Amolador

22.3.21



Miraba distraído, siendo un chiquillo las chispas que desprendía el disco de esmeril cada vez que el afilador acercaba el metal a la piedra. En ese momento un avión de propulsión a chorro pasó, partiendo el cielo, sobre nuestras cabezas. Entonces fue cuando escuché aquella sentencia del afilador mientras alzaba la vista y miraba la aeronave: «lo que hacemos los mecánicos». Después agachó la cabeza y continuó amolando el cuchillo como si nada.



Pregonero

21.3.21



Todas las mañanas al salir el sol, Arcadio abría su balcón y gritaba: «¡Vais a morir todos!» Un día alguien le preguntó: «¿tú no te incluyes?» A lo que él le respondió: «No, yo ya estoy muerto».

 

Competencia insana

20.3.21



Señala Pablo Lipnizky: «Todo el mundo habla de paz, pero nadie educa para la paz. La gente educa para la competencia, y la competencia es el principio de cualquier guerra», o de cualquier disputa que nos enfrenta. Por eso prefiero participar sin competir a competir contra el otro y evitar las consecuencias frustrantes de la derrota. La única competición sana es la superación propia.



Peritaje

19.3.21



El peor castigo para un necio es que muera en su estado natural.




Asientos

18.3.21



Con el tiempo dejas de ser espuma en la cima del agua y pasas a ser limo asentado en el lecho del río. Cambias agitación por sedimentación fecunda.



Abrir los ojos

17.3.21



El mundo actual no es ni peor ni mejor para las nuevas generaciones que el que les precedió, simplemente es el mundo que les ha tocado vivir. Su visión y su entendimiento solo es propio de ellas que lo afrontan como un hecho nuevo e inexperto.



Juego de amigos

16.3.21



En el ajedrez cada movimiento del contrario necesita una respuesta propia. En la amistad cada gesto generoso debe ser correspondido con otro de la misma naturaleza.



Donaciones

15.3.21



Quien lee se regala a quien escribe.



El imitador

13.3.21



Todas sus obras habían sido plagiadas por un individuo que firmaba con su nombre y que logró gran éxito de crítica y público. Cada día se preguntaba quién sería el impostor.




Salvajes



Aconseja Lawrence Ferlinghetti: «No se doblegue ante los críticos que no hayan escrito grandes obras maestras». Desconozco si existen enjuiciadores que hayan producido escritura genial y si los hubiera tampoco habría que subyugarse, porque el territorio de la creación es el marcado por una vida interior libre, indómita y salvaje.



Calamidades

12.3.21



El pesimista alguna vez tiene razón y entonces es cuando se cumplen los peores pronósticos.



Impremeditaciones

11.3.21



¿Somos fruto de las casualidades o hay casualidades que son de nuestro fruto?



Cirugías

10.3.21



Y con un cúter mayéutico cortar el tegumento espeso de la mentira para ver la realidad en carne viva.



Canjes

9.3.21



Las ideas son como los cromos repetidos que se van intercambiando.



Desplomes

8.3.21



No tengo miedo a la página en blanco, no. Lo que me hunde es haber escrito mucho y sentir que no he escrito nada.




Voces

7.3.21



Era una actriz de doblaje que cuando volvía del trabajo ponía voz de ama de casa.




Envanecimientos

6.3.21



Afirma un proverbio hindú que «No hay nada noble en ser superior a otra persona. La verdadera nobleza consiste en ser superior a nuestro yo previo». Y allí donde no hay nobleza hay indignidad y altivez.



Tentativas

5.3.21



La vida es un intento de todo anhelo.




El precio de las cosas

4.3.21




No era la primera vez que lo veía en ese establecimiento regatear con la dependienta sobre el precio de un pequeño juguete que valía poco más de un euro. La escena parecía repetirse igual a días anteriores cuando el muchacho insistía en llevarse un artículo y ponía una moneda sobre el mostrador que la comerciante rechazaba: «más dinero, tienes que traer más dinero», le repetía con parsimoniosa condescendencia.

El joven desde su corpachón mantenía el producto junto a su axila resistiéndose a devolverlo. Así pasó un buen rato mientras esperaba paciente a que terminara el pugilato de la compra-venta para pagar yo. «Dile a tu madre que te dé más dinero —le explicaba la dependienta—, !más dinero¡». Él, apenas con un no casi gutural saliendo de su boca ladeaba la cabeza negándose a obedecer y volviendo a poner el dinero sobre el mostrador que, nuevamente, era rehusado por la vendedora, «te faltan veinticinco céntimos: !más dinero¡».

En ese momento la mujer hizo una pausa y me atendió. Al salir de la tienda observé como aquel hombre con mente de niño abandonaba también el local con su juguete entre las manos y caminando entre la gente lo examinaba con atención, iluminada su mirada por la ilusión de poseer algo que deseaba, hasta que desapareció entre el paisanaje urbano.

Así nos debe ocurrir con el juguete de la vida que, entre nuestras manos, sentimos poseer hasta que nos desvanecemos entre la muchedumbre del tiempo.



Tara

3.3.21



¿Cuánto pesa un pensamiento?