Llegadas
26.10.25
La mujer que viene a verme todos los atardeceres no tiene nombre o quizás lo tenga pero es impronunciable. Es muy atenta conmigo y me habla de cosas imposibles, no porque no puedan ocurrir sino porque cuando pasan todo se detiene y no puedes respirar y se va la luz.
A veces entra sin hacer ruido, como si atravesara las paredes. Se sienta a mi lado y me toma la mano. Sus dedos están fríos, pero no me incomoda. Dice que el tiempo no es una línea, sino una cuerda que se puede tensar o soltar, y que a veces ella viene de un nudo de esa cuerda. No sé si entiendo lo que dice, pero su voz me calma, como si me hablara desde dentro de mi propio sueño.
Le pregunto si volverá mañana. Sonríe sin mover los labios. Luego, todo se apaga. Cuando despierto, la habitación huele a frangipani y hay una silla vacía junto a mi cama.
Etiquetas: cuentos de domingo, cuentos diminutos
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