contadas. Pero sobre todo, en esta bitácora veinteañera lo que crece es una escritura aburrida de sí misma, contagiada por el espíritu del tedio que, día tras día se repite por su scroll en expresiones aburridas de literatura. Es una manera de sentir el fracaso y la frustración de quien no es capaz de decir algo interesante que sugestione a las almas lectoras.
Quizá escribir no sea ya más que un gesto vacío, un tic de la costumbre, una manía que sobrevive a la inspiración. El lenguaje, domesticado por la rutina, bosteza entre párrafos cansados de sí mismos. El que escribe, este pobre yo multiplicado en pronombres, se mira al espejo de las palabras y no se reconoce. Ni épica, ni lirismo, ni lucidez: solo el eco apagado de una voz que intenta, sin fe, mantenerse encendida.
Y sin embargo, sigo. Escribo aburrido porque no sé no hacerlo, porque el silencio me pesa más que mi mediocridad, porque en algún rincón del tedio todavía late la posibilidad de una frase viva, una que no huela a repetición o sí. Tal vez mañana, o dentro de mil escritos, aparezca. Mientras tanto, seguiré aburriendo mientras me aburro de escribir.
Etiquetas: comentario, escribir, reflexión
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2 apostillas:
Encantado de que nos aburra. Otros pretendemos idéntico sortilegio, y al cabo tenemos que acunar al tipo que ocupaba la silla del escritorio porque, hace un segundo, decidió borrarlo todo y dudar. Menos maniqueísmo y más indulgencia. Persevere, caballero, persevere. Le recomiendo lo mismo que al tipo ojeroso que me escupe el espejo.
Hay que decir que veinte años a razón de post diario, salen unas 7300 publicaciones. Ni el mismo James Joyce hubiera conseguido decir todos los días algo interesante. Es normal el tedio y el cansancio, máxime que es un espacio en que no hay interacción y aparece como monólogo incesante. La voz del narrador es como el calcetín de Tàpies, genial y cansina a la vez, cotidiana y abrumadoramente representante de una perspectiva, de un lugar en el mundo que al lector de estos veinte años le resulta tan curioso como interesante, como si viera a una araña tejer desde hace años una tela sin objetivo claro.
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