Destripamiento
10.10.25
Nunca he tenido un diario, al modo tradicional, digo, aunque siempre he escrito hasta en las paredes si era necesario. Ahora este blog cada vez se parece más a un espóiler de mi vida, maravillosa mientras sea vida, pero puñetera en cuanto a consecuciones artísticas. El ser humano tiende a hacer analogías y comparaciones y quienes tecleamos y garabateamos palabras también. Lo solemos hacer fantaseando con cuantas personas han parido libros y sus nombres han quedado como marcados en el cielo de la literatura como rutilantes estrellas. A mí me pasa y por eso me estrello contra la realidad tantas veces, o me pasaba, hasta que te das cuenta que tu eres un yo propio escritural distinguible de otros también singulares.
Y entonces entiendes que no se trata de brillar, sino de persistir. No de ser estrella, sino de ser combustible, aunque a veces duela arder. La escritura deja de ser una aspiración y se convierte en una forma de respiración, en un modo de mantener con vida lo que, de otro modo, se perdería en el ruido del día.
He llegado a pensar que escribimos no para que nos lean, sino para que algo dentro de nosotros se escuche. Cada palabra que dejo aquí, en este espacio deletreado, es como una pequeña vibración que busca su frecuencia en el aire. Tal vez alguien, en algún punto, la perciba y resuene con ella, pero eso ya no me obsesiona. Lo importante es que exista ese temblor, ese pulso, ese gesto que dice que sigo aquí pensando, sintiendo, agotándome.
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